
¿Sentimos «fatiga militante» o hemos entrado en una nueva era de activismo feminista? Entre el cansancio y la ambición reivindicativa del 8M
Tras años de movilización, nos enfrentamos a una especie de agotamiento alimentado por las divisiones internas y el auge de la ultraderecha. ¿Estamos ante un declive o es más bien una transformación?
Cada 8 de marzo, el mundo entero se tiñe de morado. En los últimos años el movimiento feminista ha vivido una de sus grandes olas: a raíz del movimiento #MeToo en 2017, las mujeres recuperamos una fuerza algo mermada en las últimas décadas para volver a salir en masa a las calles. Lo hicimos con motivo del 8M, pero también como apoyo a la víctima de “La Manada”, por ejemplo. Volvimos a meter el feminismo en agenda. Conseguimos que la igualdad volviera a ser un tema importante. Que conceptos como “patriarcado” o “micromachismo” formaran parte del discurso cotidiano. Que estuviera muy presente en el Congreso. Cambiar la legislación para hacerla más justa. Montar espacios seguros donde contar nuestra historia sin ser puestas en duda.
Sin embargo, el paso del tiempo, las diferencias internas en temas clave y el auge del relato de la ultraderecha han hecho que tengamos la sensación de que la lucha está un pelín de capa caída. Puede que también nos hayamos dejado arrastrar por la “fatiga militante”: estar en primera línea luchando sin ver cambios estructurales significativos agota.
El feminismo se ha enfrentado a resistencias, no solo por los discursos en contra de la igualdad entre hombres y mujeres, sino también por la apropiación comercial del movimiento que, de alguna manera, ha vaciado de contenido nuestras reivindicaciones.
¿Se ha debilitado el movimiento o simplemente ha entrado en una nueva fase? Para ver si este sentir que muchas tenemos es algo extendido, hemos recurrido a varias mujeres activistas: la escritora y comunicadora Carla Galeote; la abogada y criminóloga Carla Vall i Duran; la periodista, escritora, investigadora e impulsora del proyecto Mujeres Negras, Zinthia Álvarez Palomino, Cristina Valbuena, profesora de educación especial y cocreadora de la plataforma Girly Girl Magazine, y Andrea Aznar, directora de Bloom.


¿Estamos menos activas o solo en una nueva fase de la lucha?
Galeote confirma que, en su opinión, estamos viviendo cierto agotamiento, y lo achaca al auge de la extrema derecha y la derecha, pero también a otros derechos sociales que ahora mismo no están garantizados. “Es muy complicado llevar a cabo una lucha si no hay condiciones vitales dignas, ya sea la vivienda, el mercado laboral o la falta de un servicio público de salud mental”, explica.
Muchas de nosotras nos hemos sentido solas, especialmente por parte de quienes nos deben proteger. Vemos que el acoso, la violencia y el machismo están impunes y disfrazados de anonimato en las redes sociales. Es difícil luchar en un campo de batalla dirigido por los agresores.
Para Álvarez Palomino, el auge de la conciencia feminista en los últimos años es indiscutible, así como el espacio que ha ganado el discurso feminista y antirracista, pero también reconoce que ha habido una mercantilización de las reivindicaciones que ha contribuido al agotamiento y el desánimo: las mismas marcas que se apuntan el tanto tiñendo sus escaparates de morado son las que el resto del año recortan en programas de equidad o silencian las voces de las mujeres. “Esa lucha que hemos construido entre todas, durante varias generaciones, ha sido absorbida y utilizada por partidos políticos, figuras públicas, empresas y el sistema capitalista en general”, comenta.


