De las listas de tareas infinitas al dolor de estómago: ¿es la fatiga mental el enemigo silencioso de nuestra salud?
¿Quieres saber por qué estás exhausta siempre y, sobre todo, cómo volver a sentirte bien? La psicóloga Isabel Zanón nos ayuda a lidiar con el agotamiento mental
Hablamos de fatiga mental para referirnos a una sensación que va un puntito más allá del puro agotamiento. Se trata de algo más mantenido en el tiempo que afecta a nuestro bienestar emocional, físico y mental. También es un problema que afecta más a las mujeres que a los hombres. ¿Será por la autoexigencia? ¿Será por intentar llegar a todo? ¿Será por ser las eternas cuidadoras? Para descubrir realmente las causas de esta fatiga mental, reconocer sus síntomas y, por supuesto, aprender a lidiar con este cansancio mental sostenido, hemos recurrido a Isabel Zanón, psicóloga feminista especializada en trabajo con mujeres.
¿Qué es la fatiga mental y cómo se manifiesta en las mujeres?
La fatiga o carga mental hace referencia a un malestar que va muy de la mano de los cuidados y que se produce cuando tenemos la cabeza “a tope de cosas”. No es «únicamente» estar físicamente cansada: es la presión de equilibrar roles -trabajadora, madre, hija, amiga, pareja- y hacerlo de la forma más exigente posible. Tal y como señala Zanón, la causa es la sobrecarga de previsión, planificación y organización diaria que acaba haciendo mella en nuestro bienestar general: “nuestra cabeza es una lista constante de cosas pendientes por hacer”. Según la psicóloga, se trata de algo que afecta en mayor medida a las mujeres porque somos nosotras quienes, en las relaciones del tipo que sean, llevamos esa carga.
Nos han educado para cuidar y pensar en las necesidades ajenas, para estar atentas a lo que los demás necesitan, a comprobar que estén bien y estén a gusto y a buscar maneras de “solucionarlo” si no es así.
Esto no quiere decir que la fatiga mental sea solo cosa de mamis: también afecta a mujeres sin hijos y/o sin pareja, ya que podemos sentirnos igualmente cuidadoras de nuestro entorno o sobrecargarnos igualmente. Que levante la mano quien alguna vez no haya pensado “a mis días les faltan horas”. Sin embargo, más allá de los manidos no me da la vida, es un malestar bastante invisibilizado.
Síntomas de la fatiga mental
Pueden ser sutiles al principio para, sin darnos cuenta, como la rana en la cazuela de agua caliente, acabar quemándonos. Se puede manifestar de forma tanto psicológica como física o social. Estos son algunos de ellos:
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Dificultad para concentrarse, memorizar o tomar decisiones.
Las tareas cotidianas se hacen tan cuesta arriba que a veces sientes que no puedes con todo, lo olvidas, etc.
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Irritabilidad y cambios de humor.
Te sientes constantemente al borde de un colapso emocional y reaccionas de manera desproporcionada ante pequeños inconvenientes.
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Insomnio o sueño poco reparador.
Aunque estés agotada, te cuesta conciliar el sueño, te despiertas cada hora, amaneces con la sensación de seguir agotada.
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Sensación de vacío o desmotivación.
Las cosas que antes te apasionaban ya no te interesan o sientes que te falta energía para disfrutar tu día a día. Puede llevar a estados de ansiedad y depresión.
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Cansancio y dolores físicos.
La fatiga mental también se acusa en el cuerpo físico con dolor muscular, problemas gastrointestinales, dolores de cabeza…
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Conflictos con el entorno.
Discusiones con amigos, falta de deseo sexual, aislamiento.
Como es un estado de alerta, resulta estresante y un estrés sostenido en el tiempo genera ansiedad. Además, suele valorarse poco o nada y apartarnos de nosotras mismas, de nuestro propio cuidado o de nuestros proyectos, lo que nos acarreará problemas en el estado de ánimo.
¿Por qué las mujeres somos tan vulnerables a la fatiga mental?
¿Se trata de un problema aislado? En absoluto: es más algo sociocultural que puramente psicológico. Para muchas de nosotras, la presión de cumplir con las expectativas sociales, como ser buenas profesionales, excelentes madres e increíbles amigas, resulta realmente abrumador. No podemos llegar a todo, pero tampoco nos permitimos “fracasar”.
Poner a los demás primero es una costumbre que, a pesar de parecer innata, es aprendida: aprendemos a no ser nuestra prioridad. De hecho, nos enseñan a poner por delante casi todo hasta el punto de que, a veces, al preguntarnos qué es lo que querríamos hacer, no lo sabemos. Es un buen punto de enlace con el machismo y los sesgos de género: ¿tenemos que trabajar más para demostrar lo mismo?
“Cuanto más desequilibrio existe en una relación, cuanto mayor y más rígida sea la jerarquía de poder entre hombres y mujeres, tanto mayor será este tipo de fatiga mental. Si hablamos de entornos donde no se permite la expresión emocional y los roles están muy definidos, el malestar empeorará”, explica Zanón.
Se sabe que las mujeres tendemos en mayor medida a la hiperexigencia y el perfeccionismo, y esto se explica de nuevo por el mismo motivo que la fatiga mental, por esta socialización de género. También solemos hablarnos peor y ser más críticas con nosotras mismas.
Así se cuece el caldo perfecto para cultivar la insatisfacción y la baja autoestima, que en cada persona tiene una manera de salir a flote. La psicóloga nos habla de dinámicas más o menos similares: nos ponemos demasiada presión pero lo que hacemos es siempre insuficiente, por lo que nos sentimos incapaces y eso nos hace dejar pasar oportunidades y no disfrutar ni de nuestros logros ni del presente.
¿Se puede lidiar con la fatiga mental?
Según Zanón, la carga mental es aprendida, por lo que es posible, también, desaprender. “Pero, ojo -advierte-: no podemos cambiarlo si no cambia la otra parte porque se trata de dinámicas relacionales”. No obstante, podemos poner en práctica algunos consejos:
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Reconecta con tus necesidades.
Es el momento de preguntarte qué es lo que realmente quieres hacer tú, de escuchar a tu cuerpo y a tu mente sin sentirte culpable por ello.
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Pon límites claros.
Aprender hasta dónde llegan tus responsabilidades y a pronunciar la palabra mágica “no” es esencial para evitar la fatiga mental.
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Cuídate.
Puede ser leyendo un libro, saliendo a pasear, cenando algo que te guste mucho… Cada una tiene que encontrar esos pequeños placeres cotidianos y darles espacio.
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Tech off.
Desconecta del móvil, las redes sociales, el teléfono… y experimenta la sensación de no estar disponible para nadie.
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La importancia del descanso.
No solo se trata de dormir más horas y tener un sueño de mayor calidad -que también-, sino de realizar actividades que no demanden esfuerzo mental o que incluso te ayuden a relajar la cabeza, como el yoga suave o la meditación.
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Habla de lo que sientes.
A veces el simple hecho de compartir lo que estás viviendo con alguien de confianza te puede liberar. Ahora bien: si ese agotamiento te supera, es el momento de pedir ayuda profesional.