Así es EMDR, la técnica que revoluciona el tratamiento psicológico del trauma

Este enfoque, respaldado por la ciencia, es muy eficaz para superar trastornos como el estrés postraumático, la ansiedad y la depresión

diciembre 27, 2024 Escrito por Sara G. Pacho

Redactora de Bloom especializada en salud femenina, estilo de vida y feminismo. Licenciada en Sociología por la Universidad de Salamanca y en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Máster en Comunicación como Agente Histórico-Social, especialidad en Lenguaje Audiovisual por la Universidad de Valladolid.

Revisado por el equipo de expertas de Bloom, plataforma especializada en salud femenina.

La terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR, por sus siglas en inglés, Eye Movement Desensitization and Reprocessing), reconocida por organismos como la Organización Mundial de la Salud y la Sociedad Internacional de Estudios de Estrés Traumático, ha marcado un antes y un después en el panorama de la salud mental en lo que se refiere a tratar el impacto de recuerdos traumáticos y otros problemas psicológicos. 

Aunque últimamente estamos escuchando mucho hablar de ello, fue desarrollada a finales de los 80 por Francine Shapiro, una psicóloga estadounidense que se interesó por indagar en la conexión entre los movimientos oculares y los recuerdos perturbadores persistentes. Su tesis, publicada en 1989, evolucionó hasta un proceso psicoterapéutico que es lo que hoy en día conocemos como EMDR.

Sostiene que, si bien nuestro sistema nervioso está diseñado para integrar incluso las experiencias vitales más difíciles, algunos eventos especialmente intensos o traumáticos pueden bloquear su funcionamiento natural. El resultado es un recuerdo almacenado, pero “no elaborado”, que, lejos de ser una fuente de aprendizaje, puede dar lugar a problemas en el presente, cuando algo que sucede nos devuelve a ese evento traumático sin procesar. 

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Qué es el EMDR y en qué se diferencia de otras terapias

Ana Lucas, psicóloga especializada en esta técnica, nos explica que se trata de una terapia que ayuda a reprocesar esas experiencias traumáticas, evaluando cuál ha sido su impacto en el sistema nervioso y las redes neuronales. Se hace a través de estimulación bilateral (como movimientos oculares, sonidos alternados…), lo que permite releer estas vivencias a partir de una información más objetiva, para conseguir esa regulación del sistema nervioso.

“Su diferencia con otras terapias es que el EMDR trabaja integrando los tres cerebros -explica-: el instintivo (tronco del encéfalo), el emocional (sistema límbico) y el racional (neocórtex). De esta manera no solo aborda pensamientos o emociones, sino que reorganiza la información a nivel profundo, ayudando a sanar desde la raíz de la experiencia”. 

El EMDR es una terapia beneficiosa para tratar multitud de trastornos como la ansiedad, la depresión, las fobias, las adicciones y lo que en psicología se conoce como “duelos complicados” (aquellos cuya intensidad no disminuye pasado un año).

Su enfoque integral permite tratar la memoria traumática, así como las conexiones entre esta y otras experiencias previas. Los cambios, según asegura la especialista, se ven desde el primer día que empiezas a reprocesar en las sesiones: se incorporan de forma natural y automática en la vida de la persona y no hay vuelta atrás. “Yo siempre digo que es como montar en bicicleta: una vez que aprendes, no puedes dejar de saber”, añade.

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El potencial transformador del EMDR

Lucas explica que se interesó por esta terapia en la carrera, cuando en una supervisión de casos escuchó que un niño de 9 años con enuresis había conseguido dejar de hacerse pis “moviendo los ojos”. ¿Qué estaba ocurriendo a nivel psicológico o neurológico para lograr este resultado? Años más tarde, se formó en EMDR, lo que, según relata, supuso un antes y un después en su manera de trabajar. “Cambió mi forma de ver al paciente, de entender sus síntomas y de abordarlos en consulta. Me di cuenta de que no solo ayudaba a procesar recuerdos traumáticos, sino que tenía un impacto profundo en el sistema nervioso, reorganizando la información atrapada y promoviendo la autorregulación”, explica. 

“Entender que somos un todo integrado, en el que nuestro cuerpo, emociones y relaciones están interconectados, cambió mi visión de la terapia. Ahora trabajo ayudando a las personas a sanar desde la raíz de sus síntomas, regulando no solo su mente, sino también su forma de ser, estar y relacionarse con su entorno”.

Ana Lucas, psicóloga especializada en EMDR

La base científica del EMDR

Hoy en día hay tanto intrusismo y tantas técnicas supuestamente psicológicas que podemos caer en el escepticismo. Ahí es donde entra la ciencia para “separar el grano de la paja”. El EMDR se fundamenta en la teoría del “Procesamiento Adaptativo de la Información” (PAI), que sostiene que las experiencias traumáticas se quedan “atascadas” en el sistema nervioso, lo que impide una integración adecuada y provocando síntomas como ansiedad, estrés postraumático o fobias.

Según explica la psicóloga, son numerosas las investigaciones que han demostrado su eficacia a la hora de abordar el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT): “Estudios de neuroimagen revelan que el EMDR activa regiones del cerebro relacionadas con la memoria y la regulación emocional, como el hipocampo y la corteza prefrontal, lo que promueve una reorganización neuronal más adaptativa”, señala. 

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La Asociación EMDR España, junto con otras entidades internacionales, promueve un uso ético y efectivo de esta terapia e incide en que esta terapia solo se aplique por profesionales debidamente acreditados. 

Cómo es una sesión de EMDR

Una sesión de EMDR no es muy diferente a cualquier otra sesión de terapia: la paciente comparte lo que le ocurre y la profesional le acompaña para explorar y comprender sus dificultades. Lo que diferencia esta técnica es el abordaje de la terapeuta: cómo interpreta los síntomas del presente y los conecta con experiencias pasadas, la construcción de la personalidad y las respuestas de su sistema nervioso.

En esta fase de reprocesamiento de la información, única del EMDR, la profesional guía a su paciente mientras realiza movimientos oculares (u otras formas de estimulación bilateral) para activar el cerebro y permitir que integre “información más saludable”. Este proceso, según narra la psicóloga especializada en la técnica, facilita un cambio profundo en el sistema neuronal, libera esos recuerdos atrapados que generan malestar y los reorganiza de forma adaptativa. 

Respecto al número de sesiones necesarias, no existe una pauta, sino que depende de cada persona y sus necesidades específicas. Mientras que algunas personas pueden notar mejoras a las pocas sesiones, otras requieren de más tiempo para integrar sus experiencias.

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