“Quieres volver a ser quien eras, pero no va a pasar. Eres una persona distinta, más sabia, y te has dejado cosas en el camino”. La vida tras (y con) el cáncer de mama

Cada 19 de octubre se conmemora el día internacional de la lucha contra el cáncer de mama. Ponemos el foco en la vida después de la enfermedad (y con ella) con tres testimonios

octubre 19, 2022 Escrito por Eva Gracia

Coordinadora web de Bloom. Graduada en Periodismo por la Universidad de Zaragoza. Redactora especializada en salud femenina, salud mental, estilo de vida y temas sociales. Ha colaborado en el Observatorio BLOOM sobre ITS en mujeres en España.

Revisado por el equipo de expertas de Bloom, plataforma especializada en salud femenina.

“Durante todo el proceso, yo sentía que iba a la guerra con un palo, luché como una jabata. Actué como si ‘no pasara nada’ y seguí adelante, pero cuando todo eso se acabó, empezó el después. Fue entonces cuando me entró el miedo. Cuando pensé: ¿y ahora qué? ¿dónde recupero mi vida?”. Al habla María del Busto, ilustradora y diseñadora gráfica a la que, con 33 años -fuera de las franjas de edad habituales en la detección de esta enfermedad-, diagnosticaron un cáncer de mama.

Este 19 de octubre, día internacional de la lucha contra esta enfermedad, ponemos el foco en el capítulo que empieza cuando suenan las palabras mágicas, “estás sana”, y también cuando el cáncer de mama se convierte, inexorablemente, en una pieza más del puzle de la vida. Tres mujeres, en representación de tantas otras, nos cuentan con tremenda generosidad sus íntimas historias. Su voz, la de muchas.

supervivencia cancer de mama

Supervivencia cáncer de mama: la importancia de un diagnóstico precoz

“Tú sabes que pasa algo, porque en 24 horas te hacen muchas pruebas. Yo tuve mucha suerte, el equipo médico detectó en la segunda ecografía que la mía era una lesión maligna. El diagnóstico era muy favorable y había que operar cuanto antes el tumor. Pero en la operación descubrieron que tenía metástasis, y ahí empezó el proceso de quimioterapia y todo lo que eso supone para una mujer de 33 años. Fue una locura de toma de decisiones. Me advirtieron de que las consecuencias estéticas de la quimio eran fuertes y me costaba creerlo, pero tuve que callarme: la caída del pelo fue muy dura, y eso que yo pude tener una peluca y hacer una vida normal. El pañuelo genera muchas caras de pena”, recuerda María.

El diagnóstico “metástasis” acongoja, sea cual sea la edad de la paciente. “Pero hay esperanza, animo a las mujeres que estén en esta situación a recordar que sí, que hay vida. Cuando me dieron el alta, mi oncólogo me dijo ‘tú ya estás curada’. Y ese día fue una fiesta”, relata.

Es entonces, tras la recuperación, cuando comienza esa nueva vida. “Me despidieron del trabajo cuando me dieron el alta. Legalmente fue por la pandemia, pero lo cierto -reflexiona- es que te das cuenta de que, de todo el equipo, a la que echan es a ti”.

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“El después del cáncer es una persecución: quieres volver a ser quien eras, pero eso no va a pasar. Eres una persona distinta, más sabia, te has dejado muchas cosas en el camino, también las que no hacían falta, como el miedo a hacer cosas. Este verano, por ejemplo, me recorrí California en coche, y es algo que antes no habría hecho. En resumen, se caen los corsés del día a día”.

Echando la vista atrás, María sostiene que el impacto de la enfermedad y el tratamiento en su fertilidad es lo que más le ha afectado: “Siempre había querido ser mamá, por eso congelé óvulos. Tras una menopausia inducida (de la que se habla poco y que tiene unas tremendas consecuencias físicas y anímicas en una mujer joven), tuve un intento de FIV, pero los óvulos no sobrevivieron y me quedé sin reserva ovárica. Ahora tengo menopausia y los médicos no saben si va a volverme la regla, ya que hay mujeres a las que, a los tres años, les regresa”.

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El cáncer de mama en mujeres tan jóvenes es la excepción. “Por eso, a las que nos toca nos vemos en un limbo de investigación y conocimiento de ciertas cosas”, sostiene María, que, con la visión de conjunto que da haber pasado por un proceso así -y con la supervivencia al cáncer de mama alcanzada-, nos regala mantras como “abrazar la nueva versión de ti misma da mucho miedo, pero el día que te decides… es increíble” o “cuando todo se tuerce, descubrimos que somos lo que coleccionamos con los problemas que superamos”.

Vivir cada día, centrar la atención en cada fase del proceso

La tasa de supervivencia promedio a 5 años para las mujeres con cáncer de mama invasivo no metastásico es del 90 %. Pero, para ello, es esencial un diagnóstico a tiempo. Y nosotras somos las primeras en detectar los cambios en nuestro cuerpo y dar la voz de alarma.

“En un gesto, al levantar el brazo, me vi una sombra en el pecho izquierdo que resultó ser como un hoyito. Recordé que había leído en algún lugar que el cáncer de mama se podía presentar con un bulto, pero también con un hoyo”, nos cuenta Pepa Borderas, a quien detectaron la enfermedad con 69 años.

“Estábamos a las puertas del confinamiento, en marzo de 2020. Acudí a la Cruz Roja (en el hospital en el que me solían hacer las revisiones me dijeron que tenía que esperar, dada la situación), me hicieron una prueba diagnóstica y el radiólogo me confirmó que se veía un carcinoma y que había que extraerlo ya. En una semana tenía toda la confirmación, pero yo no salía de mi asombro: me encontraba bien, había ido a todas las revisiones y no fumaba desde hacía 10 años”, relata.

