El fenómeno volcel: ¿estamos romantizando la represión de la sexualidad femenina?
¿Has oído hablar de esta tendencia últimamente? La analizamos en profundidad
Si algo podemos atribuir a Internet en general y a las redes sociales en particular es ese talento tan especial para convertir en trend cualquier decisión existencial que hace una década habría sido un asunto 100% privado. Hoy analizamos algo que, de hecho, además de ese halo de privacidad podría incluso tener algo de estigma o vergüenza: estar a dos velas. Pero es que no estamos hablando de abstinencia sexual como tal, sino del volcel, o lo que es lo mismo, celibato voluntario. Si es la primera vez que escuchas este término: enhorabuena, eres completamente impermeable a las tendencias. Si lo quieres saber, o si ya sabes de qué va pero te apetece verlo desde una perspectiva más analítica, este es tu artículo.
El volcel responde a un clima donde el deseo convive con la saturación, donde el romance se ha vuelto, para muchas de nosotras, algo tan imprevisible que directamente preferimos evitar.

¿Qué es el fenómeno volcel (y por qué está en todas partes)?
Volcel (abreviatura de voluntary celibate) es literalmente eso: elegir no tener sexo. No hay drama, no hay una imposición religiosa, no hay votos monásticos. Puede que ya estuviera pasando de manera silenciosa, pero entonces apareció Rosalía y lo verbalizó con orgullo en prime time. Ante la clásica pregunta de David Broncano sobre las relaciones sexuales en el último mes (que bien merecería también su buen análisis), nuestra Rosi afirmó orgullosa “0”. Evidentemente esta respuesta corrió como la pólvora por las redes, como si de repente pudiéramos hablar del elefante en la habitación. Esa misma semana, la presentadora Paula Vázquez, en este mismo programa y ante la misma cuestión, respondió con el audio de una amiga suya que hablaba de la dificultad para encontrar una pareja que le encajara y afirmaba que podía estar sin tener “sexo con otros”.
Vayamos por partes: Lucía Jiménez Sacristán, sexóloga, divulgadora y creadora de contenido, pone el foco en dos temas de los que habló Rosalía al respecto en ‘La Revuelta’ al respecto de su bajo deseo sexual: por un lado el estrés y por otro el haberse enfocado en su nuevo proyecto artístico, ‘Lux’. Dice la divulgadora que el discurso cuadra con la propuesta musical, pero que no podemos asumir que no practicar sexo nos acerca más a la iluminación. De hecho, a pesar del revuelo por esta deriva monástica de la cantante, una escucha pausada del disco nos aleja de esta premisa: a pesar de la carga religiosa a la que hace referencia, también habla de cómo el sexo y la pasión forman parte de su vida.
La sexualidad ni empieza ni termina en las relaciones sexuales. La sexualidad nos atraviesa, y no dejamos de experimentarla por no materializarse en actos específicos. Tomar este tipo de decisiones será un gesto de autocuidado o una autocensura, dependiendo de cuál sea el contexto y la motivación personal de cada unx para tomarla.

¿Es casual el auge del volcel?
Esta tendencia nos habla de un cansancio generalizado con cierta manera de vincularse, especialmente en las relaciones heterosexuales. Ghosting, relaciones intermitentes, breadcrumbing y, en definitiva, un desgaste emocional que se presenta como el peaje inevitable del romance moderno, según explica Tamara Alarcón Zapata, psicóloga y sexóloga LGTBIAQ+. Ante este panorama, retirarse del juego parece más sensato que dramático: “elegir no participar es una forma de decir que no vamos a seguir sosteniendo un sistema afectivo que no nos cuida”, explica la experta. Y es que muchas de nosotras estamos más que hartas de sostener vínculos en los que nuestro bienestar depende de lo que demos, lo que cedemos, lo que aguantamos.
El volcel nos habla de mucho más que un rechazo a tener relaciones sexuales: señala las desigualdades invisibles, como hacerte cargo de la gestión emocional de tu pareja, sentir que el deseo masculino pesa más, no encontrar reciprocidad afectiva o experimentar el sexo como obligación o manera de evitar conflictos. Aquí aparece la crítica que subyace a todo esto: “nosotras nos retiramos, nos protegemos… de manera individual, pero el sistema no cambia, la estructura sigue igual y los mandatos siguen ahí”, denuncia Alarcón Zapata.
¿Es el celibato voluntario una forma de autocuidado?
Sigrid Cervera, sexóloga, experta en asesoramiento y arte erótico, y responsable del Departamento de Educación del Museo de la Erótica de Barcelona (MEB), no interpreta el volcel como una moda, sino que, desde una perspectiva más personal, sería más bien una necesidad de retirarse para entender que está pasando en la propia historia de vida. Para ella, no es una huida del mundo, sino una forma de reorganizar lo que cada una está viviendo: “más allá del rechazo al otro, me parece interesante leerlo como una manera de vivir centrada en el momento, de repensar la propia condición o disponibilidad amoroso, un intento de pensar dónde quiero vincularme o qué quiero que forma parte de mi vida y qué no.
Muchas mujeres que lo reivindican viven una erótica rica, se apartan de relaciones genitalizadas o de una sexualidad que no reconocen como propia, pero no del deseo. El volcel aparece así como un reajuste, una pausa que permite preguntarse qué quiere una incorporar a su futuro erótico o afectivo.
Respirar, parar y escuchar el propio deseo sin presión, ordenar la vida emocional, reducir la autoexigencia e incluso un descanso para quienes vienen de dinámicas dañinas o desgastantes: estos son algunos de los posibles beneficios de una etapa volcel según Zapata Alarcón. Pero, ojo, porque también puede no ser más que una narrativa más o menos bonita para encubrir miedos (al rechazo, a repetir patrones, a abrirse emocionalmente…). Además, señala otro posible riesgo: convertir esa abstinencia en una especie de ideal moral, lo que realmente puede llevarnos a desconectar de nuestro propio deseo sexual.

