¿Buena o mala feminista? Todas las contradicciones a las que nos enfrentamos a diario como mujeres
¿Cómo es una buena feminista? Si no encajas en ese retrato robot… ¿eres una mala activista? ¡Dentro reflexión bloomer!
El #8M llega cada año a nuestras vidas como un terremoto de valores. Como una sacudida a los cimientos que nos pone frente a un espejo de lo que somos y de lo que queremos ser. La lucha feminista agota -quienes la practican a diario lo saben-, y a veces las fuerzas flaquean, pero el Día Internacional de la Mujer y toda la energía que lo envuelve funcionan como un revulsivo.
Nos resetea, nos recuerda por qué salimos a la calle y nos hace volver a tener una perspectiva global del feminismo que queremos: inclusivo, interracial y transversal. Un feminismo para todas. Fácil de resumir, pero complejo de llevar a la práctica.
De forma individual, el 8M y las jornadas que lo rodean -de la emoción de los días previos a la reflexión y “resaca emocional” posterior- también nos tocan. Y nos hacen replantearnos qué tipo de feminista somos. Wait a second, ¿hay tipos de feminismo y de feministas? ¿También en esto establecemos arquetipos y moldes en los que encajar? ¿Buena feminista y mala feminista?
La buena feminista, un retrato robot
Ladies, déjenme que me ponga la bata de policía-dibujanta (sí, como en los thrillers hollywoodienses) para esbozar el retrato robot de una “buena feminista”.
- No pasa una: es decir, no permite un paso en falso en ninguna conversación. “Las batallas dialécticas serán feministas o no serán”, parece ser su lema. Siempre tiene la frase adecuada y la cita académica a la que referirse. Pone los puntos sobre las íes con un argumentario pulido y sin fisuras.
- Su aspecto físico no le preocupa. Sí, se cuida por salud, pero ha llegado a un estadio mental superior en el que “verse guapa” no es una prioridad, ni siquiera un interés.
- Al hilo de lo anterior, hace tiempo que no se depila. Y que le dan igual las miradas curiosas.
- ¿Maquillaje? No es para ella.
- ¿Sujetador? Hace más de 50 años que sus referentas quemaron ese invento patriarcal.
- En el sexo, ella manda, y nunca sucumbe a los roles preestablecidos.
- JAMÁS la veréis esconder un tampón o una compresa, ni pedirlo a su compi como si fuese algo prohibido. De hecho, hablará con soltura y sin tapujos de su experiencia con la copa menstrual o el sangrado libre.
- Nunca criticará a otras mujeres, ¡sororidad es su apellido!
- Su prioridad será ella misma (y la lucha feminista). ¿Qué es eso de rendirse a las necesidades de su pareja o hijos?
Por supuesto, nótese la ironía total en este listado de «mandamientos» que podríamos ampliar hasta los 100 apartados para crear algo así como el “Manifiesto feminista: lo que dicen que tenemos que ser y lo que nos reprochan al grito de ‘pues tan feminista no serás’”.
Somos feministas, sí, pero también somos mujeres criadas en una sociedad patriarcal, y no podemos escapar a una herencia social y cultural milenaria con unos años de “despertar feminista” construidos sobre una (sólida) base de lecturas y charlas.
Estamos en pleno proceso de deconstrucción, aprendiendo juntas y tratando de mejorar para contribuir a un mundo en el que la igualdad sea una realidad. Pero no somos perfectas, y tenemos nuestras contradicciones.
Confesiones de una mala feminista: estas son nuestras contradicciones
Si no cumplimos con ese retrato robot de la buena feminista, ¿somos malas feministas? ¿Estamos socavando el movimiento desde dentro? Cuando pensamientos así nos asaltan, conviene detenerse un momento y reflexionar. Quizá esa búsqueda de la perfección en todo, incluso en la lucha por nuestros derechos, es consecuencia del sistema del que formamos parte.
Un sistema en el que, tantas veces, tenemos que trabajar el doble que los hombres para llegar al mismo punto del camino. ¿O acaso a un activista que lucha, por ejemplo, contra el cambio climático, se le espeta por defecto “pues tan defensor de la Tierra no serás, si enciendes la calefacción en tu casa”? Al reducir las cosas al absurdo vemos claramente que esos ataques tienen como fin cuestionar nuestra lucha, y nuestra participación en ella.
