Sexualización temprana y miedo: así es la combinación explosiva con la que crecemos las mujeres
Desde la infancia, niños y niñas recibimos mensajes diferentes en función de nuestro género
Nosotras aprendemos a ser cuidadosas, prudentes, a evitar comportamientos que se consideran provocadores y a protegernos de “ellos”. Sin embargo, a los niños no se les educa para no convertirse en un violador en potencia (aunque la frase suene fuerte). Ellos no crecen con el miedo a convertirse en un agresor, no reciben mensajes para evitar padecer esa masculinidad tóxica.
Las enseñanzas “preventivas” nos enseñan que el mundo es un espacio lleno de amenazas, lo que se traduce en no sentirnos libres ni seguras en muchos lugares, compañías y horarios. Para saber más sobre este tema, hemos recurrido a dos expertas en psicología y sexología: Emma Ribas, especializada en salud integral de la mujer, sexualidad y autoestima, y Natalia Cachafeiro, experta en educación sexual. Contamos también con la ayuda de Natalia Martínez, que, además de ser sexóloga, trabajadora social y agente de igualdad, es una de las responsables de Va de Cuentos, un proyecto que promueve una educación basada en el respeto total a las necesidades de la infancia con varias líneas de actuación.
Es por nuestro bien… ¿o no?
Hasta ahora hemos “comprado” la idea de que tenemos que protegernos de ciertas personas, situaciones y momentos del día, pero hace ya tiempo que queremos que se deje de poner el foco en la víctima. Este tipo de mensajes, según explica Ribas, nos hacen pensar que el sexo es algo a lo que debemos temer. Porque podemos quedarnos embarazadas. Porque nos pueden violar. “No te permite ser tú misma», explica Ribas. Lo contrario, según su experiencia en consulta, no solo nos aísla y nos “desempodera”, sino que nuestro propio cuerpo lo manifiesta en forma de disfunción, como vaginismo, dispareunia o anorgasmia.
Hemos aprendido la cultura de la violación, el porno ‘mainstream’, lo que nos hace pensar que lo que queremos es un empotramiento y que tenemos que tener relaciones aunque no tengamos deseo.
Sexualización temprana y autopercepción
Desde una edad bien temprana, a las mujeres se nos enseña que nuestra apariencia es un elemento de juicio y que nuestro cuerpo será objeto de miradas y comentarios. Esta sexualización prematura y el miedo que genera no solo condicionan la percepción de nuestra propia identidad, sino también nuestras relaciones y comportamientos.
Coinciden las profesionales en señalar que el principal problema de la sexualización es colocar a la mujer como un objeto. Ribas apunta que esto afecta a la propia imagen corporal porque aprendemos, de forma consciente o inconsciente, a vernos en la mirada del otro. “Tener que cumplir con un canon de belleza te lleva a la exigencia, a valorarte solo por esto, a intentar todo el rato gustarle a otra persona. Y ahí se nos olvida la autoescucha y el autoplacer”.
El miedo a la «primera vez»
Las primeras experiencias sexuales son importantes a la hora de aprender a vivir nuestro cuerpo y el del otro y a cómo queremos continuar explorando en el futuro. En nuestro caso, es un momento profundamente marcado por las expectativas de género y el miedo. Aprendemos que es una especie de punto de no retorno que va a definir nuestra sexualidad y eso hace que nos sintamos realmente presionadas sobre cómo debemos actuar o lo que se espera de nosotras, cuando debería ser un momento de curiosidad y libertad.
Por otro lado, a muchos hombres se les educa para ver esta primera experiencia como una prueba de su virilidad. Esta presión que también ellos sufren les coloca en un lugar con frecuencia egoísta. Si, además, su guía de aprendizaje ha sido el porno, apaga y vámonos.
Cachafeiro enfatiza en desterrar la idea de «la primera vez», ya que hay muchas primeras veces: la primera vez que me exploro sola, la primera vez que alguien me ve desnuda, la primera vez que nos damos un beso, la primera vez que hacemos esta práctica o la otra… “Solemos reducirlo todo a la primera penetración y la sexualidad es mucho más que eso -advierte-. Además, es importante la primera vez que hacemos algo, pero también la segunda, la tercera, con quién lo hacemos, por qué, dónde…”.
