Mujeres en la ciencia: el descubrimiento del orgasmo femenino se lo debemos a una princesa
¿Existía el orgasmo antes de nombrarlo? Por supuesto que sí, pero esta es la historia de una pionera en el camino hacia el placer femenino.
¿Qué tienen en común el orgasmo femenino y América? Tanto el continente como nuestro punto culminante de excitación existían antes de que un hombre blanco occidental los “descubriera”. Si Cristóbal Colón se tomó la licencia de proclamar a los cuatro vientos que había descubierto América, en el caso del orgasmo femenino fue Sigmund Freud el que se puso la medallita de identificar que, oh, sorpresa, las mujeres también tenemos orgasmos. Eso sí, con algún matiz, pues, a su juicio, había orgasmos femeninos buenos y malos. ¿Excuse me?
En el marco del Día de la mujer y la niña en la ciencia, que se celebra el 11 de febrero, te invitamos a que nos acompañes en esta historia de princesas científicas, señoros y mitos machistas. Porque, spoiler, en realidad fue una mujer quien identificó y puso nombre al orgasmo femenino. ¡Allá vamos!
Historia del orgasmo femenino: toda una revolución de palacio
Esta historia comienza en el siglo XX y tiene como protagonista a Marie Bonaparte, sobrina de Napoleón I, una princesa apasionada por el conocimiento y la sexualidad femenina. Que no te engañe su clase: aunque Bonaparte pertenecía a la realeza, llevaba una revolucionaria en su interior.
Parte de su rebeldía consistía en querer formarse en casi cualquier área de conocimiento -ciencia, literatura, idiomas-, pero también en la investigación de su propio cuerpo en una época en la que el placer femenino (y no digamos el orgasmo femenino) no era precisamente trending topic.
Tras varias aventuras amorosas, nuestra princesa científica se casó con un tipo que en la cama no le hacía ni cosquillas y pensó, claro, que la culpa era suya. ¿Cómo iba a ser aquello responsabilidad de un hombre? Nótese la ironía.
En este -espeluznante- escenario, Marie comenzó a investigar sobre la frigidez y se hizo varias preguntas: ¿el cuerpo de la mujer estaba programado para disfrutar del sexo igual que el de los hombres? ¿realmente estaban tocando la tecla adecuada?
Mujer y orgasmo: así fue la investigación de Marie Bonaparte
En el caso de los hombres, el orgasmo coincide con su función reproductiva por la eyaculación, pero… ¿qué pasa con las mujeres? Nuestra querida Marie empezó a preguntarse -como tantas veces no ha pasado a muchas- si el problema era suyo como mujer o es que había algo más.
El sexo se identificaba entonces únicamente con penetración, y con esa práctica el cuerpo de la mujer rara vez llegaba a alcanzar una gran excitación, a no ser que la distancia entre la vagina y el clítoris fuera muy corta. Si en la relación sexual (más por casualidad que por intención) se estimulaba esta parte, sí había fuegos artificiales. ¿Era esa la pista definitiva? Oh, yes.
Para confirmar su propia hipótesis, Bonaparte recopiló datos de más de 240 mujeres de París (¿os imagináis el tabú que debía suponer en aquella época hablar sobre placer femenino?). A partir de este estudio basado en consultas médicas, Marie concluyó que su teoría estaba en lo cierto: cuanto más cerca del clítoris, más posibilidades había de tener relaciones sexuales satisfactorias y de alcanzar el orgasmo femenino.
La única solución que parecía haber en aquella época para disfrutar de verdad de las relaciones sexuales era someterse a una cirugía que acercara ambas partes (sí, estás leyendo bien, menos mal que aquellas prácticas quedaron atrás). Fue un desastre: todas las terminaciones nerviosas del clítoris se anulaban, y el placer se esfumaba… ciao a los fuegos artificiales. Afortunadamente, y como muchas mujeres fueron descubriendo y practicando, había vida más allá de la penetración…
¿Y cómo nació el vibrador? Un origen nada feminista
Hasta comienzos del siglo XX, estuvo en boga el concepto de histeria femenina (¿a vosotras también os repele con solo leerlo?). Este término hacía referencia a una serie de síntomas relacionados con un útero enfermo (útero proviene del latín hystera): desfallecimientos, insomnio, espasmos musculares, fuertes dolores de cabeza e irritabilidad. Solo podemos decir WTF.
¿Y cómo conecta esto con nuestra historia orgásmica? Pues bien: resulta que la «cura» para esta enfermedad era por entonces la estimulación femenina con un masaje pélvico hasta alcanzar lo que no se podía llamar orgasmo porque no existía. Ya hemos hablado otras veces de la importancia de poner nombre a nuestras sensaciones físicas y emocionales para identificarlas, y este es un ejemplo más.
Los encargados de hacer este «masaje» eran los médicos, que no tardaron en cansarse e inventar un aparatito que les hiciera el «trabajo sucio». Así fue como nació el vibrador, con forma fálica (claro), batería y bajo prescripción médica. En solo 10 minutos aliviaba a las mujeres supuestamente enfermas (el nombre alternativo de consolador hace referencia a ese origen totalmente machista) y las dejaba relajaditas para seguir con su vida. El planteamiento nos pone los pelos de punta.
La llamada histeria femenina dejó de tratarse como una enfermedad a partir de las hipótesis de Sigmund Freud acerca de lo que les pasaba a las mujeres: ese malestar era debido a traumas reprimidos del inconsciente. Fue una de las bases de lo que hoy conocemos como psicoanálisis, aunque una base nada feminista.
¿Tipos de orgasmos? No hay orgasmos buenos y orgasmos malos
Freud -que fue maestro de Marie Bonaparte cuando esta se interesó por el psicoanálisis- formuló también su propia hipótesis en su obra ‘Tres ensayos sobre teoría sexual’ (1905). ¡Cómo iba a perder la oportunidad de opinar sobre nuestro placer un hombre blanco heterosexual occidental!
En este libro, Freud habla de dos tipos de sexualidad femenina: clitoriana y vaginal. Por supuesto, a sus ojos había una correcta y otra incorrecta. El orgasmo bueno es casualmente el que se alcanza con la penetración y el malo, el clitoriano, estaba a su juicio asociado a la masturbación y a las mujeres inmaduras. Once again, WTF!
Este mito, patriarcal y misógino, está todavía muy extendido en algunos círculos, aunque desde Bloom creemos no solo que todos los orgasmos so buenos, faltaría más, sino que es más fiel a la realidad -y respetuoso con nuestra sexualidad y nuestros cuerpos- hablar de orgasmos directos e indirectos. ¿Cuáles son tus favoritos?