Pero todo esto no quita para que nosotras mismas, en nuestro proceso de aprendizaje, autoconocimiento y definición como feministas, observemos nuestras contradicciones y a veces hasta nos avergoncemos de ellas. “Uf, ¿qué pensaría Gloria Steinem si me viera?”, nos decimos. No conozco a Gloria Steinem (ojalá), pero apuesto a que nos animaría a no ser tan duras con nosotras mismas, y a entender que en esas contradicciones también está nuestra diversidad y el feminismo transversal que queremos.
Al lío, ¿cómo sería entonces el retrato robot de una mala feminista (inserta aquí el emoji del diablillo morado)?
- A veces, aunque escuche un comentario abiertamente machista, no entra al trapo porque ha decidido sus batallas, y estar constantemente educando en el feminismo es agotador. Sí, está bien permitirse un descanso y no estar todo el tiempo en pie de guerra.
- Le gusta verse guapa. A días se preocupa su aspecto físico y quiere sentirse bien consigo misma también desde un punto de vista estético. Una no se quita de encima siglos de mirada masculinizada (incluso entre mujeres) con un chasquido de dedos.
- No se depila… porque hace tiempo que pasó por la depilación láser. Y sigue pensando que fue una decisión fantástica. ¿Que tiene amigas que pasan olímpicamente de las cuchillas, ceras y láseres? Por supuesto, y admira su valentía, pero eso no va con ella.
- Le chifla el maquillaje y experimentar con él. Euphoria vibes forever.
- Se siente rara sin sujetador, sabe perfectamente su talla y le gusta elegir un modelo para cada vestido. Pero eso no quita para que, al llegar a casa, sienta una sensación de liberación al quitárselo.
- Todavía está aprendiendo a decir lo que le gusta en el sexo. Y sigue conociéndose (¿podemos decir coñociéndose?) poco a poco.
- A veces le da palo decir que se encuentra regular por la regla. A ver si van a pensar de ella en la ofi que es una floja.
- Se le escapa de vez en cuando un “tía, tiene buen cuerpo, pero de cara no es guapa”. Pero sabe, como contamos en esta historia ilustrada en el Instagram de Bloom, que eso solo pone sobre las mujeres un peso extra en la balanza, un lastre.
- Sí, le gusta cuidar de su pareja y de sus peques. Y eso no la hace peor feminista… aunque sabe que tiene que priorizar su autocuidado.
En este perfil esquemático (con el que la que firma se identifica casi al 100%) subyacen diversas cuestiones que nos preocupan a muchas, que nos hacen sentirnos contradictorias. ¿Soy mala feminista por encajar o querer hacerlo en el estereotipo de feminidad más clásico? ¿Por no tener siempre a mano la frase adecuada para callar bocas? ¿Por no visibilizar en todo momento las necesidades de las mujeres, sea en el trabajo o en casa?
Las feministas no somos un ente perfecto, éticamente intachable y sin un ápice de contradicción. Somos sujetos individuales con vivencias muy personales que han construido nuestra forma de estar en el mundo, de relacionarnos con nosotras mismas y con las demás mujeres.
¿Lo importante? Que tengamos claras nuestras batallas, el objetivo común (que no es otro que la igualdad real), que abracemos nuestra singularidad y nuestras peculiaridades y que estemos abiertas a cambiar. A tomar conciencia de esos comportamientos y comentarios misóginos que nosotras mismas tenemos integrados y que, poco a poco, también podemos dejar atrás. Echa, si no, un vistazo a tu yo de hace 10 o 5 años. ¿Tenía más dejes involuntariamente machistas? Es la mejor prueba del camino que estás recorriendo.
Cada gesto importa, y el 8M es la ocasión perfecta para redibujar esa perspectiva global del movimiento… y de nuestro encaje individual en él. ¿Buena o mala feminista? Feminista a secas: un concepto tan grande y diverso que no necesita más adjetivos.