Soy PAS: persona altamente sensible y voy camino a abrazar (también) este lado de mí
La alta sensibilidad no es solo dar mil vueltas a las cosas y, a ojos de los demás, “ser muy susceptible”. Es un rasgo de la personalidad. Mi personalidad. Y aquí va mi testimonio.
Últimamente, se habla mucho de la alta sensibilidad. Pero no es solo dar mil vueltas a las cosas y, a ojos de los demás, “ser muy susceptible”. Es un rasgo de la personalidad que, bien gestionado, se convierte en toda una virtud. Aquí va el testimonio de alguien que está aprendiendo a abrazar esa forma de ser PAS.
El concepto PAS o personas altamente sensibles apareció en mi vida hace algo menos de un año. Cuando empecé a ir a terapia para aprender a canalizar una ansiedad desbocada y a curar algunas de sus causas, empecé también un camino de autoconocimiento. Creo que en eso se basa la riqueza de un proceso terapéutico a largo plazo como el mío.
Recorrer ese sendero pasaba también por leer más sobre lo que me ocurría y sobre lo que estaba trabajando en las sesiones con mi psicóloga. De repente, mi feed y lupa de Instagram se llenaron de posts sobre cómo distinguir la ansiedad patológica de la ansiedad funcional, beneficios del yoga para combatir el estrés o cómo identificar a las PAS: personas altamente sensibles. Buen trabajo del algoritmo.
Me quedé atrapada una tarde entera leyendo sobre ese concepto, nuevo para mí, y haciendo el típico test PAS para saber si estás en ese equipo. El resultado fue concluyente: PAS en más de un 90%.
No es que mi vida cambiase radicalmente al identificarme como persona altamente sensible (algo que corroboré con mi psicóloga, para tener un diagnóstico fundamentado más allá de un test PAS online), pero sí me ayudó a entender muchas cosas. A empezar a mirarme de otra manera, más compasiva, a respetar mis tiempos y a deshacerme -un poquito, tampoco puedo cantar aún victoria- de esa culpa que me acecha por tomarme las cosas “demasiado a pecho”.
Ya sabemos que aquello de lo que no se habla no existe, por eso es tan importante visibilizar lo que nos ocurre y ponerle nombre y etiquetas. Léase acoso, abuso sexual, ansiedad, depresión, aborto y una larga lista de conceptos.
Ojo, ser PAS persona altamente sensible no es algo negativo, ni una enfermedad (aunque algunos puedan verlo como tal, de ahí la importancia de hablar de ello). Simplemente es un rasgo de la personalidad que, si aprendemos a gestionarlo bien y a jugarlo en nuestro favor, pasa a convertirse en una virtud. En algo que nos ayuda a estar más en sintonía con nosotras mismas y, en el fondo, más felices. ¿Y no es eso lo que todas queremos?
PAS significado: un poco de teoría
El concepto PAS persona altamente sensible es relativamente nuevo o, al menos, hace poco tiempo que ha llegado al público general, más allá de los profesionales de la psicología. El término como tal lo acuñó la doctora y psicóloga estadounidense Elaine Aron en los años 90. Ella es un referente en el análisis y estudio de la sensibilidad en el procesamiento sensorial y sus libros sobre cómo aprender a convivir con este rasgo están en mi lista de “futuras lecturas” desde hace meses.
Para las recién llegadas a este universo, aquí va un poco de teoría. Las personas PAS altamente sensibles tenemos un sistema nervioso más fino, más desarrollado, que nos hace contar con una mayor receptividad física y psicológica. Es decir, recibimos mucha más información por segundo que alguien con una sensibilidad media, como explican desde APASE (Asociación de Personas con Alta Sensibilidad). Y, efectivamente, esto puede resultar agotador, pero también puede ser una herramienta genial que emplear en el trabajo y las relaciones personales.
