
La mujer decorativa: más allá de Bianca Censori como «obra» de Kanye West
West podría argumentar que está creando arte a través de la imagen de su pareja. Cuando el arte se construye sobre la supresión de la identidad y la individualidad de otra persona, la cuestión deja de ser estética y se convierte en una dinámica de poder
La reciente última edición de los premios Grammy tuvo una protagonista que poco tenía que ver con los galardones: Bianca Censori, la pareja del polémico rapero y productor Kanye West. El motivo seguro que ya lo sabes porque la imagen ha dado la vuelta al mundo, pero, por si acaso, te lo resumo: la pareja llega a la alfombra roja, ambos de negro. Él se queda mirando a cámara con actitud de malote, gafas de sol incluidas, y ella, a su lado, se pone de espaldas a la prensa y deja deslizar su abrigo para mostrar su cuerpo desnudo. Su “vestido” era una especie de media transparente que dejaba su silueta completamente al descubierto. No hicieron falta palabras: el contraste de looks del posado hablaba por sí solo. Más tarde, Censori fue expulsada de la gala por ir desnuda.
Este es el más reciente y, sin duda, uno de los más impactantes, pero no se trata de un caso aislado, ni en la trayectoria de West ni en la historia. La mujer ha sido -y, tristemente, es- tratada en multitud de ocasiones como un objeto decorativo, un trofeo, una musa que el genio masculino moldea y exhibe a su antojo.


La musa: ¿inspiración o dominación?
Durante siglos, la mujer en el arte ha ocupado un papel pasivo: el de musa que representa un ideal de belleza moldeado desde la mirada masculina. En muchas ocasiones, especialmente a partir del siglo XIX en el arte occidental, la mujer pasa a ser una pieza más del decorado, una figura desprovista de voz y agencia. No es más que el reflejo de una estructura social que relega a la mujer a un ámbito exclusivamente privado y marca unos límites indelebles entre lo público y lo doméstico.
La mujer es un ser frágil, etéreo, silenciosa, paciente, inmóvil. Su función no trasciende más allá de ser bella, transmitir pureza e inspirar al hombre, como se observa, por ejemplo en el rostro de ‘El nacimiento de Venus’ de Botticelli, que corresponde a Simonetta Vespucci, o ‘Ofelia’ de John everett Millais, cuya inspiración fue Elizabeth Siddal.
Este último enlaza también con una visión realmente perturbadora sobre la belleza femenina y la muerte, que, además de en esta obra que representa el personaje de Hamlet, hemos leído en Pablo Neruda (“eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo”) o en Edgar Allan Poe (“la muerte de una mujer hermosa es, sin duda, el tópico más poético en el mundo”).


En otros casos, como el de la francesa Dora Maar, artista plástica, pintora y fotógrafa, o la artista surrealista rusa Elena Ivánovna Diákonova, más conocida como Gala, sus talentos fueron eclipsados por los de sus parejas, Picasso y Dalí, respectivamente, y han pasado a la historia por su rol de modelos. Del pintor malagueño sabemos que moldeó y luego destruyó emocionalmente a muchas de sus amantes, de la misma manera que Elvis Presley transformó a Priscilla en un ideal femenino construido bajo sus propias reglas para exhibir junto a él. La idea de dominación es definitivamente transversal.
Desde los emperadores romanos hasta los multimillonarios actuales, la «mujer trofeo» funciona como un símbolo de status. Su imagen es cuidadosamente diseñada y controlada para presentarla como una extensión más del poder y riqueza del hombre que la exhibe. Así sucede con Kanye West, pero pensemos en Trump.


Kanye West y el moldeado de sus parejas
Kanye West, a lo largo de su carrera, ha demostrado un interés particular en moldear a sus parejas bajo una estética específica, no solo en lo relativo a la moda, sino también en lo que tiene que ver con alimentación y actividad física.
Aunque son varias las novias que el rapero ha “exhibido”, una de las más populares es Kim Kardashian, con quien estuvo diez años y tuvo cuatro hijos. La celebrity ha hablado sin tapujos de la manipulación que sufrió en esta relación, incluyendo lo relativo a su estilo. Kardashian aseguró que, al principio de su noviazgo, West hizo una especie de purga en su armario: descartó todo aquello que no le gustaba para sustituirlo por diseñadores de su agrado.
Su siguiente novia pasó por el mismo ritual de iniciación: Julia Fox señaló que el rapero cambió por completo su vestidor en la segunda cita. Bianca Censori es la última “víctima” de la afición de West por, por decirlo suavemente, intervenir visualmente a sus parejas. Si a Kardashian le “refinó” el estilo y a Fox la vistió con atuendos realmente excéntricos, con Censori le ha dado por los invisible dress, que es una manera muy elegante de decir que va en bolas.


Censori lo muestra todo en sus apariciones públicas. Todo excepto su voz: no hace declaraciones, no concede entrevistas. Es el “bolso” de Kanye, ese objeto con el que el rapero completa su narrativa de productor poderoso, rico, dominante.
En un momento donde nuestra libertad y autonomía están en boca de todos habrá quien se pregunte si no estará eligiendo Censori libremente ese rol de mujer decorativa. Pero cuidado: es una trampa. La toma de decisiones femeninas en las sociedades patriarcales es más compleja.
Kanye West, al igual que muchos «genios» anteriores, podría argumentar que está creando arte a través de la imagen de su pareja. Sin embargo, cuando el arte se construye sobre la supresión de la identidad y la individualidad de otra persona, la cuestión deja de ser puramente estética y se convierte en una dinámica de poder.