Asertividad sexual y consentimiento: todo sobre la cara más emocional de las relaciones
Este concepto hace referencia a la capacidad de expresar a otras personas nuestros sentimientos y necesidades, pero ¿lo aplicamos de verdad al ámbito sexual?
Es una de las cualidades de moda: todo el mundo habla de qué significa tener asertividad (en general, pero también asertividad sexual) y de cómo trabajarla. Y es que para muchas de nosotras no es nada fácil ser asertivas: la mayoría hemos crecido en una sociedad que nos prefiere calladas y complacientes, sin voz, sin capacidad de expresar lo que queremos (o no queremos) o necesitamos. Basta ya: ha llegado el momento de dejar de ser lo que se espera de nosotras para preguntarnos realmente qué queremos ser y actuar en consecuencia.
Ser asertivas en la vida nos ayuda a respetarnos y estar más a gusto con las decisiones que tomamos, pero… ¿qué pasa en el plano sexual? ¿Somos asertivas también cuando se trata de tener relaciones?
Te contamos cómo se relacionan estos conceptos con la ayuda de Laura Cámara (@lauracamara.ginesex), sexóloga colaboradora de Bloom que siempre está dispuesta a darnos su punto de vista de experta.
Asertividad sexual: ¿cómo ponerla en práctica?
El concepto de asertividad tiene una especie de entidad propia si lo llevamos al plano sexual. Si bien podemos identificar qué comportamientos son asertivos o no en, por ejemplo, un entorno de trabajo, cuando nos referimos a las relaciones sexuales no nos resulta tan sencillo. Y es que, como dice Laura Cámara, podemos ser auténticas jefazas en el plano laboral y no saber cómo trasladar esos comportamientos al sexo.
La asertividad sexual tiene mucho que ver con la comunicación, tanto con la pareja como con nosotras mismas. Esto requiere también de una pequeña reflexión por nuestra parte: ¿qué nos gusta? ¿Qué nos hace sentir placer? Parecen preguntas sencillas, pero a muchas de nosotras nos pueden romper los esquemas. Total, a nosotras no nos gusta el sexo y solo prestamos nuestro cuerpo para que otros sientan placer, ¿no? Léase con ironía, ¡por supuesto!
La asertividad sexual hace referencia, por ejemplo, a tomar la iniciativa en los encuentros sexuales y expresar lo que nos gusta (¡y lo que no!), pero también a comentar qué anticonceptivo queremos utilizar (o dejar de utilizar).
Consentimiento y sexualidad
Esto nos lleva directamente al tema del consentimiento. Con la asertividad en el sexo tenemos que hilar muy fino: no consiste solo en convertirnos en Google Maps y ser capaces de guiar a nuestra pareja por nuestros lugares más placenteros, sino también en ser capaces de decir “eso no me gusta” u “hoy no me apetece que tengamos relaciones”.
Es necesario que trabajemos la autoridad también en este campo para ser capaces de expresarnos alto y claro y dejar de lado las prácticas que no nos benefician o interesan solo por quedar bien o complacer a otra persona. En este sentido, Laura nos señala la importancia del trabajo personal para saber lo que necesitamos y lo que no y vivir, por tanto, nuestra sexualidad de una manera más consciente. Este es el primer paso para que sea, además, más placentera y saludable: “Si algo es bueno para ti y cuida de ti, ponerlo por delante te beneficia”.
Asertividad en pareja
La asertividad se vive de diferente manera si se trata de cambiar una rutina establecida con alguien con quien compartimos la vida desde hace mucho tiempo (por ejemplo, plantear el cambio de anticonceptivos) que si hablamos de una persona a la que no conocemos mucho o con la que tenemos encuentros esporádicos. Sin embargo, en ambas situaciones podemos sentirnos muy libres o muy encarceladas. Por eso, entrenar la asertividad a nivel global, como cualquier otra faceta de nuestra personalidad, es bueno para nosotras.
Laura nos propone hacer un ejercicio consciente después de tener una relación sexual en el que nos hagamos preguntas a modo de evaluación. ¿Ha ido todo como he querido? ¿Me ha gustado? ¿Me he sentido incómoda con algo? Nuestras respuestas nos pueden ayudar a anticiparnos y a pensar cómo decir aquello que queremos o no queremos, qué palabras utilizar, en qué momento hacerlo, etc.
Otro ejercicio, válido para otros ámbitos de la vida, es ponernos en el peor de los escenarios y pensar qué pasaría entonces. Si yo le digo a mi pareja que no quiero tomar más anticonceptivos hormonales y que prefiero que volvamos a utilizar el preservativo, ¿qué pasará? Es solo un ejemplo, pero si la respuesta a esta pregunta te lleva a lugares oscuros… Ahí no es.
En definitiva, es esencial empezar a derribar nuestros propios muros para crear relaciones saludables, donde haya confianza y buena comunicación porque una pareja sana es la que es capaz de expresar lo que quiere.