Desde el aula: ¿qué pueden hacer los profesores para combatir el acoso escolar?
El acoso escolar afecta gravemente a la salud mental de niños y adolescentes. ¿Cuentan los docentes con las herramientas para prevenirlo y frenarlo desde el aula?
El acoso escolar o bullying es una realidad muy dolorosa que cada año deja secuelas duraderas en millones de estudiantes de todas las edades. Aunque cueste creerlo, según el último informe realizado por la Fundación Mutua Madrileña y la Fundación ANAR sobre el acoso escolar en España, el 9,4% de los alumnos afirma que él o uno de sus compañeros está sufriendo acoso escolar y/o ciberbullying y uno de cada cinco profesores asegura conocer casos de acoso escolar y/o ciberbullying en su centro escolar.
Es importante tener claro que el acoso escolar va mucho más allá de una serie de incidentes desagradables o peleas entre estudiantes; es una situación de abuso de poder que, cuando no se aborda a tiempo, puede provocar efectos devastadores para la salud emocional, mental y, por supuesto, académica de quienes lo sufren. Entre otros problemas, los jóvenes víctimas de bullying suelen desarrollar ansiedad, depresión e incluso síntomas de estrés postraumático que, en algunos casos, pueden acompañarlos durante toda su vida.
Las consecuencias del acoso escolar no se limitan a la etapa de colegio o instituto. El impacto del bullying en la infancia puede repercutir en la salud mental y física de la persona a lo largo de su vida, afectando su autoestima, sus relaciones y su bienestar general.
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Los profesores conviven con los estudiantes a diario en el entorno escolar, por eso pueden tener un papel fundamental en la prevención y el tratamiento del bullying. Pero no siempre es fácil. Para que esta labor sea realmente eficaz, los profesores deberían contar con herramientas específicas y una formación válida que les permita abordar el problema con sensibilidad, conocimiento y firmeza.
El acoso escolar, un problema real en las aulas
Según datos de la UNESCO, al menos el 32% de los estudiantes en el mundo han sufrido acoso escolar en algún momento. En Europa, tal y como indica el Estudio sobre el comportamiento de la salud en niños en edad escolar (Health Behaviour in School-aged Children, HBSC) que realiza la OMS en colaboración con UNICEF, los porcentajes oscilan entre 15% y el 25%, dependiendo del país.
En lo que respecta a España, gracias al informe del Ministerio de Educación y Formación Profesional elaborado por el Observatorio Estatal de la Convivencia Escolar, sabemos que el 9.53% de los estudiantes de secundaria han reportado haber sentido acoso, mientras que el 9.2% ha sufrido ciberacoso en algún momento. Cuando han presenciado una situación de acoso, el 30,9% de los alumnos y alumnas indica habérselo comunicado a un profesor, el 20,17% a un familiar y el 14,8% a un compañero. Además, el 9,83% señala haberse enfrentado al acosador y el 7,17% no supo qué hacer.
Pero, ¿qué diferencia un caso de acoso escolar real de un conflicto entre estudiantes? La diferencia está en la intencionalidad de hacer daño, en la repetición de las agresiones y en el desequilibrio de poder entre la víctima y el acosador. Ahora bien, estas agresiones pueden ser físicas, verbales o psicológicas, y todas ellas dejan huellas que pueden afectar profundamente a los niños o jóvenes.
A corto plazo, las víctimas afectadas manifiestan problemas como ansiedad, depresión e inseguridad, lo que impacta directamente en su rendimiento académico y también en sus relaciones personales y sociales. De hecho, según la OMS, las víctimas de acoso son más propensas a sufrir trastornos de salud mental en su vida adulta, incluyendo depresión crónica, trastornos de ansiedad y problemas de baja autoestima.
¿Se puede prevenir el acoso escolar desde las aulas?
La prevención del acoso escolar es una herramienta poderosa, que comienza en el aula y debería ser una prioridad para los profesores y los centros educativos. Crear un entorno en el que cada estudiante se sienta valorado y seguro no solo reduce las posibilidades de acoso, sino que promueve habilidades sociales y de convivencia para toda la vida.
Algunas estrategias prácticas para crear un entorno seguro y de respeto:
- Fomentar una cultura de respeto mutuo: organizar actividades que fortalezcan el sentido de comunidad, como juegos en equipo, debates o reflexiones grupales sobre la convivencia. Estas dinámicas ayudan a los estudiantes a comprender la importancia del respeto y a sentirse parte importante de un grupo.
- Establecer normas de convivencia claras: definir junto a los estudiantes reglas de respeto y cuidado mutuo. Participar en el establecimiento de las normas motiva a los alumnos a comprometerse y aumenta la probabilidad de que respeten estas normas.
