La caída de ‘Sálvame’: cuando hablar de violencia machista en televisión es el principio del fin
La cancelación del programa evidencia las tensiones de un debate en torno al tratamiento mediático de la violencia machista
De lo que no se habla no existe. Es por eso que la emisión del documental de Rocío Carrasco, ‘Rocío, contar la verdad para seguir viva’ (2021), marcó un antes y un después a la hora de poner palabras y cara a la violencia machista en sus múltiples formas; la hija de Rocío Jurado compartió, a través de sentencias e informes oficiales, desde el maltrato físico a la violencia psicológica y vicaria vivida a manos de su expareja y padre de sus hijos, Antonio David Flores, también colaborador de ‘Sálvame’ hasta el momento de emisión del documental.
El testimonio de Carrasco supuso un verdadero boom mediático, seguido por más de 3,7 millones de espectadores en su primer programa, poniendo a la vez en el foco del debate la visibilización y posicionamiento social respecto a la violencia machista en España.
Unos debates que se materializaban tras la emisión de cada capítulo del documental, en un programa complementario liderado de forma alterna por Carlota Corredera y Jorge Javier Vázquez, a su vez presentadores de ‘Sálvame’ y también dos de las posiciones más críticas contra la violencia de género en el caso.
Sin embargo, esta disputa atravesada por múltiples implicaciones políticas en un contexto de creciente polarización ideológica en España respecto al feminismo y la violencia contra las mujeres, se reflejó en una caída gradual de audiencia durante su emisión. Una crisis que también repercutió al programa líder en las tardes de Telecinco, costándole el puesto a Corredera y preparando el terreno para su cancelación definitiva.
De víctima a mala madre: el cisma irreconciliable en la audiencia de Telecinco
Después de que un diario nacional filtrara la primicia, la cancelación de ‘Sálvame’ (con la etiqueta de “telebasura” incluida), líder de audiencia en la cadena en los últimos 14 años, no fueron pocos los medios que vincularon el fin del programa con el testimonio de Carrasco. No se equivocan cuando hacen referencia a un fractura irreconciliable en su audiencia; y es que Rocío habla abiertamente de temas tan sangrantes como la violencia física explícita (incluso estando embarazada), las infidelidades, el aislamiento familiar, el suicidio, la violencia psicológica y la violencia vicaria.
Sin embargo, la cuestión que fragmentó especialmente y de forma generacional a los espectadores fue, en realidad, la ruptura unilateral de la relación de Carrasco con sus hijos tras una brutal agresión de su primogénita, Rocío Flores. Esta última fue condenada por el Juzgado de Menores número 4 de Madrid por “maltrato habitual, amenazas e injurias” contra su madre, a la que dejó semiinconsciente.
En este punto, el debate social respecto a la violencia de género sufrida por Carrasco se vio en parte eclipsado por el dilema de si ella era, en realidad, mala madre. “Si no ha querido a lo que ha parido, no puede querer a nadie”, llegó a afirmar su propia tía, Rosa Benito, en mitad de la polémica. Una postura que, en realidad, compartía una amplia parte de la audiencia que llamó al boicot de Telecinco en redes sociales, como defensa a la hija de Carrasco.
Posicionarse ante la violencia de género pública y visceralmente
En este sentido, ‘Sálvame’ fue uno de los espacios centrales en el debate mediático del caso. Además, contaba con una particularidad que lo diferenciaba en la parrilla respecto a otros programas: su rotundo posicionamiento a la hora de condenar la violencia machista sufrida por Carrasco, pese a contar con colaboradores que llegaron a cuestionarla en el pasado, como Kiko Matamoros.
Y es que, en realidad, ‘Sálvame’ siempre ha sido un programa polémico a los ojos del resto de medios y la propia sociedad. Un magazine donde, desde hace años, se han tocado de forma pionera todo tipo de temas tabú (desde el sexo en todas sus formas hasta las adicciones, relaciones familiares conflictivas, vivencias de personalidades LGBTI, trastornos de salud mental, entre otros) a través de la crónica rosa, hablándose abiertamente como quizá no se haya hecho en ningún otro programa.
Y no realmente desde una posición divulgativa e informada, sino más bien como se habla cuando se habla en un salón de belleza o en la mesa a la hora de comer. Por esta razón, ‘Sálvame’ ha sido durante los casi últimos 20 años un reflejo de una sociedad que solo se encontraba referenciada y acompañada por el programa, que no tardó en convertirse en el líder del prime time.
El buque insignia de Telecinco ha sido previamente señalado en numerosas ocasiones como “gallinero”, “telebasura” o “telecirco” precisamente por el tono e intensidad de los debates y broncas entre colaboradores, las afirmaciones explícitas y el perder el miedo gradualmente a posicionarse también en el terreno político en los últimos años. “Este programa es de rojos y maricones, quien no lo quiera ver, que no lo vea”, exclamó Jorge Javier en 2020 en mitad de un argumento contra el, en ese momento, vicepresidente Pablo Iglesias.
