¿Qué es la masculinidad tóxica? 10 señales para identificarla
La masculinidad en sí es una construcción social, pero puede llevar aparejadas una serie de actitudes tóxicas (de la violencia a la sobreprotección) que conviene detectar. ¡Toma nota!
La gala de los Premios Óscar de 2022 se recordará como esa en la que un actor -Will Smith- subió al escenario para abofetear en directo al presentador -el cómico Chris Rock- después de que este hiciera un ¿chiste? sobre la calvicie de su pareja -Jada Pinkett Smith-.
Poco después de este inesperado momento, Smith recibió la estatuilla al mejor actor por su papel en ‘El método Williams’ y aprovechó el discurso de agradecimiento para aludir al amor a la familia y para tratar de exculpar su reacción anterior con esta escalofriante afirmación: “El amor te hace hacer locuras”. Inserta aquí el emoji «ojos como platos».
Más allá del debate sobre si existen o no límites del humor, la bofetada de Smith a Rock vuelve a poner sobre la mesa qué es la masculinidad tóxica, tanto por la violenta reacción del actor como por el chiste del cómico que trataba de humillar a una mujer por un rasgo de su físico que, por cierto, está totalmente normalizado y aceptado entre los hombres. Aquí hay mucha tela que cortar, bloomer.
Qué es la masculinidad tóxica, ¿una construcción social?
Entendemos por masculinidad esa construcción social que se hace sobre lo que debe ser un hombre, cómo debe comportarse y cuáles deben ser sus actitudes. No tiene nada que ver con la biología: se trata de algo aprendido que surge incluso antes de nacer y que atribuye roles diferentes a los hombres y a las mujeres. Decimos que esta masculinidad es tóxica cuando se basa en prejuicios sexistas que sufrimos, por supuesto, las mujeres, pero que son dañinos para la sociedad en su conjunto y para los propios hombres.
El concepto masculinidad tóxica se asocia con la fortaleza y la virilidad. De ahí que los hombres parece que tengan vetado mostrar sus sentimientos (boys don’t cry, ya lo decían The Cure) o ser vulnerables (el hombre blandengue, ya lo decía el Fary en este, de nuevo, escalofriante documento. Sí a nosotras también nos parece increíble que eso se emitiera en la tele pública).
Igual que nosotras crecemos en un mundo que nos exige ser sensibles, complacientes, discretas, delicadas, maternales y coquetas, ellos se hacen mayores aspirando a ser el macho alfa de la manada y usando la violencia como recurso para resolver conflictos o como forma de expresión. Eso es lo que podríamos definir como masculinidad tóxica.
La misoginia y la supuesta supremacía de los hombres sobre las mujeres guarda una evidente relación con la violencia machista, pero también tiene que ver con que la tasa de suicidios masculina sea mayor que la femenina: ocultar las emociones significa también no saber gestionarlas ni pedir ayuda.
¿Hombres tóxicos? Actitudes a identificar
Cada día, en nuestras relaciones, a través de la publicidad o de los medios de comunicación, vemos ejemplos de masculinidad tóxica. De hecho, están tan integrados en el imaginario colectivo que muchas veces ni siquiera llaman nuestra atención.
¿Cómo identificar esos tics que nos señalan que estamos ante un gesto o acción de masculinidad tóxica? Aquí, con una chispa de ironía, va un compendio de «tipos de hombres tóxicos» (¡entiéndase el arquetipo!).
El violento
Cree que como hombre tiene el monopolio de la violencia y no duda en ejercerla, especialmente en aquellas situaciones donde se considera superior. Buenos ejemplos de esto son la violencia machista, la violencia homófoba o el bullying.
El que no tiene sentimientos
Le reconocerás porque es incapaz de mostrar miedo, tristeza o sensibilidad y, además, señala como “menos hombres” a quiénes sí que lo hacen.
El protector
Las mujeres de su familia son de su propiedad y tiene que sacar la cara por ellas para evitar que otros hombres las agredan física o verbalmente.
El seductor
Te mira y te conquista porque puede, pero no lo hace solo contigo, sino con todas. Es su naturaleza, como la tuya es sucumbir en exclusiva a sus encantos. ¿En serio, querido?
El egocéntrico
Le reconocerás porque está en el centro del universo y pretende estar en el centro de tus pensamientos. No solo aspira a tener el monopolio de tus preocupaciones, sino que se pone la medallita de rescatador.
El que cree en la magia doméstica
Lo sabe todo sobre cómo proteger a su familia, pero no tiene ni idea de cómo se pone la lavadora o a qué hora hay que recoger a la niña de las actividades extraescolares. La nevera se llena sola, el baño está limpio por gracia divina y la comida caliente a su hora es cosa de brujería.
El que explica cosas a las mujeres
Esta tendencia que conocemos como mansplaining consiste en explicar con toda la condescendencia del mundo cualquier tema a una mujer dando por hecho que nosotras no sabemos nada al respecto. A veces, hasta nos dan lecciones de feminismo, ¡el colmo!
El que ridiculiza a las mujeres
Da igual si lo que hace es lanzar un piropo envenenado (“tienes una sonrisa bonita a pesar de tener los dientes grandes”), utiliza a una mujer para mofarse de un hombre (“tu madre es [inserte aquí cualquier insulto]) o intenta quedar por encima en público con la afirmación “tú no sabes de lo que hablas”.
El que ocupa todo el espacio
¿Te has subido al metro y has tenido que hacerte chiquitita para dejar que el desconocido de al lado se espatarre a gusto? Es lo que conocemos como manspreading y hace referencia a cómo nosotras tenemos que ceder parte de nuestro espacio para que ellos lo invadan.
El que hace luz de gas
Es presuntuoso y manipulador, y su comportamiento provoca que la otra persona se sienta insegura.
¿Pueden esas actitudes de masculinidad tóxica convivir en una sola persona? ¿Y estar presentes en alguien a quien queremos o con quien convivimos? Por supuesto: como decíamos al principio, la masculinidad es una construcción social y muchos de esos comportamientos son aprendidos. ¿La buena noticia? Que ellos también pueden deconstruirse y deshacerse de esas actitudes. Y, ante todo, es fundamental recordar la importancia de abordar las relaciones tóxicas (y salir de ellas si nos hacen daño), ya sean de pareja o de amistad.