Cuando ir al psicólogo es un privilegio: ¿es el cuidado de la salud mental un foco de desigualdad?

Acudir a terapia ya no es un tabú, pero sí algo que no está al alcance de todo el mundo, principalmente, por una cuestión económica. Repasamos tipos de escuelas terapéuticas y otros recursos para mimar nuestro bienestar emocional

octubre 10, 2022 Escrito por Eva Gracia

Coordinadora web de Bloom. Graduada en Periodismo por la Universidad de Zaragoza. Redactora especializada en salud femenina, salud mental, estilo de vida y temas sociales. Ha colaborado en el Observatorio BLOOM sobre ITS en mujeres en España.

Revisado por el equipo de expertas de Bloom, plataforma especializada en salud femenina.

Hasta hace unos años, ir al psicólogo era algo tabú. Revelar que acudías a terapia podía generar en el rostro de mucha gente una expresión de compasión y el pensamiento de “pobrecita, no está bien”. Hoy, ese “no estoy bien” es empoderante: lo decimos con naturalidad, casi lo reivindicamos, y decir “voy al psicólogo” no entraña (o ya no tanto) pudor, sino que lleva implícitas las ideas de autocuidado, autoconocimiento, bienestar y preocupación por nuestra salud mental.

Es un gran paso adelante que este 10 de octubre, Día Mundial de la Salud Mental, debemos reconocer y celebrar. Pero no queremos conformarnos con eso (entre otras cosas, porque no en todos los entornos se tiene esa libertad para decir que vas a terapia). Conscientes de ese camino recorrido, vamos un paso más allá y nos planteamos una pregunta: ¿se está convirtiendo el cuidado de la salud mental en un nuevo foco de desigualdad?

Precios psicólogos: un privilegio económico

Ir al psicólogo, muchas veces, es un privilegio. Principalmente, por una cuestión económica: la media de coste por sesión en España se sitúa en 51 euros. “En zonas rurales, las sesiones pueden rondar los 40 euros, pero en ciudades grandes cuestan entre 80 y 90 euros y, en ciudades medianas, unos 60”, nos explica Silvia Laporta, psicóloga sanitaria especializada en terapia EMDR y experta en intervenciones sistémicas.

En México, ir al psicólogo puede costar entre 500 y 2000 pesos por sesión; en Argentina, unos 1200 pesos y en Colombia, entre 60.000 y 150.000 pesos (hablamos siempre en moneda local).

ir al psicologo

Con estas cifras sobre la mesa, algo es evidente: no toda la población se puede permitir la inversión semanal o quincenal de esa cantidad. “¿Y no hay un servicio público que cubra esa necesidad?”, podríamos preguntarlos. Sería injusto e incierto decir que, por ejemplo, en España, no se ofrece un servicio de atención psicológica o psiquiátrica por la Seguridad Social.

Pero, aunque existe, el proceso para acceder a él puede ser largo y desesperanzador. Porque, desde que solicitas a tu médico de cabecera que te derive al psicólogo, puedes tardar meses en acudir a una primera visita (por unas largas listas de espera) y porque los largos espacios de tiempo entre una sesión y otra -hablamos, incluso, de trimestres de separación- hacen que la efectividad de esa terapia se reduzca.

Esto no es algo nuevo: el Defensor del Pueblo ya lo denunció en 2018, subrayando la saturación de los profesionales de la salud mental en el sector público y la insuficiencia de estos perfiles. En 2020, esta misma institución insistió en la importancia de reforzar la asistencia psicológica en el sistema nacional de salud, pero, por el momento, los efectivos siguen siendo insuficientes.

Ir a terapia: ¿cuánto dura el tratamiento?

Cuando llegas por primera vez a la consulta de tu terapeuta (cómo elegir psicólogo es algo que ya abordamos), te preguntas cuánto tiempo tardarás en “resolver” aquello que te ha llevado hasta ahí, sea ansiedad, depresión, un TCA o unos hábitos que quieres cambiar.

“Es una pregunta que no nos gusta responder a los psicólogos porque genera muchas expectativas. Preferimos no hablar de tiempo o de sesiones, sería como ir al gimnasio y pensar que, con una serie de clases, ya vas a estar en forma. Pero, después, necesitas un mantenimiento, ¿no?”, expone Silvia.

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“Eso sí, no podemos perder de vista que es una inversión económica, por lo que es importante fijar objetivos concretos y comprobar si los vamos alcanzando. Mi recomendación es pedir un check de esas metas al terapeuta puntualmente y repasar los objetivos, reevaluarlos, comprobar que vamos avanzando y decidir así, según se evolucione, la duración de la terapia”, continúa.

En cualquier caso, si nuestro motivo de consulta es algo muy concreto, como el miedo a conducir tras un accidente de tráfico, la duración de la terapia será más breve que si queremos hacer un repaso a nuestra historia personal y “desactivar” traumas y conductas instalados en nosotras desde la infancia.

