¿Quién cuida al cuidador? La teoría de la “máscara de oxígeno”
Adoptar el rol de cuidador puede acarrear cierto desgaste físico y emocional. Hemos hablado con una psicóloga para entender y aprender a paliar esas señales de alerta
Cada 5 de noviembre se celebra el Día Internacional de las Personas Cuidadoras, una fecha marcada en el calendario para acordarse de aquellas personas que dedican su vida a cuidar de los demás, tanto profesionales como familiares. Pero, ¿quién cuida al cuidador? Una reflexión especialmente relevante en el contexto de actualidad de atravesamos, tras la DANA que asoló la Comunidad Valenciana y que ha llevado a muchas personas a situarse en la figura de cuidador en toda su polisemia.
Desde la teoría de la “máscara de oxígeno” hasta el “síndrome del cuidador quemado”, hemos hablado con Begoña Barba León, psicóloga especializada en neuropsicología de adultos y envejecimiento y neuropsicóloga en Málaga, para que nos hable acerca de los síntomas que puede padecer una persona que adopta el rol de cuidador, además de cómo paliarlos.
¿Qué es la teoría de la “máscara de oxígeno”?
El autocuidado también es una necesidad y nos lo recuerdan cada vez que subimos a un avión. La teoría de la “máscara de oxígeno” nos habla de la importancia de colocarte la máscara de oxígeno antes de intentar ayudar a los demás. Esto aplica en un vuelo, pero también en la vida real.
Tanto si tenemos que cuidar de personas mayores, como de niños, personas dependientes, entre otros, es muy importante que el cuidador (o deberíamos decir cuidadora, ya que este rol recae tantas veces sobre las mujeres) también esté bien. No hay que esperar a sentir que el avión se despresuriza, es decir, no hay que esperar a notar que estamos llegando al límite. Cuidarse a uno mismo no es un gesto egoísta, al contrario. Es invertir en tener más capacidad para poder seguir ayudando a los demás.
En este sentido, ACP Gerontología cuenta con una “Guía de autocuidado y cuidado de personas cuidadoras familiares de personas mayores en situación de dependencia” en la que ofrece varias estrategias de autocuidado, desde reflexionar sobre la importancia de cuidarse, aprender a controlar la respiración, ser capaz de organizar mejor el tiempo, aprender a decir no a las demandas excesivas de las personas dependientes, aprender a pedir ayuda, entre otras.
Begoña Barba León, psicóloga especializada en neuropsicología de adultos y envejecimiento, nos ayuda a atender algunos de los síntomas que puede sufrir el cuidador o cuidadora.
Dedicarse en cuerpo y alma a cuidar de otros puede conducir al llamado “Síndrome del cuidador quemado”. Begoña Barba nos explica que “la exigencia que conlleva dedicar gran parte del tiempo a cuidar de personas dependientes puede conducir a un estado anímico de agotamiento, tanto físico como emocional”.
Según la Fundación Pasqual Maragall, en torno a un 90% de las personas cuidadoras presentan alguna afectación del estado de ánimo u otras patologías.
¿Qué síntomas puede padecer una persona que adopta el rol de cuidador?
La psicóloga nos explica cuáles pueden ser los síntomas más comunes de un cuidador o cuidadora que no se antepone a sí mismo a las necesidades de los demás. “Pueden aparecer síntomas de ansiedad o depresión, sentirse frustrados por no poder llegar a todos, caer en aislamiento social o incluso sentir impotencia, rabia y abandono. Además, también pueden llegar a sentir culpa por creer que no están a la altura de lo que necesita su familiar”.
Asimismo, también pueden aparecer otros síntomas, como cefaleas, dolores musculoesqueléticos, síntomas gastrointestinales, trastornos del sueño, irritabilidad, entre otros.
¿Cómo te puedes cuidar si eres la persona cuidadora?
Barba nos da algunos consejos de psicóloga para prevenir esta sintomatología y paliar la sobrecarga que supone tener este rol:
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Reconocer los sentimientos:
El primer paso para el autocuidado es identificar lo que estamos sintiendo para, de esa manera, aprender a gestionar los sentimientos.
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Pedir ayuda:
Saber pedir ayuda externa es muy importante para poder lidiar con esta situación. Hay varias opciones, teniendo en cuenta que cada paciente tiene unas necesidades diferentes. En algunos casos, un centro de día puede ser suficiente, pero en otros puede ser necesario un centro residencial. La Ley de Dependencia ofrece la opción de solicitar ayuda a domicilio. Saber pedir ayuda es un punto muy importante porque, en algunos casos, puede generar sentiimento de culpabilidad por tener que continuar con otras tareas de la vida del cuidador (su trabajo, el resto de su familia, su propio autocuidado…).
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Dedicarse tiempo:
La persona cuidadora necesita tiempo para atender su propio autocuidado (físico, psicológico y social). En este sentido, es importante mantener un descanso adecuado, contar con una alimentación saludable, realizar actividad física de manera regular, visitar al médico cuando es necesario, disponer de tiempo para disfrutar de otros amigos y familiares, practicar técnicas de relajación, entre otras. En definitiva, tener tiempo para ti.
Asimismo, la Cruz Roja nos recuerda también la importancia de tener en cuenta el impacto de los cuidados en la persona cuidadora. Evitar la procrastinación es fundamental para reducir el síndrome del cuidador quemado. Posponer actividades importantes es algo habitual cuando cuidamos de otros, sin embargo, esto repercute de manera negativa en nosotros y también en aquellos de quienes nos encargamos.
Además de los consejos anteriores, la Cruz Roja también alude a la necesidad de reducir el nivel de exigencia con nosotros mismos y no desconectar de nuestra propia vida. No puedes salvar a otro si no te salvas a ti primero.