¿Por qué a las mujeres nos gusta el true crime? Obsesión, catarsis o mecanismo de defensa

junio 22, 2025 Escrito por Sara G. Pacho

Licenciada en Sociología por la Universidad de Salamanca y en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid.

Revisado por el equipo de expertas de Bloom, plataforma especializada en salud femenina.

Basta echar un vistazo a los rankings de contenidos escuchados y vistos en las diferentes plataformas de podcasting y streaming para constatar que el true crime está viviendo su época dorada. Los programas, series y documentales de este género son la gallina de los huevos de oro: sus lanzamientos –sobre todo si tratan de casos especialmente mediáticos– son una apuesta segura, especialmente entre las mujeres. 

Ya en 2010 un estudio publicado por la Society for Personality and Social Psychology con el nombre “Captured by True Crime: Why Are Women Drawn to Tales of Rape, Murder, and Serial Killers?” (“Atrapadas por el true crime: ¿Por qué atraen a las mujeres las historias de violaciones, asesinatos y asesinos en serie?”) revelaba no solo esta tendencia, sino las razones: autodefensa, entender la psicología de los asesinos, detectar formas de manipulación… Lo que puede parecer una atracción morbosa podría ser, en realidad, una manera de protegerse de una posible agresión. 

True crime: qué es y por qué se ha convertido en un fenómeno

El true crime —literalmente “crimen real”— es un género narrativo basado en hechos criminales verídicos: asesinatos, desapariciones, fraudes, violaciones, casos judiciales o crímenes sin resolver. En contra de lo que pueda parecer, no se trata de un género nuevo, sino el renacer de un fenómeno que ya circulaba en forma de panfletos o pequeños libros que acompañaban a la prensa durante el siglo XIX. 

Alexandra y Mónica son dos mujeres de entre 36 y 39 años que no se conocen, pero, como tantas otras, comparten su afición por el true crime. Ambas citan ‘Crímenes Imperfectos’ como una especie de puerta de entrada a un género que, en versión de ficción ya conocían y consumían desde la infancia o adolescencia. Mónica habla de cierta predisposición a este tipo de contenidos porque en su casa, desde pequeña, su madre siempre veía series de policías, suspense o médicos (relacionados con la criminalística, en este último caso). Alexandra, por su parte, menciona las novelas detectivescas donde se duda de todo el mundo y al final el asesino es quien menos te esperas. 

¿Qué es lo que les llamó la atención a ambas? Coinciden en la curiosidad, en querer saber qué lleva a alguien a cometer un crimen. “También creo que me produce una sensación de control y de justicia que no se tiene en otras partes de la vida”, explica Alexandra, que añade que las historias que le han dejado mal sabor de boca son, precisamente, las que no se resuelven o no son capaces de dar una explicación plausible. 

Mónica completa esta perspectiva feminista: ella forma parte de un grupo de mujeres interesadas en comentar algunos de estos casos por Whatsapp periódicamente. Les interesa mucho el tratamiento tan distinto que reciben mujeres y hombres tanto en el papel de víctima como en el de asesino. “Cuando las mujeres son las víctimas se indaga en su vida personal y se exponen argumentos que casi justifican lo que le ha pasado: cómo iba vestida, dónde estaba, cómo era su vida sentimental o sexual…”, relata.

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Psst: les hemos pedido a estas dos «expertas» algunas recomendaciones. Alexandra menciona un documental llamado ‘Paradise Lost’ (disponible en HBO Max) y las miniseries ‘El Caso Asunta’ y ‘Wild Wild Country’ (ambas disponibles en Netflix). Mónica nos refiere a un caso que le resultó especialmente interesante de Criminopatía: “53. Ricardo Piris, apuñalado con un preservativo puesto”. 

El dato que no sorprende: las mujeres lideran el consumo de true crime

La mayoría del público que consume true crime de forma habitual son mujeres. Según un estudio de Kantar Group de 2024 del que han formado parte 10.000 consumidores de Australia, Brasil, China, Francia, Alemania, Sudáfrica, Corea del Sur, España, Reino Unido y EE. UU., el 46% de las mujeres se inclina por podcasts sobre crímenes, frente al 34% de los hombres, que se sienten más atraídos por contenidos sobre negocios (46% frente a un 37% de mujeres). En España, ‘Criminopatía’ (Podium Podcast) y ‘Crims’ (3Cat) suelen estar entre los más escuchados cada semana. En los últimos años, documentales como ‘The Jinx: The Life and Deaths of Robert Durst‘ (HBO Max), ‘Making a Murderer’ (Netflix) y ‘Bad Vegan’: fama, frases y fugas’, son algunos de los más populares. Otro lugar destacado ocupan miniseries sobre crímenes patrios muy mediáticos, como ‘El cuerpo en llamas’ (basado en “el crimen de la guardia urbana”), ‘El caso Alcàsser’, ‘¿Dónde está Marta?’ y ‘El caso Wanninkhof-Carabantes’ (todos ellos en Netflix). 

