La historia que la Gen Z debe conocer: Ricky Martin, mermelada y el escándalo de los 90
El uso de internet era muy limitado y los móviles aún no estaban en nuestros bolsillos, pero no hizo ninguna falta para que este bulo se extendiera como la pólvora
Corría el año 1998. Uno de los programas más exitosos de la televisión era ‘Sorpresa, sorpresa’, que presentaba Concha Velasco, tras sustituir a Isabel Gemio. Su nombre no daba a engaño: la dinámica consistía en organizar sorpresas a personas por encargo de algún familiar, amigo, pareja… Es decir, te podías poner en contacto con el programa para pedir que apareciera ese amigo de la infancia de tu hermano que se fue a vivir a Argentina hace 10 años, o engañar a tu madre para ir como público y que de repente apareciera su cantante favorita a darle un abrazo. Ese tipo de contenidos que gustaban en los 90, cuando, recordemos, no había alternativa de ocio audiovisual a la tele más allá del cine.
El caso es que hubo una sorpresa que marcó para siempre la historia del programa y de la televisión en nuestro país. Aunque lo cierto es que, en realidad, no la hubo. Fue todo un bulo tremendo que, sorprendentemente, llegó a todas partes de España de una forma prácticamente idéntica.
Ricky Martin y la mermelada
Acabo de comprobar que si pones el nombre del cantante en Google, esta combinación de keywords sigue estando en los primeros resultados. No sé si con el paso del tiempo pasará de moda definitivamente o será una leyenda que se seguirá transmitiendo de generación en generación como vamos a hacer hoy aquí.
Y es que quienes crecimos en los 90 tenemos un «recuerdo» común que en realidad nunca sucedió. Un buen día alguien llegó al colegio diciendo que un amigo suyo había visto en ‘Sorpresa, sorpresa’ a Ricky Martin esperando dentro del armario de una fan para sorprenderla cuando llegara (sí, se hacían cosas así de locas), pero que la sorpresa se la había llevado él. Supuestamente, la chavala llegaba a su dormitorio, se desvestía, se untaba la entrepierna con mermelada y llamaba a su perro mientras toda España observaba en directo esta escena.
Sí, has leído bien: esta era la historia. Había una chica, un perro, un bote de mermelada y Ricky Martin viviendo el momento más incómodo de su vida y dando “un pasito p’atrás, María” (esta referencia también es millenial, lo siento).
No existía Twitter, pero a lo largo y ancho del país diferentes personas -muchas, de hecho- contaron esta historia porque otra persona se la había contado o porque alguien les había jurado y perjurado que lo habían visto con sus propios ojos. Yo recuerdo la vergüenza del niño de mi clase que nos contó esta historia en un corrillo, y las caras de incredulidad de todas de que hubiera pasado algo así por la tele.
Efecto Mandela: el falso recuerdo colectivo
Fuimos víctimas del conocido como ‘Efecto Mandela’, un término acuñado por Fiona Broome, bloguera y pseudocientífica y que viene a decir que se trata de un falso recuerdo colectivo. Algo que hemos creado de una manera ficticia, pero que nuestro cerebro ha almacenado como algo real. Porque sí, tenemos esa capacidad.
Lo explica muy bien Neil Dagnall, investigador cognitivo y parapsicológico de la Universidad Metropolitana de Manchester en el Reino Unido, que compartió algunas de sus averiguaciones al respecto en una entrevista a la CNN: “Si le preguntas a la gente sobre un desastre aéreo, por ejemplo, cuando recuerden los acontecimientos no recordarán simplemente lo que vieron en las noticias. También recordarán información adicional, porque no son capaces de discriminar entre lo que han visto (su memoria real) y lo que han imaginado. Si piensas en un accidente aéreo, puedes imaginar muchas cosas asociadas porque las has visto en películas, en la televisión o en las noticias”.
El nombre de este efecto viene, de hecho, de un recuerdo colectivo falso: muchas personas compartían el recuerdo de «haber visto” a Nelson Mandela morir en la cárcel, aunque lo cierto es que lo hizo en su casa de Johannesburgo. Lo que pasó con Ricky Martin es uno de los miles de ejemplos que podemos encontrar en la cultura popular nacional e internacional.
Tres de los más conocidos son pensar que el hombre del juego del Monopoly lleva monóculo cuando nunca ha sido así, que Darth Vader pronuncia en ‘El imperio contraataca’ la famosa frase ‘Luke, yo soy tu padre’ (en realidad contesta ‘no, yo soy tu padre’) o que el golpe de estado del 23F en España en 1981 se retransmitió por televisión, cuando en realidad se hizo por la radio (de hecho, aquella noche se conocería después como ‘la noche de los transistores’).
Un bulo que parecía verdad
El rumor fue aquellos días tan potente que los propios responsables de ‘Sorpresa, sorpresa’ dudaron de que se hubiera emitido algo así. Hace unos meses, en el programa ‘Anatomía de’, conducido por Mamen Mendizábal, el propio Giorgio Aresu, directo del programa entonces, explicó que pidió las cuatro horas de emisión (incluidos los anuncios) para escudriñarlas minuto a minuto. Por supuesto, no encontró nada y llegó a ofrecer un millón de pesetas de su bolsillo a quien se presentara con este material audiovisual.
La locura fue tal que la asociación Pro Derechos del Niño y la Niña Prodeni interpuso una denuncia incluyendo detalles morbosos y sin aportar pruebas materiales al respecto.
Pero dio igual porque la historia había llegado a todos los rincones, por lo que hubo que dar explicaciones. Se convocó a periodistas para ponerles el programa completo y que confirmaran que aquellas imágenes no existían, pero muchos de ellos creyeron que esa cinta había sido manipulada. Concha Velasco utilizó el propio programa para señalar que habían sido «víctimas de un bulo. Nos han atacado en una especie de locura colectiva. Un ataque en el que se hablaba de algo que nunca ocurrió y protagonistas que nunca han existido. Se ha hablado mucho de eso y queremos hacerlo hoy diciendo solo tres palabras: Todo es mentira». También el propio Ricky Martin, que estaba viviendo su vida ajeno a todo esto, tuvo que enviar un fax desmintiendo la historia.
A día de hoy sabemos que este bulo también se dio en otras partes del mundo con el mismo esquema: una mujer untando algo dulce en su entrepierna para que su perro, de la raza que fuera, lamiera. No se sabe quién está detrás de ninguno de estos bulos ni cual es la intención más allá de demostrarnos lo fácil que es colar fake news. Lo era en los 90 y lo es ahora.