
Cuando el amor no paga el alquiler: cómo la crisis de la vivienda está redefiniendo nuestras relaciones
La falta de oportunidades para acceder a la vivienda está transformando muchas relaciones sentimentales. ¿Es amor o conveniencia?
En la España de 2025, el amor y la vivienda están más entrelazados que nunca. Inevitablemente, muchas relaciones de pareja se mueven bajo la batuta del mercado inmobiliario, donde cada vez hay menos oferta y más demanda y los precios de compra y alquiler alcanzan cifras récord, especialmente en algunas zonas como Madrid, Barcelona, Valencia o las Islas Baleares. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el Índice de Precios de Vivienda registró una variación anual del 11,3% en el cuarto trimestre de 2024, con un aumento del 12,3% en la vivienda nueva y del 11,1% en la de segunda mano.
Esta situación tan complicada está desencadenando en relaciones insólitas: parejas que, después de romper, siguen compartiendo casa porque no pueden costearse viviendas separadas; relaciones que se aceleran hacia la convivencia por necesidad económica y otras realidades como que el concepto de living apart together sea un lujo que (casi) nadie se puede permitir.
¿Estamos tomando decisiones sentimentales condicionadas por la economía? ¿Es posible mantener una relación saludable cuando tener un hogar se convierte en una trampa económica?
Crisis de la vivienda y relaciones de pareja: así se relacionan


Amor bajo presión: la vivienda como factor determinante en las relaciones
A comienzos de abril de 2025, en las principales ciudades de España hubo manifestaciones multitudinarias que reclamaban una vivienda digna para los ciudadanos, con una justa regulación de los alquileres, la ampliación de la vivienda pública y el fin de los desahucios sin alternativa.
Los datos del Colegio de Registradores de España dejan claro que el mercado inmobiliario está viviendo un momento dorado. En febrero, se realizaron 58.783 transacciones de viviendas en España con un 12,2% más interanual; y 38.350 préstamos hipotecarios, un 1,9% más que 12 meses antes. Y subiendo…. ¿Qué consecuencias tiene esto para los ciudadanos? Que cuando el precio de compra o alquiler de una vivienda sube muy por encima del poder adquisitivo medio de la población, se genera un desequilibrio que deja a muchas personas fuera del mercado.
Según el omnipresente portal inmobiliario Idealista, lo que nos espera a corto y medio plazo es parecido. “Los expertos prevén que el precio de la vivienda en España continúe en ascenso. Esto se verá impulsado por factores como la escasa oferta, la bajada de los tipos de interés, una inflación moderada y el incremento de la población por la llegada de inmigrantes, tanto con un alto poder adquisitivo para comprar viviendas de lujo como aquellos que vienen a cubrir trabajos menos remunerados. Estos no podrán acceder a la compra, limitándose así al alquiler de inmuebles. Esta dinámica no hará más que incrementar la demanda de vivienda en el mercado, manteniendo una presión sobre los precios”, indica el portal.
Además, en lo que respecta al alquiler, las 49 capitales analizadas por Fotocasa han alcanzado ya su máximo histórico en comparación con los años de la burbuja inmobiliaria. Ahí es nada.
Estos son los datos, pero es importante que seamos conscientes de que la crisis de la vivienda tanto de venta como de alquiler, no solo afecta a la economía del país, sino también a las decisiones personales y sentimentales de sus ciudadanos.
La cada vez más alarmante complicación para acceder a la vivienda nos está llevando a situaciones impensables hace años: parejas que se ven obligadas a convivir tras una ruptura por no poder asumir el coste de dos viviendas separadas, parejas que no pueden formar una familia porque no pueden vivir bajo el mismo techo o relaciones que se aceleran hacia la convivencia por pura necesidad económica.
Living apart together: un lujo reservado a privilegiados
El concepto de living apart together describe a parejas que mantienen una relación romántica y estable, pero que viven en casas separadas. Un concepto en tendencia y súper común en países como Suecia o Países Bajos que promete ser la solución ideal para no enturbiar la felicidad de las parejas.
El hecho es que esta posibilidad es prácticamente inviable en el contexto actual de España porque las políticas de vivienda y el mercado inmobiliario, simplemente, no lo permiten. La falta de viviendas asequibles y el aumento constante de los precios hacen que muchas parejas no puedan permitirse vivir separadas, incluso si lo desean. Esto obliga a muchas personas a tomar decisiones sentimentales condicionadas por la economía, lo que, sin lugar a dudas, puede tener consecuencias en la calidad y estabilidad de las relaciones.


