Ahora es la máscara de LED, pero antes fue la cal viva: un repaso a los ¿rituales? de belleza que han marcado la historia

La historia de la moda no está escrita solo en hilos de seda y bordados exquisitos. También tiene cuerpos deformados, productos tóxicos y decisiones que, vistas desde hoy, parecen una locura

mayo 11, 2025 Escrito por Sara G. Pacho

Licenciada en Sociología por la Universidad de Salamanca y en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid.

Revisado por el equipo de expertas de Bloom, plataforma especializada en salud femenina.

La moda es un espejo de los cambiantes deseos del ser humano. Basta echar una mirada atrás para ver que la necesidad de pertenecer a un colectivo, distinguirse o, simplemente, seguir los dictados sociales del momento a menudo ha implicado dolor, sacrificio e incluso prácticas que hoy tachamos directamente de barbaridades estéticas.

Hoy contamos con mayor información médica y, al menos en teoría, un enfoque más consciente del bienestar físico, pero no estamos libres de formar parte de aberraciones en tiempo real que, quizá, el día de mañana veamos con otros ojos. La presión por seguir una determinada estética y encajar es asfixiante, sobre todo para las mujeres. La historia demuestra que la belleza ha sido, y sigue siendo, una construcción social mutable y, a menudo, cruel, que nos hace preguntarnos constantemente hasta dónde estamos dispuestas a llegar para encajar en un ideal.

Esta es una historia de dolor, obsesión y, a veces, de tragedia en nombre de las modas.

In the name of social standing

Desde los mayas en América hasta los pueblos del Cáucaso (por mencionar dos culturas muy alejadas), se tiene constancia de la práctica del modelado craneal para marcar estatus y pertenencia social. Con tablillas y vendas, se moldeaba la cabeza de los bebés para conseguir una forma más alargada, considerada estéticamente superior o espiritualmente más cercana a los dioses.

Pero si hablamos de aberraciones estéticas históricas, seguramente uno de los ejemplos más conocidos sea el vendaje de pies de las mujeres en China como signo de belleza y distinción. Desde los cinco años, a las niñas se les vendaban los pies con fuerza varias veces por semana para romper (sí, romper) el arco y los huesos de los dedos, consiguiendo esa forma a la que llamaron “pies de loto”. Un proceso que, además de dolor, causaba infecciones y limitaba fuertemente la movilidad. Esta atrocidad acabó siendo un must incluso entre las clases más humildes… para poder casar a sus hijas.

rituales estéticos extremos

Si viajamos un poco más en el tiempo y seguimos mirando al sur de nuestros talones, vemos que restringir el crecimiento natural de los pies se repite cuando las mujeres comienzan a usar tacones, que durante décadas fueron cosa de hombres y símbolo de virilidad. Para poder lucir estos zapatos, algunas mujeres pasaron por el quirófano en busca de esos “pies de Cenicienta”.

Warning: esta ropa puede matar

Durante los siglos XVII al XIX, el corsé moldeaba la figura de las mujeres hasta el extremo (si has visto Lo que el viento se llevó, sabrás de qué hablamos). Sumado al miriñaque, esa estructura de varillas para expandir la falda, era un disparador de desmayos entre quienes lo llevaban, que literalmente no podían respirar. El coste físico de ser atractivas incluía deformaciones en las costillas, desplazamiento de órganos internos y digestivos y la imposibilidad de huir en caso de emergencia, como un incendio.

En el apartado de tejidos, debemos mencionar colores como el verde esmeralda, que en el siglo XIX estaba muy de moda y se formulaba con arsénico. El contacto con la piel y el sudor liberaba vapores tóxicos que causaban úlceras, ceguera e incluso envenenamiento mortal. Otra pieza letal eran los sombreros, sobre todo para sus fabricantes: el uso de mercurio provocaba graves daños neurológicos (de ahí el Sombrerero loco de Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas).

Además de formar parte de algunos tejidos, estos químicos también estaban presentes en cosméticos: el arsénico se utilizaba para aclarar la piel en una sociedad donde lucir bronceado era sinónimo de trabajar en el campo y, por tanto, pertenecer a una clase más baja.

prácticas estéticas extremas

No hace falta viajar tanto en el tiempo

¿Acaso ahora lo hacemos todo perfecto? ¿Soportarían las tendencias actuales una revisión histórica? De la mano de Vanessa Merino, coordinadora de estética en Recoletas Salud en Valladolid, y Cristina Morales, maquilladora profesional, repasamos algunas de esas “burradas” más recientes en nombre de la belleza. 

