
TDAH en mujeres adultas: una condición invisible que marca vidas
Muchas mujeres llegan a consulta después de años sin que nadie hubiera considerado la posibilidad de un TDAH como causa principal de su sintomatología.
Si en una conversación sale el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) seguramente la imagen que se nos viene a la cabeza es la de un niño que es capaz de atender en clase, que es impulsivo, que no puede “estarse quieto”. Sin embargo, hoy sabemos que esta patología no distingue entre géneros ni edades. De hecho, cada vez es más frecuente encontrar mujeres adultas contando su proceso de diagnóstico y cómo saber lo que les pasaba, les ha ayudado a entenderse y a gestionar mejor su vida laboral y personal.
Sesgo de género: cuando el diagnóstico llega tarde
Los criterios diagnósticos del TDAH se construyeron en gran parte a partir de estudios realizados en niños varones. La hiperactividad y la impulsividad —los rasgos más llamativos— fueron considerados centrales, mientras que la falta de atención, la desorganización o la tendencia a la distracción, más comunes en niñas y mujeres, quedaron relegadas.


Así lo confirma el psiquiatra Rafael Ángel Baena Mures, especialista en TDAH en adultos, que ejerce tanto en el Hospital Universitario Fundación Alcorcón como en su consulta privada: “Existe una clara diferencia entre el diagnóstico de hombres y mujeres por el predominio de síntomas. Durante la edad infantil, es más fácil sospechar de los niños que de las niñas, en las que predomina más la falta de atención”, explica, y añade que esta dificultad se arrastra en la edad adulta, cuando la inestabilidad emocional, por ejemplo, se relaciona antes con otros trastornos que no son el TDAH.
La mayoría de estas investigaciones pusieron el foco en la sintomatología motora: inquietud y movimiento excesivos, dificultad para quedarse sentado en clase o durante las comidas, movimientos continuos sin un propósito específico, hablar en exceso o incapacidad de esperar su turno en juegos o actividades son algunos de los más comunes. Pero este cuadro no es el habitual entre las niñas, que suelen mostrar falta de atención, dispersión o desorganización. Es decir, conductas mucho menos llamativas tanto en el aula como en casa.
El TDAH suele aparecer de forma comórbida con otros trastornos. Esto dificulta enormemente la labor de diagnóstico, puesto que aparece un cuadro polimorfo de síntomas en superficie que nos impiden ver realmente la patología nuclear.
Expectativas sociales que pesan más
El impacto del TDAH se amplifica por el peso de los mandatos de género. Se espera que seamos organizadas, responsables, que administremos a la perfección tanto el trabajo como el trabajo doméstico y cuidemos, además, el bienestar de quienes nos rodean. Es por eso que los síntomas de este trastorno, cuando no está diagnosticado, pueden interpretarse como un fallo personal. “No soy suficiente”, “no logro lo que otras personas logran”, “algo en mí está mal” son afirmaciones muy comunes que las mujeres que han llegado a la edad adulta sin un diagnóstico a el respecto han integrado en su sistema de creencias.


La dificultad para organizar rutinas, cumplir plazos o priorizar tareas impacta tanto en la vida laboral como en la personal. Olvidos cotidianos, dificultad para mantener la concentración, frustración por no poder sostener la atención en entornos que lo exigen… La sensibilidad al estrés y la impulsividad generan altibajos anímicos que erosionan la autoestima y complican las relaciones interpersonales. En aquellas mujeres que son madres, las tareas que son ya de por sí abrumadoras se convierten en un reto aparentemente inalcanzable con el potencial riesgo de caer en una espiral de culpa y agotamiento.
Las mujeres suelen recibir el diagnóstico de TDAH en la adultez después de años de buscar explicaciones a un malestar difuso: autocrítica muy severa, baja autoestima, sensación de “ir un paso por detrás” e incluso, en ocasiones, trastornos asociados como la depresión o un TCA.
La forma que muchas de estas mujeres tienen de hacer frente a este cuadro es crear rutinas rígidas o trabajar el doble para tratar de compensar, lo que termina en agotamiento crónico y puede llevar a trastornos alimentarios o conductas autodestructivas. “Muchas mujeres tienen interiorizados mensajes despectivos como torpe, tonta o que no sirven para determinadas tareas –comenta el experto–. Esto cambia de forma sustancial al recibir tanto el diagnóstico como el tratamiento”. Y es que ponerle esta etiqueta ofrece una explicación a una historia vital, a síntomas que igual se habían pasado por alto. Es como juntar las piezas de un puzzle y descubrir que, visto así, completo, todo encaja y tiene sentido.


El tratamiento suele combinar medicación, psicoterapia, psicoeducación y apoyos prácticos que permiten no solo construir una vida más organizada, sino recuperar la confianza y, con suerte, abandonar la frustración.
El trastorno “de moda” en redes
Este estudio señala un aumento muy significativo de los diagnósticos en los últimos años basándose en el número de prescripciones de tratamientos para este trastorno. ¿Cómo se explica esta especie de “boom”? ¿Estamos ante un claro caso de sobrediagnóstico o más bien un ajuste por la descompensación anterior?


TikTok, Instagram o YouTube han transformado la conversación sobre salud mental. Gracias al impulso del tema a través de estos canales tan accesibles y con tanto poder de difusión, han ido cayendo ciertos estigmas y se han abierto multitud de puertas y ventanas. Gracias a varias creadoras de contenido que han compartido su experiencia, el TDAH en mujeres adultas hoy goza de mayor visibilidad, pero se trata de una luz que arrastra sus propias sombras.
Algunos de estos reels virales que ofrecen una explicación simplista de esta patología han dado lugar tanto a su banalización como a un aumento del autodiagnóstico. Frases como “si eres desordenada, probablemente tienes TDAH” circulan con ligereza y ayudan a confundir síntomas reales con rasgos de personalidad o experiencias comunes. La advertencia de especialistas es clara: solo una evaluación clínica puede confirmar el diagnóstico y orientar un tratamiento. “Es importante que, sobre todo entre las generaciones más jóvenes, se hable de salud mental, pero es peligroso que el altavoz sean influencer y no profesionales –asegura Baena Mures–. Si alguien considera que puede tener un TDAH lo ideal sería contactar con un profesional de la salud mental especialista en esta patología”.


Una deuda pendiente con la salud mental femenina
El diagnóstico en la adultez trae consigo una mezcla de emociones: alivio al comprender que no se trataba de falta de incapacidad o falta de voluntad, pero también dolor por los años “perdidos” sin herramientas ni apoyo. Esa dualidad vuelve a poner de manifiesto la urgencia de que el sistema de salud mental incorpore la perspectiva de género, además de ofrecer diagnósticos tempranos y precisos.