Cómo el cine, la televisión y la literatura están reescribiendo la narrativa sobre la agresión sexual

La violación ha sido representada en la cultura como un fenómeno íntimamente ligado a las estructuras de poder y las desigualdades de género

diciembre 13, 2024 Escrito por Sara G. Pacho

Redactora de Bloom especializada en salud femenina, estilo de vida y feminismo. Licenciada en Sociología por la Universidad de Salamanca y en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Máster en Comunicación como Agente Histórico-Social, especialidad en Lenguaje Audiovisual por la Universidad de Valladolid.

Revisado por el equipo de expertas de Bloom, plataforma especializada en salud femenina.

Si nos piden que imaginemos una violación, es posible que nuestra cabeza recurra a ciertos “clichés”: una escena oscura, un callejón, es de noche, hay una mujer frágil y sola, un desconocido agresivo y sin rostro. Esta construcción no es casual: responde a un imaginario colectivo que, durante décadas, se ha alimentado de narrativas que han perpetuado todos los estereotipos, lo que no solo desvía el foco de la realidad, sino que en muchas ocasiones normaliza e incluso romantiza la violencia sexual. 

Cuando miramos más allá de la pantalla, vemos una realidad mucho más cruda y compleja que choca frontalmente con estas representaciones simplistas. En España se denuncian 14 violaciones al día y 55 agresiones sexuales, según datos del Ministerio del Interior. La mayoría de estas agresiones no han tenido lugar en callejones oscuros, sino en entornos cercanos y por personas conocidas, según la Macroencuesta de Violencia contra las Mujeres (2019), entre las mujeres que han sufrido violencia sexual fuera de la pareja o expareja, el 49% de los casos fue un amigo o conocido y el 21,6%, un familiar. 

estereotipos violaciones

Una aproximación a la cultura de la violación

La cultura de la violación es un término sociológico que identifica cómo las normas, prácticas y discursos sociales contribuyen a normalizar y justificar la violencia sexual. Este concepto tiene mucho que ver con el patriarcado, que además de dar poder y control a los hombres, cuenta con una engrasada maquinaria para minimizar la gravedad de las agresiones  a través de creencias y comportamientos populares que van  desde la culpabilización de las víctimas hasta la impunidad de los agresores o las famosas denuncias falsas.

“Los hombres son así”, “cuando una mujer dice que ‘no’ en realidad quiere decir ‘sí'» o «ella le provocó” son solo algunas afirmaciones que sustentan esta cultura de la violación, que desvía la culpa, cosifica a las víctimas y esconde la verdadera dimensión del problema. 

Este término, aunque en los últimos años hayamos escuchado que se repetía con más fuerza, tiene su origen en los años 70. Se trata de una idea profundamente entrelazada con la manera que tenemos de entender las relaciones sexuales y afectivas, y que escuchamos en canciones, que vemos en películas y que acaba formando parte de actitudes cotidianas.

cultura de la violacion

En su libro ‘Violación. Aspectos de un crimen, de Lucrecia al #MeToo’ (2019), la científica cultural, periodista y escritora alemana Mithu M. Sanyal analiza cómo la historia, la literatura, y los medios han moldeado la percepción de la violencia sexual. Como “se suponía que las mujeres no debían sentir ningún deseo, correspondía al cortés varón dominarlas y forzarlas; y a la mujer, que no deseaba por voluntad propia, desear que los hombres la desearan; avivar el instinto sexual del hombre con su fingida resistencia”, escribe.

Se sirve de dos ejemplos para ilustrar estas palabras, que no son precisamente recientes: Lord Byron y Ovidio. Escribía el primero: “Sus hermosos ojos derramaban copiosas lágrimas, y aunque los remordimientos no se olvidaron de hacer acto de presencia contra la tentación, aunque resistió todavía un momento, aunque lloró su imprudencia e intentó de nuevo resistir, diciendo en voz baja que no consentiría jamás… ¡así fue como ella consintió!”. Y el segundo: “Aunque diga que la has poseído con violencia, no te importe; esta violencia gusta a las mujeres: quieren que se les arranque por fuerza lo que desean conceder”. Estas narrativas, entre otras, que colocaban la violencia sexual como algo natural o casi romántico, sentaron las bases para la cultura de la violación contemporánea.

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Estas ideas reflejan una construcción cultural en la que las mujeres eran vistas como pasivas y frágiles, y la agresión sexual como un acto inevitable en la interacción entre los géneros, una visión que vino para quedarse a lo largo de los siglos. 