Aclararse el pelo con agua oxigenada, alisarlo con la plancha de planchar la ropa, hacerse agujeros en las orejas con un alfiler, ponerse uñas postizas con pegamento tipo Loctite, usar bases de maquillaje cinco tonos por encima sin tratar antes la piel, y, por supuesto, la tendencia súper dosmilera de depilarse las cejas hasta que acabaran siendo un camino de hormigas. “Hay muchas chicas que, a día de hoy, no han conseguido volver a tener las cejas un poco pobladas”, comenta Morales.

Durante el Renacimiento ya estuvo de moda lo de las cejas hiperfinas, aunque fue aún más extremo: entonces se buscaba una mirada más amplia a costa de depilarse completamente las cejas y eliminar las pestañas.
rutinas de belleza extremas

En cuanto a cirugías, Merino menciona la extracción de costillas flotantes para lograr una cintura más fina; y los «pinchazos» de silicona, que pueden generar reacciones epidérmicas, nódulos subcutáneos o deformidades (seguro que todas pensamos en alguna celebrity a la que no le ha sentado bien inyectarse este derivado del petróleo). 

boobs-separator

Durante los 80 y 90, los implantes mamarios de silicona vivieron su época dorada. Sin embargo, la falta de regulación y estudios a largo plazo provocó miles de complicaciones: roturas, fugas y enfermedades autoinmunes asociadas. Fue necesario que numerosas víctimas alzaran la voz para que los estándares de calidad y seguridad empezaran a endurecerse.

Aunque vayan mutando amén de las modas, estas locuras no solo han estado siempre, sino que continúan estando. Basta echar un vistazo a los trends de Instagram o Tik Tok y alucinar con las rutinas infinitas de noche, por ejemplo. “Se nos está yendo un poco la cabeza con el cuidado de la piel”, señala la coordinadora de estética, quien defiende el uso razonable de productos nocturnos, pero critica envolverse la cara con parches con la ilusión de conseguir un cutis de porcelana.

Morales lo ve a diario en su trabajo como consejera de belleza en una conocida cadena de cosméticos: “Hay niñas de 12 años queriendo usar cremas con ácidos antiaging. Por supuesto, las redes sociales influyen: estas jóvenes acceden al contenido de influencers que divulgan sin especialización. Pero ¿quién les compra estos productos? La maquilladora destaca la necesidad de que padres y madres pongan límites y no generen complejos: “Vienen con chicas que tienen los típicos granitos hormonales buscando correctores para ocultarlos, en lugar de tratarlos con naturalidad”, indica.

acne juvenil

Hoy en día nos preocupa hacer las cosas mejor y hay mucha información, pero también es verdad que no todo el mundo tiene acceso a buenos productos o a los tratamientos adecuados y eso puede llevar a resultados no esperados y no necesariamente buenos. A su vez, también hay profesionales más preparados tanto en el ámbito estético como en el ámbito médico-estético y los productos son mejores. 

Vanessa Merino Mañueco, coordinadora de estética

Entre el glow y la locura: cómo no pasarse de rosca

¿Es posible cuidarse sin obsesionarnos ni poner en riesgo nuestra salud? Aunque no hay una forma ni mágica ni universal, las dos profesionales señalan la importancia de la limpieza de la piel mañana y noche a cualquier edad (aunque no se use maquillaje) y el uso de protección solar los 365 días del año, a poder ser SPF50, que no solo es el mejor producto antienvejecimiento, sino que además reduce el riesgo de desarrollar cáncer de piel. En nombre del bronceado se han cometido —y se siguen cometiendomuchas locuras que no podemos minimizar. Quien más quien menos sabe de alguien que se ha plantado a tomar el sol en modo vuelta y vuelta sin protección alguna o, aún peor, untada en aceite. 

Hoy, en teoría, estamos más concienciadas respecto a la radiación solar, pero la obsesión por el bronceado ha sido una de las grandes aberraciones recientes, con consecuencias tan graves como el aumento del melanoma, uno de los cánceres más agresivos.

Las modas cambian y los tratamientos más demandados también. Según Merino, ahora triunfan los inductores de colágeno para lograr una piel más glowy y natural, y los tratamientos de aparatología sin cirugía para mejorar la flacidez o eliminar manchas y arrugas. Además, las clientas cada vez son más jóvenes: “Con 20 años ya empiezan”, comenta. Pero además de los tratamientos tópicos, es fundamental atender el interior: lo que comemos, lo que bebemos, cómo descansamos y lo que pensamos. “Nuestra piel muchas veces es un espejo de lo que estamos viviendo”, concluye la experta.

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