- Implementar programas de prevención específicos: iniciativas que enseñen a los estudiantes a identificar y actuar correctamente ante un caso de acoso propio o de un compañero.
- Realizar dinámicas de apoyo entre compañeros: promover que algunos estudiantes asuman roles de apoyo para quienes lo necesiten, ayudando a reducir el aislamiento y fomentando una red de solidaridad dentro del aula.
Claves para identificar el bullying o acoso escolar
Es importantísimo que los educadores aprendan a detectar los casos de acoso lo antes posible, pero no suele ser sencillo porque es habitual que las víctimas oculten el bullying por miedo a posibles represalias, por vergüenza o simplemente por el convencimiento de que hagan lo que hagan, nadie les va a ayudar.
¿Cómo se puede identificar un caso de bullying en el aula? Buscando señales de alerta, ya que algunos cambios sutiles en el comportamiento de los estudiantes podrían indicar acoso.
Por ejemplo, un estudiante que solía ser sociable y activo puede volverse de repente reservado, nervioso o ansioso, sobre todo durante el recreo o a la hora de salir del centro educativo. También es un comportamiento habitual de las víctimas de bullying intentar evitar ciertos lugares o actividades, o que prefieran permanecer solas.
Además, el acoso escolar a menudo afecta el rendimiento académico. Un estudiante que muestra dificultades de concentración o un claro descenso en sus calificaciones podría estar enfrentando problemas emocionales relacionados con el bullying. Otros signos pueden incluir síntomas físicos como dolores de cabeza o problemas estomacales, señales de ansiedad o dificultades para dormir. Estas manifestaciones, aunque no siempre son prueba definitiva de acoso, deberían alertar a los docentes para investigar más a fondo la situación y actuar en caso necesario.
Qué puede hacer un profesor ante un caso de acoso escolar o bullying
A pesar de los esfuerzos de prevención, el bullying puede llegar a ocurrir incluso en entornos muy supervisados. Cuando esto sucede, la intervención rápida y estructurada es fundamental para proteger a la víctima y frenar el comportamiento agresivo del acosador y los docentes tienen un papel esencial desde las aulas.
Estrategias de intervención para docentes:
- Escuchar a la víctima: la primera acción debe ser ofrecer a la víctima un espacio seguro para expresarse sin juzgar ni minimizar su experiencia. Validar sus sentimientos es crucial para que se sienta apoyada y comprenda que no está sola en esta situación.
- Trabajar con el agresor de forma constructiva: la intervención no debe centrarse solo en la víctima; también es fundamental trabajar con el agresor desde una perspectiva de empatía y corrección. Esto implica ayudarle a comprender el impacto de sus acciones y, en casos graves, involucrar a orientadores y especialistas en salud mental.
- Actuar de forma consistente: los estudios han demostrado que intervenir de manera rápida y constante puede reducir la duración y gravedad del acoso escolar, además de enviar un mensaje claro de que el centro educativo no tolera el bullying.
Desafortunadamente, los educadores demasiado a menudo están muy lejos de contar con una buena formación específica para enfrentarse al acoso escolar. Tal y como revela el informe del Ministerio de Educación y Formación Profesional de España elaborado por el Observatorio Estatal de la Convivencia Escolar, el profesorado demanda mayor formación. De hecho, en muchos programas de formación la capacitación para manejar los casos de bullying es insuficiente o directamente inexistente, por lo que los profesores no tienen herramientas para reconocer las señales de alerta o actuar con la rapidez que requieren estos casos.
Además de la falta de formación, la sobrecarga de trabajo suele ser otra barrera importante para los profesores. Muchos alumnos por aula y escaso tiempo de tutorías o convivencia con los estudiantes hacen que resulte imposible tratar a cada alumno de forma individualizada o de implementar programas de prevención y actividades que fortalezcan el respeto y la empatía en el aula.
Para el colectivo docente, la falta de apoyo institucional y de recursos específicos agrava mucho más las dificultades.
Existen muchos centros educativos que carecen de orientadores y especialistas en salud mental, lo que impide una intervención completa y personalizada. Sin el apoyo de estos profesionales, los docentes tienen menos opciones para abordar el bullying de manera integral y no pueden ofrecer una asistencia al acosador y al acosado.
Los profesores son figuras clave en la lucha contra el acoso escolar, pero no pueden estar solos en esta batalla. Es una responsabilidad compartida que involucra a las familias, las instituciones educativas y la sociedad en general. Solo con un enfoque colaborativo es posible erradicar el acoso escolar y garantizar un entorno seguro para todos los estudiantes.