Nunca me he enamorado: cómo el mito del amor romántico impacta en nuestras dudas sentimentales
¿Está bien no sentir mariposas en el estómago?
Desde bien pequeñas recibimos información acerca del amor. Nos lo presentan como una fuerza arrolladora capaz de consumirnos, como una especie de droga legal que nos llevará al éxtasis, como algo sin lo que no podremos sentirnos “completas”. Es difícil enfrentarse a esta idea por muchas razones. Evidentemente nos hace aspirar a ideales que no siempre son sanos, y nos invita a pensar que nosotras en particular, las mujeres, encontraremos en el amor nuestra máxima expresión, mientras que ellos probablemente lo harán en su trabajo, fortaleza física o desarrollo personal. Ya lo dijo Kate Millet: “Mientras nosotras amamos, ellos gobiernan”. Todo mal.
Pero, ¿qué pasa si, además de alimentar esa idea tan dañina de las relaciones, nos hace dudar de todo sentimiento que no encaje en esa descripción?
Desaprendiendo el amor romántico
El amor romántico, tal y como lo entendemos, no es un sentimiento, sino un constructo social que ha moldeado nuestras expectativas desde tiempos inmemoriales. Desde temprana edad, se nos enseña que encontrar el amor es un destino inevitable, casi como una meta vital que debemos alcanzar para ser consideradas completas. Sin embargo, ¿quién define este amor? ¿Por qué se nos impone un único ideal de felicidad basado en relaciones monógamas y heteronormativas?
No te asustes ante la siguiente información, pero es esencial comprender que el amor romántico no es más que un subsistema de opresión dentro del patriarcado y el capitalismo. Esto es así porque no solo establece ese modelo ideal de pareja que nos trae por the Amargura Street, sino que también perpetúa roles muy dañinos de género y justifica relaciones tóxicas y violentas bajo la absurda premisa de que “el amor todo lo puede”. Que no te la cuelen: ese ideal es una herramienta de dominación más.
Desmontar el mito del amor romántico no consiste en renunciar a las relaciones sentimentales, sino de darles un nuevo significado más amplio, diverso y, sobre todo, personal.
Quizá es momento -si no lo has hecho ya- de cuestionar estas narrativas y buscar la propia definición de felicidad y plenitud. No es fácil: implica desaprender patrones arraigados y presentes en todas partes, así como dar un nuevo (y personal) significado al término amor, quizá en términos de afecto, autonomía, responsabilidad afectiva. Lo que te resuene.
¿Qué pasa si nunca me he enamorado?
Una vez hecho este alegato en contra del amor romántico, vayamos al turrón: ¿qué sucede si siento que nunca he experimentado ese amor? ¿Estoy muerta por dentro?
La presión social y cultural para enamorarnos y encontrar nuestra «media naranja» puede ser abrumadora. Nos enfrentamos a expectativas irracionales que nos hacen cuestionar la validez de nuestras propias experiencias emocionales. Nos sentimos como piezas defectuosas en un mundo que glorifica el amor romántico como la cumbre de la existencia humana.
Cuando no encajamos es normal culparnos de no ser lo que se espera de nosotras, por lo que el primer paso siempre ha de ser mirarnos con cierta compasión y reconocer que no estar enamorada (ni haberlo estado antes) no implica ni una carencia ni un fracaso personal. A lo mejor es una oportunidad para abrir otras ventanas y explorar nuestras necesidades y deseos lejos de esas limitaciones impuestas por las normas sociales.
Fuera clichés: ni mariposas ni flechazos
Entonces, ¿realmente es tan extraño no haber experimentado ese tipo de amor? ¿Tengo que sentirme un bicho raro porque jamás he sentido mariposas en el estómago? La realidad es que cada una vivimos las emociones de una manera muy personal. No hay ni mejor ni peor manera de sentir. Sin embargo, es posible que no sentir esa punzada en el pecho que mal identificamos con el amor nos haga pensar que no nos hemos enamorado jamás, cuando, a lo mejor, hemos vivido ese amor de una manera más tranquila, sosegada, ¿sana?
No todas experimentamos el amor de la misma manera, ni en el mismo momento de nuestras vidas. Hay quien puede sentirlo a edad muy temprana, quien lo hace a una edad más avanzada o quien, simplemente, no considera ese tipo de amor como una parte importante de su experiencia emocional.
Algunas razonas por las que quizá no te has enamorado nunca
¿Y si nunca me he enamorado?
-
Las expectativas
El bombardeo constante de representaciones idealizadas del amor nos puede conducir a expectativas poco realistas que no somos capaces de satisfacer, bien porque nada nos parece “suficiente” o bien porque tenemos miedo a que nos hagan daño.
-
Miedo al amor
¿Sabías que existe el miedo al amor? Se conoce como filofobia y se refiere a un temor irracional por establecer relaciones íntimas. Quizá tenga algo que ver con tu tipo de apego, con experiencias negativas del pasado o miedo al rechazo, pero al final funciona como una barrera.
-
Límite a las relaciones
Quizá puede que no estemos, por decisión propia o por puro azar, dando una oportunidad para que esta chispa surja. Limitar las relaciones sociales no ayuda, ya que perdemos oportunidades de conectar emocionalmente -de la manera que sea- con otras personas.
-
¿Autosabotaje?
A veces nos ponemos la capa del autosabotaje y nos enfocamos en personas no compatibles. Abrirnos a explorar diferentes opciones y huir de los estereotipos puede resultar revelador en este sentido.
Diversidad, aceptación y reflexión
No es la primera vez que te proponemos examinar con mirada crítica la manera en la que esa idea de amor romántico tan presente en las narrativas culturales perpetúa nociones dañinas sobre las relaciones y roles de pareja, la autoestima y el valor personal. Pero, además, alejarse de estos estándares puede tener efectos muy negativos también sobre las personas, que pueden llegar a sentirse marginadas, incompletas, insatisfechas.
Puede que al final lo más recomendable sea tratar de cultivar una actitud compasiva y comprensiva con nuestras propias experiencias emocionales. No existe una manera «correcta» de amar, de la misma manera que nuestra valía no está en absoluto determinada por nuestra participación o no del amor romántico. ¿Y si en lugar de culparnos y juzgarnos a nosotras mismas y a las demás celebramos la diversidad emocional y aprendemos, con mucha curiosidad, sobre las diferentes formas de expresarse que tiene la conexión entre seres humanos?