¿Qué son los espacios no mixtos? Tienen su origen en la Revolución Francesa y sí, siguen importando en la lucha feminista

¿Por qué son importantes estos espacios en la construcción de un futuro más justo e inclusivo?

marzo 5, 2024 Escrito por Sara G. Pacho

Redactora de Bloom especializada en salud femenina, estilo de vida y feminismo. Licenciada en Sociología por la Universidad de Salamanca y en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Máster en Comunicación como Agente Histórico-Social, especialidad en Lenguaje Audiovisual por la Universidad de Valladolid.

Revisado por el equipo de expertas de Bloom, plataforma especializada en salud femenina.

En vísperas del 8 de marzo, vuelven muchos debates al primer plano. Uno de ellos es el que gira en torno a la existencia de espacios no mixtos, habituales, por ejemplo, en las propias manifestaciones que se organizan para ese día. Queremos responder a algunos interrogantes recurrentes acerca de la función de este tipo de espacios y su pertinencia. 

De qué hablamos cuando hablamos de un espacio no mixto

En nuestro argot feminista, nos referimos a espacios no mixtos a aquellos lugares (físicos o no) que han sido creados por y para las mujeres. Por una parte, nos permite organizarnos entre nosotras, poner en el centro los temas que nos interesan y crear una red de empoderamiento fuera del sistema patriarcal. Cuando estamos en un espacio no mixto, nos expresamos y compartimos de una manera más libre y segura, nos permite conocernos más a nosotras mismas y hacemos fuertes nuestros propios discursos. 

espacios no mixtos
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En ocasiones estos espacios se han demonizado porque “se cree el ladrón que todos son de su condición”: no se trata de sustituir espacios mixtos, sino de crear un lugar complementarios donde poder avanzar en nuestras discusiones y reivindicaciones.

De tendencia nada: viene de lejos

La creación de espacios no mixtos se articula en torno a un eje de identidad común entre quienes los integran. Nos ayudan a hacer visibles las desigualdades y a articular respuestas colectivas. De hecho, estos lugares no son en absoluto una novedad. Por ejemplo, en la época de la Ilustración y la Revolución Francesa, mientras la burguesía se hacía fuerte, las mujeres empezaron a conquistar espacios públicos que enseguida molestaron: podían formar parte de la sociedad, pero no “molestar”. Y de esta contradicción surgieron estos espacios exclusivos. 

Otro buen ejemplo lo encontramos sobre las vías en el Reino Unido del siglo XIX: la popularización de esta forma de viajar desató una oleada de agresiones sexuales en los vagones, por lo que finalmente se optó por separar a las mujeres en otros vagones de por entonar un adelantado “señor, no viole”.  A modo de curiosidad: los vagones como espacios seguros solo para mujeres existen a día de hoy en algunos lugares como, por ejemplo, el metro de Tokyo.

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Para qué sirve un espacio no mixto

Si tenemos en cuenta que la sociedad está repleta de ejemplos de grupos 100% masculinos (o que están cerca de serlo), cobra sentido contar con estos espacios para visibilizar nuestro trabajo, por ejemplo, pero también para potenciar la participación, el aprendizaje, etc. Estos espacios son un grito en un mundo que a menudo nos silencia. Nos permiten compartir historias y luchas en un entorno seguro, libre de juicios y prejuicios donde, quizá, encontrar la fuerza y la confianza para desafiar los roles de género y construir nuestras propias narrativas.

Decir que crear espacios no mixtos es una discriminación hacia los hombres similar a la que sufrimos las mujeres en tantos ámbitos es tan simplista como erróneo. De hecho, este argumento olvida el desequilibrio de poder, las violencias que las mujeres sufrimos a diario y que, aunque #notallmen, existe un sistema de opresión estructural. 

Al diseñar estos espacios debemos tomar conciencia de nuestra posición para que todas las mujeres estamos representadas. Es decir, además de no mixtos, estos espacios han de ser interseccionales: el género es el elemento común, pero no puede servir para invisibilizar el resto de opresiones.

Por qué son importantes estos espacios para algunas mujeres

Mujeres y hombres somos socializados de manera diferente desde que hacemos nuestra aparición estelar en este mundo. Desde bien pequeñas se nos enseña a ocupar roles de sumisión, a buscar el amor como gran propósito vital, a depender de la atención de otros y, por supuesto, a poner en duda nuestras capacidades. El resultado de este proceso del que es imposible escapar es llevar tatuado un desequilibrio en las relaciones de género.

A esto hay que sumar que vivimos en una sociedad donde la violencia que se ejerce contra las mujeres está normalizada. En este contexto, los espacios no mixtos pueden ser herramientas esenciales romper con los estigmas impuestos por el patriarcado y reclamar nuestro derecho a una vida libre de violencia y discriminación.

Hace unos años, después de una multitudinaria manifestación del 8M, escuché en un podcast varios testimonios de mujeres sobre la presencia de hombres allí. Se me quedó grabado uno de ellos: contaba que había decidido no ir a los actos convocados porque había visto que su agresor estaría allí. Suficiente (creo) para justificar estos espacios. 

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Cuestión de espacios

Cuando hablamos de espacios no mixtos, no nos referimos a la exclusión de los hombres de manera arbitraria, sino a la creación de entornos donde sentirnos seguras, representadas, escuchadas, ¿comprendidas? ¿Esto quiere decir que los hombres no pueden participar en el movimiento feminista? EN ABSOLUTO. No se trata de una exclusión, sino de una reorganización. 

Somos conscientes de que muchos hombres no participan en ciertas jornadas de reivindicación feminista para no ocupar un papel que, según dicen, no les corresponde. Esto es, en realidad, un gran error: necesitamos que los hombres formen parte de la lucha por la igualdad. Simplemente este no es el momento de llevar la voz cantante, ni la batuta, ni los pantalones, ni nada de eso que ya llevan en el resto de ámbitos de la vida.

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Es momento de participar de una manera más pasiva, menos protagonista: no hace falta que lleves la pancarta para mostrar tu apoyo. Puedes colocarte al final, sin invadir determinados espacios y respetando los límites, como un buen aliado. 

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