¿Es elección o represión sexual?
Que el trend no nos nuble la vista: el foco sigue puesto en la sexualidad de las mujeres. “Incluso cuando decimos no quiero tener sexo, estamos hablando de nuestra vida sexual como si fuera algo público que puede y debe explicarse”, recalca Alarcón Zapata. Es decir, una vez más justificamos nuestros límites, nuestras etapas, nuestros silencios. Incluso para liberarnos del mandato sexual, tenemos que explicarnos a través de él.
El volcel puede ser una vía de resistencia, pero también un síntoma del propio desgaste que produce un sistema donde las mujeres no pueden simplemente vivir sus ritmos sin tener que nombrarlos, defenderlos o etiquetarlos.
Por su parte, Jiménez Sacristán observa que, quizá, no hemos tenido tiempo de gestionar una sexualidad abierta, sana y placentera todavía (entendiendo que este conjunto puede significar cosas diferentes para cada persona). El primer paso sería aprender a ser responsables emocionalmente, lo que se traduce en entender qué necesito, qué quiero, qué estoy buscando y cómo tengo que tratar a las personas involucradas.
Es posible que muchas de las mujeres que afirman haber abrazado el celibato voluntario, quizá no hubieran tomado esa decisión de haber tenido un entorno más amable con el que vincularse. “Siendo estrictas, el celibato se refiere a una abstinencia sexual en la ni siquiera cabe la masturbación, y no es así cómo en la práctica se está traduciendo este concepto en la mayoría de los casos)”, explica.

Su impacto en la sexualidad femenina
En consulta, Cervera ha detectado que las mujeres suelen manifestar su malestar en las relaciones sexuales porque sienten que «lo hacen porque toca» y no porque realmente les apetezca, por la falta de comprensión del propio deseo y los encuentros excesivamente centrados en los genitales con el orgasmo como esa cima donde hay que poner la bandera sí o sí.
Si bien el origen del celibato nos lleva a prácticas religiosas en las que el sexo era (es) entendido como una forma de distracción de otros objetivos “más importantes”, hoy en día Jiménez Sacristán cree que tiene que ver más con una mala relación con la sexualidad que sería el resultado de la falta de educación sexual y la sociedad tan sexualizada en la que vivimos. “Queremos libertad sexual, pero aún estamos desarrollando herramientas que nos acerquen a ella y, mientras tanto, vivimos situaciones que, lejos de proporcionarnos placer, nos desgastan”, comenta. Así, parar de forma temporal el sexo –ya sea estando en pareja o soltera— puede ser una forma de resetear patrones y volver a construir una sexualidad más coherente.
Opiniones y debate actual
“Hay personas que tienen muchas relaciones sexuales, en las que el deseo está completamente ausente. Otras, que buscan la interacción sexual para sentir algo parecido a ser vistas o queridas, y en muchas ocasiones, se encuentran con escenarios bastante diferentes. También hay gente que ansía explorar, pero no tiene con quién o no encuentra referentes. Un parón sexual puede servir para entender cómo estamos sexualmente, y hacia dónde queremos encaminarnos”, explica la sexóloga divulgadora. Puede ser, por tanto, que hacer un parón nos ayude a tomar perspectiva, pero, ¿estamos realmente entendiéndolo así? ¿O estamos cayendo en pensar que no necesitamos algo con lo que, en realidad, no sabemos relacionarnos de una forma sana?
Para las personas solteras, puede suponer incluso un alivio, quitar esa presión de tener muchas relaciones sexuales porque es lo que toca. Con el volcel el discurso pasa a ser “no es que no tenga con quien vincularme, es que yo elijo no hacerlo porque prefiero poner mi energía en otras cosas”.
Así, mientras las generaciones más jóvenes cuestionan la centralidad del sexo, la obligación de tener pareja (recordemos lo viral que se ha hecho el artículo de Vogue sobre que tener novio ya no está de moda), la normatividad del amor romántico y el modelo clásico de masculinidad, Alarcón Zapata también menciona el contexto de agotamiento emocional, precariedad afectiva, dinámicas relacionales inestables, exposición constante a modelos tóxicos y saturación emocional generalizada. “No es que no quieran relaciones, es que muchas de ellas no están ofreciendo seguridad, cuidado ni igualdad”, indica.

