Tipos de terapia psicológica: cognitivo-conductual, EMDR y más

La psicología es una amplísima ciencia que engloba distintas escuelas terapéuticas y a los profesionales que las ponen en práctica. A grandes rasgos, podemos hablar de cinco tipos de terapia psicológica:

  1. Cognitivo-conductual

    Entiende que lo que hay que cambiar son los pensamientos y cómo enfocamos lo que nos ocurre en la vida, por eso trabaja los tipos de conductas asociados a lo que pensamos. Es, también, el enfoque que ha sido más investigado.

  2. EMDR y otras terapias enfocadas en el trauma

    EMDR son las siglas en inglés de terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares. En ella, en lugar de abordar un pensamiento sobre algo concreto, el paciente procesa de nuevo el suceso que originó el malestar, lo que cambia sus sensaciones y perspectivas respecto a ese suceso. Está recomendada por la OMS para abordar los traumas y es altamente efectiva en el trastorno de estrés postraumático, la ansiedad o la depresión. En este mismo grupo se engloban otros tipos de terapia como la sensorial-motora.

  3. Terapias de tercera generación

    Están ganando en popularidad en los últimos años. Dentro de ellas, la más conocida es ACT, terapia de aceptación y compromiso que, con sus siglas (en inglés) juega con el significado de la palabra, “actuar”. “Si la terapia cognitivo-conductual se basa en las cogniciones, esta se basa en lo que llamamos conductismo radical, centrado en la importancia de pasar a la acción y cómo puedes cambiar a través de tus conductas”, detalla la experta.

    Otra que se engloba en este grupo es la terapia DBT, dialéctica conductual, por sus siglas en inglés, especialmente indicada para los trastornos límite de la personalidad

  4. Psicoanálisis

    Aunque a veces se ha criticado la poca base científica de esta escuela, en los últimos años ha vivido un resurgir, especialmente, el psicoanálisis relacional. “Los estudios se han centrado más en otras escuelas, por eso se ha dicho que no tiene base científica, pero eso no es cierto. El psicoanálisis no se basa solo en lo que Freud dijo hace un siglo, aunque no podemos olvidar que él fue el primero en hablar de trauma. Es una terapia muy profunda, que va al fondo del asunto, algo que a veces se critica, igual que también se cuestiona la duración de las sesiones y su rigidez, aunque es algo que también está cambiando en los últimos años”, agrega la experta.

  5. Sistémico-familiar

    Este tipo de terapia partió del psicoanálisis y entiende el trabajo psicológico con sistemas que se relacionan, ya sea la familia, la escuela, el entorno laboral o la pareja. “Está especialmente recomendada para los niños”, apunta Silvia.

Existen también otras corrientes, como la humanista-integrativa. “Trabaja desde el vínculo, desde lo emocional, desde lo que el paciente siente en cada momento”, nos explica Silvia.

En base a esto, pregunta del millón: ¿cómo elegir que escuela o enfoque terapéutico va con nosotras? “La mayoría de las veces, los profesionales se forman en varias escuelas, por lo que en su trabajo se entremezclan los principios de dos o tres. Desde mi punto de vista, es más importante encajar con el enfoque que tenga el terapeuta y su forma de trabajar, algo que podemos preguntarle en la primera sesión. Hay pacientes que tienen claro que quieren trabajar su historia familiar y mirar atrás, pero otros que prefieren centrarse solo en los síntomas. Ese puede ser un buen punto de partida”, aconseja.

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Más allá de ir al psicólogo: otros recursos para mimar nuestra salud mental

Ir al psicólogo es, como hemos comentado, un privilegio para muchas personas. Pero cuidar de nuestra salud mental no debería serlo, sino que debería ser un derecho universal. Con esa idea en mente, y teniendo claro que la terapia es en muchos casos fundamental (y no sustituible, por ejemplo, por la meditación), repasamos de la mano de Silvia Laporta consejos para dar un mimo extra a nuestro bienestar emocional.

  • Deporte. “Toda la actividad física ayuda a regular las emociones”, cuenta.
  • Mindfulness. “Es muy integrativo, pero no es para todas las personas, solo para aquellas que se concentran estando paradas. Para quienes se activan si se quedan quietas y no pueden ‘dejar de pensar’ si están sin movimiento, el yoga puede ser una estupenda opción”, detalla.
  • Buscar el equilibrio entre cuerpo, emoción y pensamiento. “Si tu trabajo es muy mental, habrá que compensar con actividades que cubran las otras patas y al revés: lo emocional está ligado a lo artístico, a escuchar música, a visitar un museo o a pintar; lo corporal, a la actividad física; el pensamiento, al ajedrez, los ejercicios de lógica o un sudoku”, ejemplifica.

“En resumen, nos ayudará todo aquello que nos haga sentir bien y sea saludable”, concluye Silvia. ¡Tomamos nota!

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