Cuando lees las características que definen la conducta PAS y te empiezas a identificar con ellas, corres el riesgo de sentirte como un ser de luz, alguien tremendamente conectada con las artes, la belleza, la naturaleza. Alguien súper especial, incomprendida y única en el mundo. Pero, luego, lees también que entre el 20% y el 30% de la población es altamente sensible y esa sensación de “oh, dios mío, ahora todo encaja, soy un ejemplar irrepetible” se esfuma. Fue bonito mientras duró.
Bromas aparte, la doctora Elaine Aron señaló cuatro pilares sobre los que se sustenta la conducta PAS y que son muy útiles para empezar a plantearse si una está o no en este selecto grupo.
- Procesamiento profundo. A una PAS le resulta inevitable procesarlo todo con intensidad y profundidad, analizando cada detalle y dándole mil vueltas. En mi caso, puedo pasarme días recordando una conversación y pensando que aquello que dije estuvo fuera de lugar o pareció una tontería. Ni te cuento si hablamos de tomar una decisión de calado.
- Sobreestimulación. Recibir más información emocional y física que el resto puede llevar a una PAS a saturarse, a sentirse sobreestimulada. Hay a quienes les ocurre en conciertos o espacios con mucha gente; a mí (y aunque las sensaciones varían según la época vital) me sucede en grupos grandes, con muchas conversaciones y emociones flotando en el mismo ambiente. Los aeropuertos y estaciones tampoco son mi “lugar seguro”: exceso de señales, sensaciones y estímulos.
- Gran emocionalidad y empatía. Las PAS personas altamente sensibles son muy empáticas. Y tiene una explicación científica: presentan más actividad en las áreas cerebrales en las que se encuentran las neuronas espejo. Con este punto, el de la alta emocionalidad y empatía, me identifico al 200 %: soy una de esas personas esponja que absorben las emociones de su entorno -para bien y para mal-.
- Alta percepción de las sutilezas. Una PAS se da cuenta de detalles que, para el resto, pasan desapercibidos, léase una mueca que cambia el significado de la conversación (algo que una PAS analizará hasta la extenuación durante horas), un sonido muy específico (el ruido de alguien masticando puede sacar de quicio a una PAS) o la marca del bolígrafo de quien te atendió al apuntarte al curso de natación. Información de alto valor, claro que sí.
PAS persona altamente sensible características: cómo es vivir siendo PAS
A veces me pregunto si PAS se nace o se hace. Los psicólogos dicen que se es altamente sensible, no se tiene alta sensibilidad, así que supongo que debería decantarme por el “se nace”. Si repaso mi infancia (algo que hago mucho en las sesiones con mi terapeuta, creo que es inevitable ir a parar con frecuencia a esa casilla), confirmo que fui una NAS (niña altamente sensible), aunque haya tardado dos décadas en darme cuenta.
Mi sensación es que no siempre he manifestado esa alta sensibilidad de la misma manera. En unas épocas la he dejado salir a la superficie más que en otras y, a la luz de los años, puedo concluir que esconderla o disimularla no es la mejor idea. Entenderla, aceptarla y abrazarla me parece un plan mucho mejor. Sería algo así como llevar los principios del body positive a la mente, podemos llamarlo mind positive, ¿me compráis la propuesta?
¿Y cómo es vivir siendo PAS? Ya que más de un 20% de la población comparte este rasgo, hacer un statement o manifiesto PAS sería, seguro, impreciso. Pero sí os puedo hablar de mi experiencia. Ese alto procesamiento de absolutamente todo hace que tu cabeza parezca a veces una olla a presión, pero también tienes una alta capacidad analítica y puedes ver las cosas desde una perspectiva 360º.
Captar muchos detalles de aquello que ves, vives y escuchas tiene, a mi juicio, mil aplicaciones positivas, especialmente si te dedicas a profesiones creativas o artísticas: acumulas muchas referencias que después podrás llevar a tu trabajo (o a tus conversaciones culturetas).
Donde más noto ese rasgo PAS es en lo emocional. Vivir en una montaña rusa de emociones es una personalidad y es la mía, y tiene mucho que ver con aquello de ser una “persona esponja”. Las emociones se contagian, eso nos ocurre a todas, pero yo me contagio nivel pandemia. La tristeza, tanto como la alegría, pueden arrastrarme hacia sus dominios en un mismo día, según el ambiente y personas con las que esté.