Este cansancio se multiplica por dos en el caso de las mujeres negras, que, además de luchar por sus derechos como mujeres, tienen «el deber» de educar sobre el racismo estructural que atraviesa sus vidas. “Se presupone que tenemos que hacer pedagogía, explicando una y otra vez lo que debería ser evidente: la opresión es múltiple y no podemos separarla en compartimentos estancos”, afirma.
La lucha feminista y antirracista no es responsabilidad exclusiva de quienes sufren la opresión, sino un compromiso que debe asumir la sociedad en su conjunto. Solo cuando entendamos que el feminismo y el antirracismo son luchas colectivas y no batallas individuales, podremos avanzar en una misma dirección.
El contexto geopolítico actual también define cómo afrontamos este 8M, como reflexiona Andrea Aznar: “Cada año pienso lo mismo, pero con la vuelta de Trump estoy convencida de que es más necesario que nunca reivindicar la igualdad y los avances del feminismo. Además deberíamos hacerlo el mayor número de personas posible y, si somos de distinto pelaje, todavía mejor. Las razones para salir a la calle son muchas: desde la conciliación y los derechos de las personas trans hasta señalar a los individuos que siguen ejerciendo poder y violencia contra las mujeres, sean jueces, políticos o sus parejas. Si no, este día se puede convertir en algo o muy sectario o muy comercial, y perder su verdadero significado”.
La otra cara de la moneda, algo más optimista, nos la da Vall i Duran, que resalta que el movimiento feminista ha sobrevivido a la pandemia y sigue ocupando espacio público. “Las demandas son más y más ambiciosas, lo que es una magnífica noticia”, añade. Sabe que nuestra “gasolina” es a veces la rabia, como recuerda que sucedió cuando mujeres de todas las edades, solas o con nuestras madres, hermanas o amigas, salimos a gritar “yo sí te creo”.
Tengo clarísimo que el antídoto de los ‘criptobros’ y los ‘incel’ son ellas -las más jóvenes-porque son su objetivo directo. Lo que haremos las que somos más mayores será estar a su lado, pero no porque necesiten tutela. Ellas saben lo que no es negociable. Ellas saben que el control no es una forma de amor.


Valbuena, como profesora, asegura que para ella es 8M prácticamente cada día, ya que, en su opinión, la educación tiene que hacerse desde una perspectiva de género, a pesar de que no hay recursos para que el profesorado se forme en este ámbito. Su sentir con respecto a las aulas es que no ha ido a menos, pero sí ha ralentizado el ritmo. Así, un año más, en su centro han aprovechado el 8M para trabajar un tema con el alumnado. ”Nos hemos centrado en las mujeres en el deporte, para continuar cambiando la forma clásica en la que se distribuye el espacio en los patios”, explica.
Respecto a la movilización general, asegura que seguimos teniendo muchísimos motivos para llenar las calles con nuestras reivindicaciones y descubrirnos juntas, aunque a veces, como en toda lucha, es necesario frenar. Algo así les ha pasado a ella y su compañera en Girly Girl Magazine, Cristina Alonso: tras años de gran dedicación -durante varios 8M diseñaron unas pancartas reivindicativas que llenaban las calles de muchas ciudades- y de compaginar la revista con sus respectivos trabajos, han tenido que hacer un pequeño parón. “Se nos ocurrió la idea de las pancartas cuando había muy poca gente haciendo ese tipo de contenido. Luego el planteamiento fue variando, pedimos colaboración a otras creadores, intentamos abarcar un espectro reivindicativo más amplio. ¡Incluso colaboramos con ONU Mujeres!”, recuerda.


Me emociona salir y ver que somos una marea: hay mujeres mayores que lo han peleado antes que tú y otras súper jóvenes que vienen con una energía increíble. Te sientes acompañada en la lucha.
Cuáles son las reivindicaciones actuales
Carla Vall i Duran pone el foco en la legislación para señalar la urgencia de renovar la Ley 1/2004, de medidas integrales de protección contra la violencia de género. En su opinión, fue una ley pionera y transgresora, pero necesita ser actualizada para contemplar otras formas de violencia, como la vicaria, tanto en lo presencial como en el mundo digital y con respecto a la inteligencia artificial. Además, es preciso que quienes trabajan, como es su caso, con víctimas de violencia machista, estén en continua formación. “Necesitamos comunicarnos mejor, saber cómo mirarles a los ojos, en qué tono hablar, etc., para conseguir un vínculo de confianza que les permita contar qué les han hecho”, explica.


