
Corea es a las caras lo que Turquía al pelo: el país se ha convertido en la meca de la cirugía facial
En 2024, más de un millón de personas viajaron a Corea del Sur, pero no por el K-pop, ni por las luces de Seúl, ni por los palacios de Joseon. Lo hicieron para operarse. La industria estética surcoreana va más allá de la tendencia de ciertos productos o ingredientes cosméticos. Párpados que “se abren”, pieles que brillan… El país surcoreano se ha convertido en la meca mundial de la cirugía plástica facial y exporta técnica y rasgos a través de intervenciones estrella como las rinoplastias, retoques de nariz, o tratamientos faciales de última generación.
El país donde operarse es normal (y rentable)
Que en Corea del Sur son grandes amantes de la cirugía no es un secreto. Así lo contaba el NY Times, que ya en 2018 exploraba la resistencia de grupos feministas contra los rígidos estándares de belleza del país. Para los surcoreanos, y especialmente las mujeres, pasar por quirófano para modificar alguno de sus rasgos no es excepcional. Tampoco es un privilegio de unos pocos. Es algo que se regala por graduarse o por conseguir trabajo. Es parte del día a día. Allí, la cirugía estética no se esconde ni se disimula. Se asume.
Las cifras lo confirman: se espera que la industria supere los 6.300 millones de dólares antes de 2030. Una economía que crece al ritmo del bisturí y que no solo enriquece a clínicas y cirujanos, sino también al turismo, la hostelería, las aerolíneas y hasta las tiendas de cosmética del aeropuerto.


¿Por qué Corea del Sur es referente en belleza?
Podríamos hablar de precios competitivos. De clínicas especializadas y profesionales reconocidos. De tecnología punta y procedimientos cada vez menos invasivos. Pero también hay otro factor que no aparece en los folletos turísticos: el estándar de belleza.
Corea del Sur ha exportado su estética a occidente de la mano de su música y su skincare. Ojos grandes almendrados, piel sin poros, mentones finos, narices rectas. Un modelo que atraviesa pantallas y fronteras. Y que cada vez más gente quiere replicar, venga de donde venga.
Parte del éxito también se debe a la innovación. Desde diagnósticos con inteligencia artificial hasta intervenciones exprés con láser o ultrasonido. Corea no solo opera: experimenta, mejora, ajusta. El quirófano se parece más a un laboratorio futurista que a una sala clínica tradicional.
Y si hay una obsesión nacional más fuerte que la estética, esa es la precisión.
El triunfo de la presión estética: cirugía frente a libertad
Aunque el negocio va viento en popa, no faltan las voces críticas. Porque sí, Corea ha convertido su modelo estético en marca país. Pero también ha hecho de la belleza un estándar casi obligatorio. Y cuando la perfección se vuelve norma, la presión sube.
Hay preocupación por el impacto en la salud mental, especialmente en adolescentes. Por las clínicas no reguladas que se multiplican sin control. Y por una pregunta que no siempre se formula en voz alta: ¿qué pasa cuando operarte no es solo un deseo, sino una necesidad social?
El derecho a modificar el cuerpo como cada quien quiera debería ser incuestionable. El problema aparece cuando esa libertad se convierte en obligación implícita. Cuando no operarte te deja fuera del mercado laboral, del dating, de la vida pública. Cuando tu cara, sin filtros ni bisturí, deja de ser suficiente.
De los injertos turcos a los párpados surcoreanos: el mapa mundial de los retoques
En el mapa del turismo estético, cada país tiene su “especialidad”. Turquía se ha convertido en el destino número uno para los injertos capilares: más de 500.000 personas acuden cada año al país euroasiático para recibir estos tratamientos. Colombia es sinónimo de cuerpos esculpidos. Brasil, de glúteos elevados. Estados Unidos, de operaciones de pecho. Y Corea del Sur, de rostros milimétricamente armonizados.
Así, la estética se ha globalizado como quien elige dónde comer sushi o tacos. Pero esta “geografía del retoque” no es solo una cuestión de gustos o precios: responde a modelos culturales, mercados en auge y estándares de belleza cada vez más homogéneos. Se exportan técnicas, pero también ideales físicos. El bisturí viaja con pasaporte.


Mientras la sociedad europea todavía se debate entre si operarse es superficial o empoderador, en otras partes del mundo el cuerpo ya es territorio de inversión, deseo o estatus. La pregunta no es si alguien se ha operado, sino dónde y cuánto le ha costado.
En este mapa, Corea del Sur no solo marca tendencia: lidera la nueva era de la belleza tech, precisa y exportable.