Comprar antes de dormir: cómo el móvil alimenta el consumo impulsivo
¿Por qué usamos el móvil para gastar más y cómo romper el ciclo de consumo digital antes de dormir?
Es de noche. Por fin la casa está en silencio, el estrés del día parece haberse diluido y llega ese pequeño momento de paz que muchas invertimos en… mirar el móvil. Sí, así es, ese rato que reservamos “para nosotras”, quizá ya en la cama, quizá en el sofá, es un ritual diario que nos evade de la realidad. Deslizar, mirar, comparar, guardar. Los reels se suceden uno tras otro mientras –creemos–nuestro cerebro está en off. Descansando. ¿Seguro?
Este hábito que parece inocuo se ha convertido en un fenómeno social que conecta tecnología, salud mental y consumo. Esta pequeña dosis de dopamina que nos da el teléfono cuando hemos conseguido que el resto “se apague” no solo activa los rincones más oscuros de nuestro cerebro, sino que nos lleva a pensar que todos esos problemas que nos hemos generado –quizá durante el día, quizá durante el rato que hemos estado mirando las redes sociales– se pueden solucionar a golpe de tarjeta. Y es muy fácil: un clic es suficiente para obtener una dosis instantánea de alivio emocional.


¿Por qué compramos más por la noche?
Para muchas personas, la jornada laboral no termina al salir de una oficina, o al llegar a casa. Los cuidados, las tareas domésticas y la gestión emocional se alargan (sobre todo si hablamos de las mujeres) hasta bien entrada la noche. No es de extrañar que, cuando todo parece estar en orden, ya en la cama, aparezca ese gesto casi automático que asociamos paradójicamente con desconectar: coger el móvil. Contestar mensajes, echar un vistazo a las noticias y, sobre todo, hacer scroll infinito. Objetivo: no pensar.
Este uso del teléfono se ha normalizado y a nadie le parece raro utilizarlo como un espacio de descanso, o de recompensa: al final del día, por fin recupero algo del control personal e incluso de identidad. Además de cómo influye en el sueño exponerse a pantallas y a todo el carrusel de emociones que supone hoy en día asomarse a las redes sociales, este momento de supuesto relax mental tiene una cara B: las compras compulsivas.
No es de extrañar si pensamos que las redes sociales son cada vez más una suerte de teletienda y no una ventana a conocer un poco más de la vida de tus amigos. Por la noche, el autocontrol está en sus horas más bajas. La capacidad para valorar consecuencias económicas o preguntarse si algo es realmente necesario se reduce. Así es como, psicológicamente, se explica que las compras online funcionen como una válvula de escape emocional. ¿Quién no ha pensado alguna vez antes de darle a “comprar” ese “me lo merezco”?


Este tipo de descanso pasivo encaja perfectamente en una sociedad acelerada. El problema es que, en ese flujo constante de contenidos, la frontera entre ocio y consumo está completamente rota. Las tiendas online conviven con las redes sociales, y los anuncios se integran de forma casi invisible en el entretenimiento.
¿Qué sucede tras ese momento casi orgásmico que puede significar comprar eso que no sabías que necesitabas hasta hace 5 minutos? Nada. La satisfacción apenas dura. Al día siguiente, como mucho, podemos enfrentarnos a la indiferencia o al arrepentimiento.
El papel del móvil en el consumo impulsivo
¿Qué pensarías si te dijéramos que el móvil más que una herramienta es un catalizador? Hoy en día, el teléfono es el principal mediador entre nuestras emociones y el consumo. Entre sus bondades, se encuentra el estar siempre disponible, ofrecernos justo lo que queremos, acompañarnos en momentos de cansancio y vulnerabilidad… Todo esto consigue que sea un detonante del impulso, ese impulso que creemos que nos solucionará el malestar: lo quiero, lo compro. A diferencia de otros espacios de consumo más tradicionales (como una tienda de toda la vida), el móvil elimina barreras como puede ser el tiempo o la mirada ajena. Y las plataformas se aprovechan, claro. Lo hacen con mensajes diseñados para activar la urgencia, la recompensa inmediata y, así, ese consumo por impulso no nace de una necesidad real sino de una respuesta emocional creada y solucionada por el dispositivo que siempre va con nosotras. Un plan perfecto.


Consecuencias para el sueño y la economía
Esta costumbre tiene un impacto directo en nuestra economía y en nuestro sueño. Es ya muy sabido por todas que las pantallas alteran la producción de melatonina, la hormona que regula el descanso. Si a eso le añadimos la excitación mental tras una compra, olvídate de conciliar el sueño rápidamente. Y dormir mal no es anecdótico, sino que genera un círculo vicioso: al día siguiente estamos más cansadas y, por tanto, quizá irascibles, quizá tristes, seguramente más vulnerables para volver a caer en la misma trampa nocturna.
Qué decir de las consecuencias económicas: las compras inocentes pueden acabar más fácil de lo que parece en endeudamiento, sensación de falta de control y ansiedad financiera.
¿Es una forma de adicción digital?
En los casos más graves, la oniomanía (que es el nombre técnico que tiene esa necesidad incontrolable de comprar cosas que no necesitamos) puede afectar a la autoestima, a las relaciones de pareja y familiares, y generar vergüenza. Cada vez más profesionales coinciden en señalar varias similitudes con otras adicciones, como la gratificación inmediata, el secretismo con amigos y familiares, la vergüenza de ser “descubierta”… Y es que cuando un patrón se repite en tiempo, lugar y medio (el móvil) ya podemos hablar de un comportamiento crónico. ¿Todas las personas que tienen esta, digamos, costumbre, son adictas? No, claro que no. Pero cuando es un hábito que se repite, que no se puede detener fácilmente y que nos está generando problemas (económicos, sociales) conviene empezar a prestarle atención. Sin juicio. Sin culpa.


Cómo romper el hábito de comprar antes de dormir
Como ya te hemos contado en otros artículos, crear nocturnas alejadas de las pantallas es de las estrategias más efectivas, no solo para evitar caer en el scroll infinito que desemboca en compras nocturnas, sino para tener un sueño más reparador. Es difícil, pero dejar el móvil fuera del dormitorio, utilizar un despertador tradicional (que hará que no sea el móvil lo primero que miremos al despertarnos, win-win) o establecer una “hora límite digital” ayuda a reducir la tentación y tener una mejor higiene del sueño.
Otra opción que recomiendan los expertos con respecto a las compras compulsivas, es dar un margen de 24 horas. Muchas de esas gangas acaban perdiendo su atractivo con la reflexión: ¿realmente lo necesito? ¿Se trata de un gasto necesario?
Aquí van algunos consejos finales que pueden ayudar a hacer un uso más conscientes del teléfono móvil:
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Pon en off las notificaciones a partir de cierta hora. Especialmente las de redes sociales y tiendas online.
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Elimina esas aplicaciones del teléfono. Accede solo desde la versión web, para hacerlo de forma más consciente y no tenerlas tan accesibles.
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Haz tu propio ritual de noche. Apagar el móvil, leer, hacer ejercicios de respiración, estirar el cuerpo suavemente, utilizar alguna esencia relajante en las muñecas.
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Establece límites de uso del móvil y de ciertas aplicaciones. ¡Y respétalos!


