Las mujeres solemos compartir más nuestras experiencias con amigas, nos informamos en otras fuentes, mientras que los hombres suelen confiar más en el porno y lo toman como un modelo a seguir cuando realmente está más cerca de una película de ciencia ficción que de un vídeo educativo.
Según la experiencia recogida por las compañeras de Va de Cuentos, los miedos siguen muy centrados en el embarazo, como si las ITS estuvieran erradicadas. “La mayoría de los métodos anticonceptivos están orientados a personas con vulva, y muchos son hormonales. Nos encontramos con niñas de tan solo 12, 13 o 14 años que ya están tomando anticonceptivos hormonales para evitar embarazos, cuando, en realidad, las personas que menstruamos somos fértiles como mucho 48 horas al mes, mientras que quienes eyaculan son fértiles todos los días del año”, indica Martínez.
¿Es posible cambiar esta narrativa del miedo?
Otro de los temores más comunes son las violencias que pueden surgir tanto durante las relaciones sexuales como en otros ámbitos más cotidianos de la vida, como el simple hecho de volver a casa solas: lo hacemos con las llaves en la mano, el teléfono móvil con un número marcado y, por supuesto, todas enviamos y recibimos el mensajito de “he llegado a casa”.
Se extiende esta rutina a las aplicaciones de citas: entre nosotras tenemos la costumbre de avisarnos sobre dónde estamos, adónde vamos y con quién hemos quedado. Son hábitos súper normalizados que actúan como recordatorio constante de la amenaza a la que estamos expuestas.
Para nosotras, salir de noche o tomar un taxi sola es una actividad cargada de planificación y estrategias de autoprotección, mientras que para muchos hombres es una experiencia cotidiana sin mayores preocupaciones.
¿Podemos cambiar esos aprendizajes desde pequeñas para vivir la sexualidad de forma más natural, positiva y respetuosa? Este es el enfoque de los talleres que Va de Cuentos imparte tanto de forma online para docentes, padres y madres, como de manera presencial en coles, ayuntamientos y bibliotecas: hay prevención, pero el foco no se pone en las miserias, si no promocionar valores que fortalezcan la infancia y la adolescencia. “Ponemos especial énfasis en aprender a poner límites -comenta Martínez-, que los niños y niñas sepan identificar y expresar tanto lo que quieren como lo que no”.
Lo hacen desde bien pequeñxs, cuando les animan a nombrar todas las partes de su cuerpo y señalar cuáles son aquellas que pueden ser tocadas por cualquiera, cuáles solo por personas de confianza y cuáles no deben ser tocadas por nadie sin su permiso. También aquí tratan qué secretos son “buenos” y cuáles son “malos”, para que aprendan que no deben guardar en silencio aquello que les incomoda o hace daño.
Esto conecta con el trabajo de la autoestima en estos talleres, tanto general como corporal, como una herramienta con la que protegerse y leer qué situaciones no son adecuadas, así como la aceptación del rechazo: si aprenden a poner límites también tienen que aprender a respetar los de los demás y gestionar la frustración cuando alguien les dice que no.
Aunque nuestro enfoque principal es el fomento de valores, también dedicamos un espacio a la prevención de la violencia a través de la literatura. Utilizamos cuentos infantiles, juveniles y novelas gráficas que reflejan experiencias reales de personas que han vivido estas situaciones, para que puedan identificarse y aprender de manera segura.
La aspiración es que las relaciones se basen en el deseo mutuo y no en el consentimiento, un tema clave en la adolescencia. Aquí el foco se pone en que no solo ha de ser explícito, sino que en ciertas situaciones -como en casos de diferencia de edad, consumo de sustancias, etc- puede no ser real. “También subrayamos que no siempre hace falta fuerza física para que sea violencia: la presión psicológica y los contextos desiguales también cuentan”.