Mes y medio después de aquel día en el que vio ese hoyito en su pecho izquierdo, Pepa entró a quirófano. “Lo cierto es que obviaba qué podía pasar después de la operación, fui centrando la atención en cada fase del proceso, sin pensar en lo que vendría después -reflexiona-. Pero, tras la intervención, me sentí aliviada y, aunque no era lo que más me preocupaba, no tuve una gran pérdida física: mi pecho no cambió apenas (solo quedó un poco más pequeño) y puedo seguir usando mi ropa exterior e interior”.

Y recuerda, algo que comparte con María del Busto, lo importante que fue para ella sentirse acompañada por las profesionales sanitarias:

“En todo el proceso estuve con un equipo formado al completo por mujeres, que se adelantaban a lo que yo podía estar pensando”.

En casos como en suyo, la vida tras el cáncer de mama no supone una ruptura total con la anterior. “Desde entonces, todo ha ido de cara, con buenas analíticas y revisiones cada seis meses en las que, por supuesto, eres consciente de que la reproducción es posible. Físicamente estoy casi igual que antes, aunque se me cae más el pelo y mi osteoporosis se ha acentuado con las pastillas antitumorales que tengo que tomar durante cinco años. Psicológicamente, tras un proceso así, aprecias más cada momento”.

¿Su conclusión dos años y medio después? “Cada momento de la vida tiene su aprendizaje, y el de este fue tomar conciencia de la fragilidad de la vida”.

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El cáncer de mama como una enfermedad crónica

El espectro de esta enfermedad es amplísimo y los casos como el de Pepa Borderas conviven con otros como el de Esther García, a quien diagnosticaron cáncer de mama metastásico con metástasis en huesos hace cinco años. “El 20 % de los casos se diagnostican ya con metástasis”, incide.

Su historia comenzó en 2014, cuando, al poco tiempo de quedarse embarazada, notó un bulto en su axila. “Me hicieron exámenes, radiografías y mamografías, pero no una punción. Y me dijeron que estuviese tranquila, que estaba controlado. Al poco de dar a luz -apenas pude dar el pecho- me dieron el alta de ese bulto. Y un año después de ese alta, casi de repente, se me deformó el pecho derecho, empecé a sentir cansancio extremo y mucho dolor de espalda. En diciembre de 2016 llegó mi diagnóstico. Y no sé qué habría pasado, pero siempre me he quedado con la duda de cómo habrían ido las cosas si me hubiesen hecho una punción”, reflexiona.

Cáncer de mama no es sinónimo de operación. En el caso de Esther, nunca llegó, sino que el tumor se ha ido reduciendo con el tratamiento. “Empecé en enero de 2017. Entonces me dieron una esperanza de vida de dos a cinco años, y aquí estoy, con cinco años de tratamiento. En marzo me diagnosticaron nuevas metástasis en médula ósea, así que empecé un nuevo ciclo”, relata a Bloom.

En historiales como el de Esther, el cáncer de mama pasa a ser una enfermedad crónica, una parte más de la vida.

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“Siempre me ha gustado maquillarme y vestirme bien, y eso es algo que no voy a dejar de hacer porque esté enferma. Voy a sitios que me gustan, estoy con gente que me hace reír y acudo a muchos talleres de desarrollo personal y mindfulness. Cosas que me ayudan a seguir siendo yo. Y, sinceramente, cuando voy al oncólogo, pregunto lo justo”, reflexiona.

Como a María, a Esther, de 49 años, le indujeron la menopausia al inicio del proceso y, un tiempo después, le extirparon los ovarios. “Con cada cosa que te quitan pasas un duelo: con la menopausia, con los ovarios, con la caída del pelo… Pero, aun así, doy gracias por tener tratamiento y que esté funcionando, aunque es inevitable estar siempre alerta”.

Cuando la enfermedad se cronifica, comparte espacio con otras esferas de la vida, como la maternidad. “Tengo un niño de 7 años y eso es lo más duro, para él es complicado de entender”, sostiene.

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Con la esperanza y la aceptación como valores capitales de su proceso, Esther hace suyo el lema de la Asociación Española de Cáncer de Mama Metastásico, de la que forma parte: “Más investigación para más vida”. Y nos deja una frase para enmarcar: “No somos luchadoras ni guerreras, somos gente normal a la que no le queda más remedio que aceptar lo que viene y sin perder la esperanza”.

Iniciativas que (de verdad) aportan a la investigación por la supervivencia cáncer de mama

En un mundo en el que se fagocitan las causas sociales para generar ingresos o una imagen pública comprometida, discernir cuáles de las -muchas- iniciativas que apoyan la lucha contra el cáncer de mama no es una tarea fácil, como reivindican las mujeres detrás de Teta y Teta (proyecto del que nos declaramos fans) en este vídeo. Pero aquí van tres proyectos que apoyar y que huyen del llamado pinkwashing.

  1. City Confidential lanza un delantal diseñado junto a la chef Cristina Oria y la artista del collage Pilar Ferrer. El 100% de los beneficios se destinan a la Fundación Contigo.

  2. Llongueras y The Glow Filter han creado un pack con un pañuelo y bálsamo labial cuyos beneficios irán a l grupo de investigación Geicam.

  3. La firma de joyería Dime que me quieres ha diseñado un collar solidario. Con sus ventas se apoyará la labor de la fundación Cris contra el cáncer.

Cada año, en este 19 de octubre, se viraliza una frase muy certera: el cáncer de mama no es rosa, es un marrón bien grande. Y, como Esther, nosotras también hacemos nuestro el mantra que debe reinar en este día: más investigación para más vida.

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