Consecuencias emocionales y de salud mental de la convivencia forzada
Cuando hablamos de convivencias forzadas, no hablamos solo de logística, hablamos de emociones puestas al límite. En una ruptura, lo sano y necesario es poder tomar distancia: recolocarse emocionalmente, es decir, vivir el duelo y recomponerse. Pero, qué pasa cuando no puedes permitirte mudarte, ¿cuando ni siquiera hay una habitación libre en casa de tus padres, y el sueldo no da para un alquiler en solitario? Andrea Vicente, psicóloga general sanitaria centrada en la corriente cognitivo conductual y especialista en relaciones de pareja, nos explica las consecuencias emocionales de esta convivencia (muy) forzada.
Vivir con una expareja por necesidad económica puede ser una experiencia profundamente desgastante. “La persona queda atrapada en un espacio donde la herida no solo no se cierra, sino que se reabre constantemente”, explica la psicóloga. Lejos de facilitar el cierre emocional, compartir techo con quien fue tu pareja mantiene viva la tensión, mezcla nostalgia con rencor, pasado con presente. En palabras de la experta: “Esto puede derivar en ansiedad, tristeza profunda, irritabilidad constante o incluso síntomas depresivos. También puede afectar a la autoestima, porque la persona no siente que tiene el control de su vida”.
Y no solo hablamos de rupturas. Muchas parejas están dando el paso de vivir juntas sin estar preparadas emocionalmente, empujadas por el coste de la vida. Compartir casa no es solo dividir gastos, es mucho más: es compartir rutinas, estrés, silencios, malos días…
“La convivencia necesita una base emocional clara y acuerdos compartidos”, explica Andrea Vicente. Y cuando no hay un vínculo consolidado o una comunicación sólida, la relación puede tambalearse, “veo muchas parejas que no discuten por el amor que se tienen, sino por la presión de convivir sin haberlo preparado”.
Las señales de que esta situación está afectando negativamente a la salud mental pueden ser sutiles al principio, pero son importantes. Cambios bruscos de humor, insomnio, fatiga persistente o esa sensación de ir por la vida con el piloto automático. También puede aparecer lo que la psicóloga define como una “anestesia emocional”, esa desconexión en la que todo te da igual, en la que sobrevives más que vives. Si además notas que se deterioran otras áreas de tu vida como tu trabajo, tus relaciones sociales o tu salud física, es hora de pedir ayuda.
Porque sí, vivir con una expareja o mudarte con alguien antes de tiempo puede ser una decisión económica, pero tiene consecuencias emocionales de largo recorrido. Y aunque obviamente no todas podemos permitirnos elegir libremente dónde y con quién vivir, sí podemos reconocer nuestras necesidades emocionales y buscar apoyo cuando lo necesitemos. “No poder permitirnos un hogar separado no debería condenarnos a vivir emocionalmente destruidas”, recuerda la experta.


«Cuando una relación se rompe, lo más natural y necesario es tomar distancia para poder elaborar el duelo, recolocarse emocionalmente y empezar a reconstruir la vida desde un nuevo lugar. Pero si esa distancia física no es posible por motivos económicos, lo que sucede es que la persona queda atrapada en un espacio donde la herida no solo no se cierra, sino que se reabre constantemente».
Andrea Vicente, psicóloga general sanitaria centrada en la corriente cognitivo conductual y especialista en relaciones de pareja
Crisis de la vivienda y pareja, ¿una bomba de relojería?
A los problemas, hay que buscarles soluciones, no queda más remedio. Y aunque no siempre se puede dar un portazo y cambiar de casa, sí se puede cambiar la forma en que vivimos la situación. “Convivir bien, en cualquier circunstancia, es una tarea que exige conciencia, cuidado mutuo y también mucho cuidado hacia una misma”, asegura Andrea Vicente.
De hecho, una de las claves está en preservar espacios propios dentro de lo compartido. “No se trata solo de tener una habitación o una mesa propia, sino de establecer momentos del día donde podamos estar con nosotras mismas, aunque sea mentalmente. Eso da mucho oxígeno emocional”, explica. Además, para evitar tensiones innecesarias, es muy importante poder establecer normas claras en las que no haya dudas sobre lo que se espera de cada uno, qué no se tolera o cómo se van a gestionar los conflictos.
te recomendamos
Suena muy romántico, pero lo cierto es que el amor no lo cura todo. Por eso, vivir juntos no debería significar en ningún caso renunciar a nuestra salud mental. Es importantísimo mantener rutinas de autocuidado como dormir bien, comer sano, hacer ejercicio, hablar con personas de confianza, poner límites y, si es necesario, pedir ayuda profesional. “A veces, incluso una sesión puede ayudarnos a ver las cosas con más claridad y a tomar decisiones más saludables”, indica Vicente.
Si alguna de estas situaciones te resuena, aquí van unas recomendaciones para sobrellevar el día a día:
- Evita tomar decisiones impulsivas tras una ruptura o al inicio de una relación: mudarse con alguien no debería ser una solución a un problema económico, igual que separarse no debería ser inviable solo por dinero. Busca apoyos externos (amistades, familia, asesoramiento profesional..) que te ayuden a mantener la perspectiva cuando las emociones y las finanzas formen una pareja demasiado tóxica.
- Valora opciones de vivienda compartida más allá de la pareja: explorar fórmulas de coliving con personas afines o vivir temporalmente con algún familiar puede ofrecer a veces más paz mental que quedarte atrapada en una convivencia sentimental insostenible.
- Intenta separar el estrés económico del vínculo emocional: es importante hablar con la pareja (o la expareja) sobre lo que realmente está pasando: ¿vivís juntos por amor o por necesidad? Aclararlo puede evitar muchos malentendidos, reproches y decisiones precipitadas.
- Dale una vuelta de tuerca a tu salud financiera: entender cómo funcionan los contratos, el ahorro, el presupuesto o la hipoteca es una herramienta de libertad. Empieza a mejorar tu situación económica y reduce tu estrés financiero.
- Revisa tu contrato de alquiler o hipoteca: a veces hay margen para renegociar el precio del alquiler o las condiciones de la hipoteca. Revisa también si puedes rescindir el contrato antes de tiempo o acogerte a otras cláusulas que te den algo más de libertad.
- Consulta si puedes acceder a ayudas públicas al alquiler: el portal oficial del Ministerio de Vivienda permite consultar si tienes derecho a ayudas, especialmente si estás en situación de vulnerabilidad o eres menor de 35 años.
- Y aunque todo falle, priorízate: tu salud mental no es un lujo. Si la convivencia se vuelve insostenible, recuerda que tu bienestar emocional no debe estar también hipotecado. Buscar ayuda profesional o plantearte un cambio radical puede ser un gran acto de amor propio.