#NotAllMen: qué hay detrás de un hashtag que ya casi tiene la categoría de meme
Si no fuera por lo dramático de la situación, en realidad nos haría mucha risa que, cada vez que hay un caso de violencia contra las mujeres, antes de condenarlo salga un señor (o varios) a recordarnos que no todos son iguales
¿Qué tendrá la violencia machista que, cada vez que salta un caso (algo que por desgracia ocurre a diario), hay un montón de hombres que se sienten atacados? El hashtag #NotAllMen, traducido como «no todos los hombres», comenzó siendo un inoportuno recordatorio de que no todos los hombres matan, o violan, o maltratan. Es que solo faltaba, la verdad. Lo que pasa es que, en realidad, este “inocente” hashtag lo que hace es desviar la atención de lo que debería ser un diálogo honesto y un poquito de autocrítica desde el sector masculino.
Basta asomarse a cualquier publicación de redes sociales donde se denuncia cualquier tipo de violencia sistemática ejercida por hombres contra mujeres para identificar rápidamente ese héroe que sale a decirnos que el feminismo les está metiendo a todos en el mismo saco, pero que para nada, que no todos los hombres son violentos, que no todos ejercen la violencia contra las mujeres, que no todos son agresores. ¿Gracias?
Nos gustaría pensar que es un reflejo de una bajeza intelectual tan grande que no distingue un señalamiento individual de lo que es una denuncia contra un problema estructural, pero en realidad hace tiempo que este hashtag se utiliza mucho en contextos sospechosos de negacionismo de la violencia machista, lo que nos hace pensar si no será una manera de minimizar la experiencia de las víctimas y poner otra vez en el foco (cómo no) al hombre. Pero no a ese hombre agresor, ese que no tiene rostro, ese que nadie conoce, que no tiene chats con amigos. No. El hombre bueno, ese que se dice a sí mismo que este problema no va con él.
Not all men, pero siempre men
¿Qué nos están queriendo decir estos hombres con ese #NotAllMen en realidad? Este hashtag nos indica su profunda incomodidad, su incapacidad por entonar el mea culpa (que a nosotras se nos da tan bien) para decir “sí, me admito como cómplice”. Porque no, not all men son agresores. Afortunadamente.
Pero muchos han sido testigos, han callado, han normalizado comentarios o conductas machistas. Porque not all men, pero siempre men. Claro que para eso tendríamos que suponer que estas personas que se desmarcan de la violencia jamás han reído un chiste sexista, ni han afeado a un amigo que esté compartiendo fotos íntimas sin consentimiento ni han tratado como inferior a una mujer por el hecho de serlo, y así un largo etcétera del que quien esté libre que tire la primera piedra.
Negar la existencia de un problema no lo resuelve. Cada vez que un hombre usa el hashtag #NotAllMen para eximirse de responsabilidad, alimenta la cultura del silencio y la inacción.
Y es que cuando los hombres callan frente a las actitudes de sus iguales están enviando un mensaje muy claro: estas conductas son aceptables. Es suficiente con asomarse a la cuenta de Cristina Fallarás (o cualquiera de las que han surgido a rebufo para denunciar violencias machistas desde el anonimato): la mayoría de las agresiones tienen poco que ver con callejones oscuros, con depredadores sexuales que lo llevan tatuado en la frente, con desconocidos. Gran parte de estos testimonios hablan de abusos y agresiones por parte de conocidos, amigos, familiares, parejas.
#NotAllMen, pero sí #AllWomen
Las cuentas fallan: todas nosotras o hemos vivido la violencia en nuestra propia piel o tenemos al menos un caso cercano, siendo muy muy escéptica. Sin embargo, ningún hombre tiene como amigo a un agresor. Sospechoso. Y es que no puede ser que not all men perpetúen la violencia, pero que todas las mujeres la hayamos experimentado en alguna medida.
El patriarcado, ¿un elefante en el salón?
Cuando hablamos del patriarcado no nos referimos a un ente abstracto que solo se aparece algunas noches del año. Es una red minuciosamente tejida a base de conductas, normas y complicidades que todos, todas y todes hemos aprendido y reproducido. Aunque durante muchos años en el imaginario colectivo ha calado la idea de que un agresor es un monstruo o un ser totalmente marginal, la realidad es que son hombres totalmente comunes.
No lo llevan escrito en la cara, ni son enfermos, ni locos, ni adictos. Son hijos sanos del patriarcado, de la cultura de la violación y de la banalización de la violencia. Que seamos nosotras las que nos tenemos que proteger de “ellos” y tener cuidado con dónde vamos, con quién, a qué hora y con qué ropa, solo nos indica que “ellos” rara vez revisan sus propias conductas. Y hace falta.
¿No quieres ser parte del problema pero sí de la solución? Para ello es esencial que, aquí sí, all men hagan una autocrítica honesta sobre sus propias conductas y privilegios, que identifiquen esos machismos cercanos y no callen, sino que que lo señalen incluso cuando sea incómodo, y que dejen de monopolizar el discurso para dejar que las mujeres nos expresemos en lugar de tratar de centrar la conversación de su propia inocencia.