Por supuesto, esto también incumbe a los jueces, a quienes pide que comprendan que declarar es un momento increíblemente doloroso que puede transformarse en un acontecimiento reparador para las víctimas si son escuchadas, si no son cuestionadas.
Hasta que ser mujer no deje de ser un factor de riesgo en nuestro país, habrá cosas que mejorar.
Álvarez Palomino destaca la importancia de recuperar el impulso dentro del feminismo interseccional para generar cambios tanto estructurales como estratégicos. “La lucha feminista no es solo de las mujeres y disidencias; nuestros compañeros deben asumir un papel activo, cuestionar sus privilegios y participar en la construcción de una sociedad más justa”, reclama. En su opinión, no vale con discursos vacíos de aliades o el uso del lenguaje inclusivo: tiene que haber acciones concretas y en cesión de espacios y voces.
Además, insiste en alertar del peligro de que la lucha sea instrumentalizada o reducida a una cuestión de marketing, y a interpelar a quienes, desde las instituciones, tienen el poder real de cambiar las cosas: “Es necesario que los partidos políticos impulsen iniciativas efectivas contra la violencia machista y la precarización laboral”.
La lucha contra el racismo, el clasismo, la LGTBIfobia y el capacitismo es inseparable del feminismo. Necesitamos espacios seguros donde las voces de las mujeres racializadas, trans, migrantes, con discapacidad y de diferentes contextos sean realmente escuchadas y representadas, sin ser instrumentalizadas o relegadas a un segundo plano.
Razones por las que merece la pena tomar las calles
“¿Os acordáis cuando los toqueteos en las discotecas eran casi un hecho más de cualquier noche de fiesta, cuando era lo normal?”, pregunta Vall i Duran para señalar lo que el movimiento ha conseguido en estos últimos años. Los avances suponen la confirmación de que se pueden alcanzar logros, aunque a veces el camino sea largo y los pasitos muy cortos.


Para Galeote, tenemos que continuar exigiendo medidas serias y eficaces a las instituciones, para que las violencias machistas no queden impunes, como suele suceder en aquellas que se dan en formato digital desde el anonimato. “Además, tenemos que volver a construir espacios físicos de encuentro para poder cuidarnos, escucharnos y protegernos. Tenemos que volver a tejer esta red”, concluye.
“Es imposible mantener un nivel de intensidad como el que tuvimos en 2018”, señala Valbuena, a lo que se suma la “oscuridad” que estamos atravesando a nivel mundial con el genocidio en Gaza, los líderes neoliberales, el avance de la extrema derecha, la machosfera. “Cuando la cosa se pone así, es necesario mirar alrededor y ver qué puedes hacer: asociarse, actuar local o lo que sea con lo que tú puedas remar. A riesgo de parecer naíf, yo prefiero la luz y sigo creyendo que la mayoría de la gente quiere un mundo mejor”, añade.
Y queda un elemento más, el propio concepto del feminismo, que en los últimos años también ha afrontado sus altibajos, como comenta Andrea Aznar: “Creo que para un sector de la población, especialmente hombres pero también para muchas mujeres, la palabra feminismo vuelve a tener connotaciones negativas. Es una etiqueta conflictiva que en algunos ámbitos suma y en otros resta. En Bloom nuestra misión desde el principio ha sido contar la salud de la mujer como nunca lo han hecho, desde nuestro punto de vista, con rigor y sin paternalismo. Se podría decir que es un feminismo de facto”.


Mujeres que inspiran a mujeres inspiradoras
Aunque a veces nos sintamos desanimadas en la reivindicación feminista, siempre hay voces que nos inspiran a seguir adelante. Hemos preguntado a las cinco participantes en este reportaje por esos perfiles que, actualmente, son para ellas un faro.
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Desireé Bela y el podcast ‘Saldremos mejores’, de Nerea Pérez de las Heras e Inés Hernand.
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“Me gusta todo lo que dice Carolina Yuste, la he estado siguiendo en la promo de su última película y siempre me resuenan sus palabras. Otro perfil muy diferente con el que me he topado recientemente es Rosa Cañadas, una empresaria y experta en economía con un discurso de lo más práctico e iluminador. Y, por supuesto, aunque es un clásico, Manuela Trasobares”, concluye.