De acuerdo, es difícil de entender y de ponerse en situación, así que aquí va una recomendación audiovisual. El capítulo de la primera temporada de la serie Modern Love protagonizado por Anne Hathaway no habla de la alta sensibilidad, sino de la bipolaridad. Pero expone magistralmente lo que siente quien vive en una montaña rusa de emociones, viajando constantemente de la felicidad a la apatía o la ansiedad.
Aprendiendo a convivir con la alta sensibilidad
“Qué sensible estás hoy”, “qué susceptible eres” o “no se te puede decir nada” son algunas de las frases que una Persona Altamente Sensible escucha con frecuencia. Hasta que entiende que es PAS y, pese a su tendencia intrínseca a evitar el conflicto, se planta y dice que sus emociones, esas que vive con intensidad, son válidas y respetables.
Hace unas semanas, después de pasar por un trance físico y emocional importante para mí y duro, alguien me dijo “tienes que ser más fuerte y no instalarte en ese dolor”. Me enfadé y me dolió escuchar aquello -lo de “tienes que ser más fuerte” es una recomendación habitual y no pedida para muchas personas con alta sensibilidad-.
Pero entonces, como buena PAS que analiza todo, pensé en lo que entendemos por “ser fuertes” y en cómo a la llamada generación snowflake o generación copo de nieve se nos ha tildado de frágiles, de personas sobreprotegidas y de queja fácil cuando, quizá, lo que hacemos es dar más relevancia a nuestras emociones que las generaciones anteriores. No tolerar aquello que nos hace daño.
¿Qué es ser fuerte? Si es enmascarar emociones, pasar página rápidamente y a toda costa y desarrollar una actitud evitativa, no quiero ser fuerte. Para mí, ser fuerte es dejar que las emociones fluyan y emerjan, aunque duela. Es atreverse a hablar de lo que hace daño y curarlo para, entonces, avanzar.
Sigo trabajando para que esa alta sensibilidad se convierta en una virtud y no en un lastre. Este matiz tonto y romanticón no lo es tal: cuando te saturas y tienes demasiada sobreestimulación, es más difícil controlar las emociones y más fácil tener una mala contestación o un episodio de ansiedad. Lejos de ser una experta (todavía) en la materia, aquí van algunos tips con lo que me ha ayudado.
- Rodearte de PAS. Hay temas de los que no puedes hablar con todo el mundo porque no todo el mundo te entiende o es capaz de ponerse en tu lugar. Tener cerca una amiga que empatiza contigo y sabe de qué hablas cuando hablas de alta sensibilidad es, para mí, un gran apoyo.
- Rodearte de personas no PAS. Porque, con esta tendencia a entrar en bucle y a analizar que puede rozar lo patológico, mi salvación a veces son esas personas pragmáticas y poco analíticas que no dan mil vueltas sobre lo mismo. Gracias a todas ellas por sacarme de la espiral.
- Darte tiempo. Creo que, por esa profundidad de pensamiento, las PAS vamos a otro ritmo. Al menos, yo necesito más tiempo para entender y procesar sensaciones y emociones: hay quienes curan duelos en semanas, mientras que tú puedes necesitar años. He descubierto que la meditación, el yoga y pasear sola me ayudan muchísimo, pero es importante que cada una dé con sus propios recursos.
- Ser consciente de lo que te ocurre y de lo que necesitas. Dejarme llevar por el día a día y no pararme a analizar cómo estoy es mi perdición, el camino directo a esa saturación de la que hablábamos antes. Encontrar un hueco en la agenda para hacer esa pausa me parece esencial.
Cada PAS persona altamente sensible vive este rasgo a su manera, y todas son válidas. Lo importante, como leí hace poco en uno de esos posts que se cuelan en mi Instagram, es pensar que tu cabeza es un lugar en el que pasas mucho tiempo: haz de ella un espacio agradable.