Un género dominado por mujeres

¿Qué tienen estos relatos violentos que atraen tanto a una audiencia femenina? Celia Herranz, graduada en Psicología y Criminología, alude a que en estos crímenes la mayor parte de las víctimas son mujeres, por lo que se genera cierta conexión. La descripción que se hace de estas, haciendo referencia a detalles de su vida personal, facilitan una identificación con la víctima que trasciende al caso concreto. Este punto es clave. Mientras que los hombres tienden a consumir más thrillers o ficción criminal protagonizada por detectives, las mujeres se inclinan por relatos reales con víctimas femeninas, asesinadas muchas veces por sus parejas, ex parejas o conocidos. En otras palabras: historias que podrían ser la suya.

Por otra parte, y tal como destacaban nuestras true crime lovers, “consumimos estas historias a modo de anticipación: cuanto más sepa sobre el tema, de alguna manera, más preparada me siento para afrontarlo si un día me ocurre a mí”, concluye Herranz. 

El true crime te puede producir la sensación de conocimiento de tu alrededor: te ves capaz de reconocer patrones, de ver más allá de las pruebas, y eso te hace sentir segura. Es como ser detective en la vida real. 

Celia Herranz, graduada en Psicología y Criminología

Pero ojo: esto también tiene su cara b. Consumir este tipo de contenidos puede hacer que nos obsesionemos y aumentar la ansiedad anticipatoria hasta el punto, quizá, de no querer salir sola a la calle a ciertas horas o por ciertos lugares.

Escuchar crímenes mientras cocinas: ¿morbo o catarsis?

Lejos de ser un guilty pleasure, escuchar true crime mientras cocinas e incluso para dormir (Alexandra mencionaba también que la forma de narrar típica de este género se asemeja un poco al ASMR), es una forma de mantener nuestra curiosidad innata. Este tipo de contenidos captan nuestra atención y nos hacen estar muy presentes en el relato, hasta convertirnos, como decía Herranz, en parte de la investigación y elaborar nuestras propias teorías. Como mujeres, influyen también la búsqueda de justicia y castigo, así como entender el funcionamiento de la mente humana. En este punto, Mónica nos explicaba por qué para ella son más interesantes los crímenes en los que las mujeres ocupan el papel de asesinas: “las razones por las que los hombres matan a las mujeres, desgraciadamente, ya las conocemos. Las razones por las que una mujer decide matar son más variadas y fascinantes”, señala. 

Y es que, este auge del true crime revela mucho más que una tendencia de consumo: habla de cómo se vive el miedo, cómo se ejerce el autocuidado y cómo se sobrevive al trauma cotidiano en sociedades atravesadas por la violencia hacia las mujeres. Ver, escuchar y analizar crímenes reales no es simplemente una forma de entretenimiento, sino también un espejo de nuestras vulnerabilidades. 

¿Estamos romantizando la violencia o recuperando el relato?

El boom del true crime también plantea dilemas éticos. ¿Se está romantizando la violencia? ¿Revictimizando a las personas reales detrás de estas historias? Se puede decir que la línea entre caer en el sensacionalismo y buscar la reparación, es muy delgada. Herranz alude al ejemplo del documental sobre Gabriel, paralizado tras la denuncia de la madre del pequeño al conocer que la asesina de su hijo iba a cobrar 300.000 euros por su participación en el proyecto. “La productora estaba dispuesta a hacer todo lo posible, incluso a saltarse la legalidad, con tal de contar con este testimonio, porque conocían el interés mediático del caso”, recuerda, reflexionando sobre cómo reciben este tipo de contenidos en las familias de las víctimas.

Y eso abre otro debate: ¿es ético consumir dolor real como entretenimiento? ¿Dónde se traza la línea entre la empatía y el voyeurismo? “Hay mucha gente que consume true crime como si fuera ficción, sin pararnos a pensar en la realidad que hay detrás de cada caso”, añade. 

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