Por qué el beso de Luis Rubiales a Jenni Hermoso ejemplifica en prime time la vulneración del consentimiento femenino

Analizamos las implicaciones detrás del controvertido gesto, mucho más que una muestra de «efusividad».

agosto 21, 2023 Escrito por Ana Rojas

Investigación social y análisis de datos. En Bloom escribo sobre género, derechos y salud.

Revisado por el equipo de expertas de Bloom, plataforma especializada en salud femenina.

El Mundial femenino de fútbol ha vuelto a poner en el centro una cuestión que ha ido ganando cada vez más peso en la opinión pública, también gracias a los récords de las secciones femeninas en equipos como el Barça o el Atlético de Madrid, los Balones de Oro a Alexia Putellas o la brillante trayectoria de otras futbolistas como Mapi León, Marta Torrejón, Vicki Losada o Irene Paredes. Y la cuestión es el acto de dar ejemplo, de mostrar a otras mujeres que juegan al fútbol que lo que hacen es importante y merece reconocimiento, que ese espacio también es nuestro (pese a que tantas veces, en el patio del colegio, sentimos que no lo era) y animar a las que aún no se han decidido a ello. 

Sin embargo, y a pesar del gran esfuerzo de las jugadoras en el campo y de la muy peleada (¡y más que conseguida!) Copa del Mundo, lo acontecido el domingo 20 de agosto sirvió también para dar otro tipo de ejemplo, mucho más crudo pero igual de real: la normalización de la vulneración del consentimiento en el beso forzoso del presidente de la Federación de Fútbol Española, Luis Rubiales, a la jugadora Jenni Hermoso tras proclamarse campeona del mundo. Una conducta criticada, entre otros, por el Ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, la Ministra de Igualdad, Irene Montero, y la prensa internacional.

Un gesto que el propio Rubiales ha atribuido a la efusividad del momento, que ha tildado como “un pico de dos amigos”, diciendo que, ante la indignación del público, no está “para gilipolleces”. Momentos después, Hermoso confirmaba lo que la brusquedad de la imagen ya evidenciaba: “No me ha gustado, ¿eh?” y “pero, ¿qué iba a hacer?” fueron sus declaraciones en directo a través de Instagram

Esta reacción de la futbolista, así como las palabras de Rubiales (primero intentando afirmar que había sido un gesto mutuo, luego no teniendo más remedio que disculparse) y su tratamiento mediático -donde la reprobable conducta se veía en algunos medios como una broma, una anécdota graciosa e incluso un rebuscado (e inoportuno) paralelismo con el beso de Iker Casillas y Sara Carbonero en 2010- también dan ejemplo y muestran algunos de los patrones reiterados en los casos de acoso sexual.

La selección femenina de fútbol gana la Copa Mundial Femenina 2023 / Pablo García / RFEF

Estos van desde la negación de la conducta por parte del perpetrador a la tergiversación del consentimiento de la mujer violentada (mediante el intento de hacernos creer que es mutuo), al hecho de quitarle importancia a través de la normalización y ridiculización (“Esto me parece una idiotez porque aquí dentro nadie le daba la más mínima importancia”, ha declarado el presidente), a las risas que topan con, finalmente, los reproches inesquivables de toda polémica que han acabado en una especie de “lo siento, pero no mucho”. 

Y es que Rubiales afirmaba que se había equivocado, pero no sin un “probablemente” delante. No sin recalcar que había sido “sin mala fe”. Que es algo que él ve “natural, normal”.

Que ahí donde él trabaja (nada más y nada menos que la Federación de Fútbol Española) “nadie le había dado importancia”, pero como fuera sí, no tiene más remedio que pedirle perdón a “esas personas” que han reprochado su comportamiento. Pero no a Jenni Hermoso. En este sentido, es difícil esquivar la duda: ¿se está disculpando por su conducta o por su imagen?

¿En qué sociedad un beso forzado puede ser “espontáneo” o “normal”? 

Hay algunas cuestiones de fondo a recalcar aquí que nos permiten profundizar en el asunto: ¿por qué alguien con el poder e historial de Rubiales -un empresario, por otro lado, con una reputación más que cuestionada tras su implicación en el caso de corrupción del Mundial de Qatar en 2022- se atreve a agarrar y besar a una jugadora en uno de los momentos más importantes de su vida, ante toda la presencia social y mediática posible?

¿Por qué se pretende concebir un acto así como “espontáneo” o inocente? Y lo que es peor, ¿por qué cree que las demás podemos verlo así?

El telón de fondo en el que esta situación se enmarca, tal y como indagamos en el Observatorio de Salud Femenina de Bloom, es una sociedad que aún no ha aprendido del todo el significado del consentimiento, el acto de permitir algo, y menos aún su diferenciación con el deseo, el hecho activo de querer algo. Y no: quedarse inmóvil teniendo la cara agarrada con las dos manos por el jefe de tus jefes no es consentir y, menos aún, desear.

Ni el hecho de ganar un Mundial de fútbol (quizá uno de los hitos en el top 5 de lo canónicamente considerado como “masculino”) ni el derecho a disfrutar con plenitud de uno de los momentos álgidos de tu carrera; ni siquiera el estar supuestamente protegida por protocolos que penalizan estos comportamientos o el hecho (que a veces solo parece teórico) de merecer respeto seas quien seas. Nada parece suficiente para librar a una mujer de la vulneración de su voluntad y la invasión de su cuerpo. 

Luis Rubiales y Jorge Vilas celebran el triunfo de la selección femenina de fútbol / Pablo García / RFEF

La trayectoria de la Selección femenina en los últimos años ha sido ejemplo de éxito y de resiliencia, pero también de cómo operan las dinámicas de poder que afectan de manera diferencial a las mujeres, que son las que han puesto el cuerpo y la vida en la competición. Eso es lo que explica la actitud de Rubiales. También la permanencia del seleccionador Jorge Vilas pese a la renuncia de 15 de sus jugadoras, que exigían “ser escuchadas amistosamente”, así como el hecho de que el único que ha ocupado portadas en medios generalistas hasta el día de ayer sea él, y que la victoria se haya expresado en algunos espacios en masculino (“nosotros”, “campeones”, etc.). Un protagonismo empañado en forma de violencia. 

La relegación y desplazamiento de las mujeres en su propio éxito y en el espacio público y mediático es un hecho. Y esta es solo la punta del iceberg, lo que hemos podido ver. En este tipo de casos toca preguntarse: ¿qué más hay detrás? Ojalá casos como el que vivimos ayer sirvan para poner en el centro del debate el consentimiento femenino y que este tipo de conductas ni son “normales”, ni “mutuas” y mucho menos “gilipolleces”. La respuesta y condena del público es esperanzadora, pero, tal y como hemos visto, hay toda una estructura de poder que legitima estas conductas y que hemos de seguir cuestionando día a día. 

Créditos imágenes: RFEF

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