La delgada línea entre la crítica y el morbo

Grandes cineastas (hombres) como Alfred Hitchcock y Stanley Kubrick han abordado la violencia sexual en sus obras. En ‘Frenesí’ (1972), Hitchcock filma una escena de violación y asesinato con un grado de detalle que cuestiona su propósito: ¿es una crítica al sistema judicial y a la indiferencia ante estos crímenes o una explotación de la violencia con fines comerciales? 

En ‘La naranja mecánica’ (1971), Kubrick nos lleva a un inquietante territorio donde el abuso se mezcla con recursos visuales (como la escultura de un pene gigante) y un uso cínico del humor. La escena de la violación al ritmo de ‘Singing in the rain’ es una representación cuanto menos perturbadora de cómo la estética puede diluir la crítica al abuso sexual.

Y es que de la crítica al morbo hay un paso muy pequeño, sobre todo cuando nos colocamos tras la mirada masculina. ‘Irreversible’ (2002) es una película que alcanzó la fama por una escena más que polémica donde se retrata una violación en tiempo real, sin cortes. Su director, Gaspar Noé, se defendió diciendo que se trataba de una denuncia, pero lo cierto es que esta escena funcionaba como “anzuelo” de la cinta.  

Nuevos relatos culturales que rompen mitos (también en la ficción)

Si hablamos de un punto de inflexión, podemos fijarnos en el movimiento #MeToo, fundamental para entender cómo tratamos (por fin) la violencia sexual y cómo esto también se refleja en las narrativas culturales, que nos muestran modelos psicológicamente más complejos de justicia y reparación. 

  • ‘May I destroy you’ (2020)

    Creada, escrita, producida y protagonizada por Michaela Coel, esta serie autobiográfica cuenta la sumisión química y posterior violación en una discoteca. En ella se habla sobre el consentimiento, sobre racismo, clasismo, sobre incomprensión y sobre el trauma.

  • ‘Unbelievable’ (2019)

    Esta miniserie apunta directamente a los procedimientos retraumatizantes y a las falsas denuncias falsas. Después de que Marie, una adolescente de clase baja que había denunciado una violación, tuviera que retirar la denuncia por la presión de la propia policía, aparecen dos mujeres del cuerpo que, con mirada de género, vuelven a abrir el caso, seguras de que la joven no mentía en su primera declaración.

  • ‘Jauría’ (2018)

    Esta obra de teatro del dramaturgo Jordi Casanovas se construye a partir de las transcripciones reales del juicio contra La Manada. Nada de lo que se dice en ella es fruto de la ficción: todo pertenece a fragmentos de las declaraciones de los acusados y la denunciante, así como de la sentencia. Una forma muy alejada del morbo de mostrarnos todas esas pequeñas actitudes cotidianas que acaban formando parte, también del sistema judicial.

  • ‘El consentimiento’ (2020)

    En un relato autobiográfico, Springora explica una relación afectivo-sexual que mantuvo siendo menor de edad con un conocido escritor francés que ya había pasado los 50. ¿Estaba ella consintiendo o su edad, el estatus cultural de él y, en definitiva, la sociedad hacían que esa relación fuera socialmente aceptable?

  • ‘Promising Young Woman’ (2020)

    ¿Y si en lugar de darle morbo a una violación le damos venganza? En este caso es la amiga de la víctima la que se toma la justicia por su mano. Cada noche, sale de fiesta y simula estar borracha hasta que aparece un hombre dispuesto a aprovecharse de la situación. Cuando están a punto de abusar de ella, desvela su sobriedad para absoluta vergüenza de ese hombre, hijo sano del patriarcado.

  • ‘Hambre’ (2018)

    ¿Qué pasa después de una agresión? ¿Puede un cuerpo volver a ser el mismo? La escritora, profesora y editora Roxane Gay habla de cómo un TCA fue la forma de protegerse de volver a ser violada. El libro no habla muy detalladamente de la agresión en sí, pero sí de cómo fue su vida a partir de ese momento. Comió y comió hasta engordar tanto como para sentirse realmente a salvo de cualquier depredador sexual.

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Merecerían todo un apartado todas esas ficciones que, además de desmontar la cultura de la violación, rompen el mito de que las mujeres somos enemigas entre nosotras. Mención especial para esa panda de amigas que viaja en autobús para dar apoyo a una de ellas que sufrió abuso en este medio de transporte (‘Sex Education’), o esa amalgama de mujeres a las que solo parece unirles la clase alta para protegerse de un agresor sexual (‘Big Little Lies’).

A por la cultura del consentimiento

La transformación cultural no solo pasa por reconocer los daños de la cultura de la violación, sino también por construir una alternativa basada en el consentimiento y en el deseo sexual. Sí, en el de las mujeres. La cultura del consentimiento en las narrativas pasa por evitar la cosificación de los personajes femeninos y ese manido placer masculino para complejizar la mirada del deseo

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