«He vivido seguramente las partes de la historia más oscuras profesionalmente y personalmente a raíz de dar la cara por las mujeres, por Rocío y por las víctimas de la violencia de género»
Este estilo impulsivo no cambió cuando llegó el testimonio de Carrasco a la cadena, haciendo que presentadores y colaboradores no solo opinaran con cierta distancia sobre el tema, sino que también tomaron partido visceralmente respecto al mismo, con todo lo que eso conlleva. Este fue, de hecho, el motivo del despido de Corredera, según expresa la presentadora gallega en una reciente entrevista:
“He vivido seguramente las partes de la historia más oscuras profesionalmente y personalmente a raíz de dar la cara por las mujeres, por Rocío y por las víctimas de la violencia de género. Las cosas más terroríficas de mi vida me han pasado al ser la cara del documental de Rocío Carrasco. Hay mucha mierda, mierda muy dolorosa. Por desgracia, en este país una madre tiene que estar dos pasos por detrás de sus hijos”, indica la exdirectora del programa.
El debate en plató de ‘Sálvame’ se elevó en una efervescencia política (que también contó con la intervención y el apoyo de la Ministra de Igualdad Irene Montero), comenzando a evidenciar cada vez más la división de opiniones en el país, acrecentando una caída de audiencia que llegó a su mínimo histórico a finales de 2022.
“Está claro que nos ha perjudicado. También creo que era necesario dar voz a Rocío Carrasco y ofrecer su testimonio, que hasta ahora no se conocía”. Belén Esteban reconocía así en el programa la relación entre la crisis de ‘Sálvame’ y la emisión del programa de Carrasco, quien fuera vetada tras el cambio de directiva en Mediaset, junto a otros 12 personajes vinculados al llamado “Universo ‘Sálvame’”.
“Ahora mismo solo planea por la sombra que haya sido una decisión política y me genera una especie de incomodidad que me gustaría que, en realidad, no fuera por eso. No puede ser que ser libre y opinar diferente pase factura. Con el tiempo lo acabaremos sabiendo. Todas esas teorías de que eramos demasiado rojos y demasiado maricones… ¿En qué situación nos deja a todos como sociedad?”, opinaba estos días Laura Fa, colaboradora del programa, en su podcast ‘Mamarazzis’ del Periódico de Catalunya.
El tratamiento mediático de la violencia de género en España
Después de hablar del caso de Rocío Carrasco, es inevitable acordarse de la impunidad del testimonio de Ana Orantes, la primera mujer que acudió a un programa de televisión en 1997 -a ‘De tarde en tarde’ de Canal Sur- a contar su experiencia como una mujer que, junto a sus 8 hijos, había sufrido el maltrato de su marido durante 40 años. Ana se había casado con solo 19 años y, a los tres meses, sufrió los primeros malos tratos. En 1995 había conseguido el divorcio de su agresor, José Parejo, pero se veía obligada a compartir vivienda con él.
Solo 13 días después de acudir al programa, Ana fue asesinada por su exmarido, que la quemó viva después de anunciar su intención de vengarse por haberse atrevido a hablar públicamente de su caso. “¿Qué ha fallado? ¿Quién ha fallado? Nosotros hemos fallado a Ana como sociedad”, decía la presentadora Irma Soriano, tras anunciar el suceso en el programa.
El caso de Ana Orantes causó una gran repercusión y visibilización de la violencia machista en la sociedad española, consiguiendo también la remodelación del Código Penal, tipificando la violencia psicológica como una forma de malos tratos e impulsando la primera Ley Integral contra la Violencia de Género de 2004.
“¿Qué ha fallado? ¿Quién ha fallado? Nosotros hemos fallado a Ana como sociedad”
Con el paso de los años, diversos estudios demuestran cómo ha cambiado el tratamiento de la violencia de género, pasando de ser representado como problemas dentro del matrimonio o los incluso llamados “crímenes pasionales”, a ser interpelado como un problema social contra las mujeres, sin dejar de lado el tono sensacionalista y revictimizador aún presente. Sin embargo, la falta de visibilidad que se brinda a las mujeres supervivientes del maltrato también supone un obstáculo, en el sentido en que la audiencia incorpora la narrativa de este tipo de noticias como un elemento interiorizado y repetitivo en los matinales.
De este modo, el caso y el tono del testimonio de Rocío Carrasco, así como el compartido por los colaboradores y protagonistas de ‘Sálvame’, no solo ha supuesto un paso al frente en la visibilización de todo aquello de lo que no se habla cuando se habla de violencia machista en antena. También ha representado un desafío mediático que ha marcado un antes y después en la conversación, evidenciando las tensiones y hostilidades respecto a que estos debates se sigan teniendo en espacios de máxima audiencia fuera de los marcos en los que se ha movido siempre el debate sobre violencia de género en España.