La víctima perfecta: ¿cómo juzgamos a quienes han sufrido una agresión sexual?

noviembre 30, 2024 Escrito por Sara G. Pacho

Redactora de Bloom especializada en salud femenina, estilo de vida y feminismo. Licenciada en Sociología por la Universidad de Salamanca y en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Máster en Comunicación como Agente Histórico-Social, especialidad en Lenguaje Audiovisual por la Universidad de Valladolid.

Revisado por el equipo de expertas de Bloom, plataforma especializada en salud femenina.

Cada día se denuncian en España 14 violaciones y 55 agresiones sexuales, según datos del Ministerio del Interior. A pesar de la creciente visibilidad acerca de este problema y los esfuerzos por sensibilizar al respecto, lo cierto es que las víctimas de violencia machista se enfrentan a una doble vulnerabilidad: además del dolor físico y emocional propio del abuso, se añade la culpa y la vergüenza. Desafortunadamente, a menudo las víctimas son escudriñadas por una mirada que trata de encontrar fallos y errores en su comportamiento, en lugar de centrarse en los hechos o en el agresor. 

El concepto de la «víctima perfecta» es una construcción social fundamentada en estereotipos de género que nos hacen creer que, para ser creíble, la mujer que ha sufrido violencia machista tiene que tener una serie de características.

Para conocer más en profundidad este tema hemos recurrido a Beatriz Durán, psicóloga especialista en violencias machistas, docente y psicóloga forense que actualmente trabaja en un centro de la mujer de la administración pública. 

El concepto de “víctima perfecta” y los mandatos de género

Los mandatos o estereotipos de género son esas “normas” que existen en una sociedad y que nos dicen cómo tiene que ser un buen hombre o una buena mujer. Esto aplica también a una mujer víctima de género: ha de mostrarse frágil, débil, sumisa y triste. Tiene que permanecer en casa, llorando y retraumatizándose, porque todo lo contrario pone en jaque su credibilidad como víctima.

Un caso muy mediático en este sentido es el de la víctima de la manada que nos recuerda la psicóloga: “En foros machistas se juzgó que había seguido con su vida”. Este recurso se conoce tan ampliamente que la defensa de los agresores contrató un detective privado precisamente para señalar como supuesta prueba de que su relato era inventado que no se estaba comportando como se esperaba que se comportara una víctima. 

Estos estereotipos tienen un gran impacto en el imaginario colectivo, no solo cuando nos referimos a la víctima ideal: también cuando imaginamos el “arquetipo” de agresor. “Tendemos a imaginar que un hombre fuerte y que prácticamente lo ves venir, cuando lo cierto es que puede ser cualquier hombre. Están en nuestro entorno, incluso en el más íntimo. Por estadística, todas nosotras conocemos al menos a uno”, señala Durán.

boobs-separator

La violencia sexual es un acto de poder y control, no una consecuencia de la conducta de la víctima. Por eso las víctimas tienen que ser apoyadas, no cuestionadas. 

La víctima antes, durante y después de la agresión

Además de los mandatos de género, el concepto de consentimiento está muy ligado al de víctima perfecta. Aunque queremos pensar que esto cada vez es menos frecuente, lo cierto es que tanto a nivel más popular (en las tertulias cuando un caso se hace especialmente mediático), como a nivel más cotidiano, a menudo se habla del comportamiento de la víctima como si la agresión fuera algo que le ha sucedido por no protegerse lo suficiente o no ser explícita en su negativa. “Aquí entramos en el juego de las preguntas capciosas -explica la psicóloga-: si se resistió, si se había insinuado, cómo iba vestida”. Recurre la experta a otro caso reciente que seguramente todas recordamos: la víctima de Dani Alves. Si accedes a ciertas cosas (como ir al reservado de una discoteca), tienes la culpa de lo que haga tu agresor. 

Basta ya: dejemos de traumatizar a las víctimas. Yo solo espero de ellas que sobrevivan de la manera que puedan hacerlo. 

Beatriz Durán, psicóloga especialista en violencias machistas

Si una víctima no reacciona «como se espera» (por ejemplo, si hace su vida normal, si tarda en denunciar o si mantiene el contacto con su agresor), su credibilidad cae en picado y acaba sufriendo, además de la agresión sexual, un ataque personal. En ocasiones es tal el impacto que para poder seguir de verdad con su vida tienen que poner tierra de por medio, como le sucedió a Nevenka: tras denunciar se fue a vivir al extranjero, donde continúa viviendo a día de hoy, mientras que su agresor continúa en Ponferrada.

Este relato justifica, además, los impulsos masculinos porque se consideran incontrolables, con el derecho de tomar la iniciativa si se sienten provocados. Las víctimas, sin embargo, “suelen sentirse culpables por no haber visto las señales de alarma, o avergonzadas por no saber qué decir a sus amigos o familia”, explica Durán. ¿Conseguiremos que la vergüenza y la culpa cambien de bando?

Otra piedra de culpa y autoexigencia que cargar en la mochila

Da igual en qué ámbito te quieras fijar, porque las mujeres siempre vamos a vivir a la sombra de emociones que facilitan mucho la supervivencia del patriarcado. Una de ellas, quizá la más potente, es la culpa. Nos sentimos permanentemente culpables por todo: por no ser la madre perfecta, ni el cuerpo perfecto, ni, como, en este caso, la víctima perfecta.

Tiene mucho que ver en esto la tradición judeo cristiana, que también nos inculca la importancia del perdón. Para Durán, “el perdón está sobrevalorado” y no es necesario para sanar. De hecho, este pensamiento de que parte de ese proceso de recuperación pasa por el perdón nos reconduce al territorio de sobra conocido de la autoexigencia. «¿Qué pasa si no quiero perdonar a mi agresor? ¿Qué pasa si la experiencia de violencia me impide hacerlo? Otra vez la culpa», reflexiona la experta.

boobs-separator
boobs-separator

Nos enseñan que tenemos que ser conciliadores, empáticas y comprensivas ante cualquier situación, incluso cuando nos agreden. 

Beatriz Durán, psicóloga especialista en violencias machistas
boobs-separator

Y con la culpa viene la autodestrucción. En su trayectoria profesional, la experta ha podido ver cómo sufrir violencia machista hace que las víctimas desarrollen depresión, disociación, regulación con drogas o algo, trastornos de la conducta alimentaria o pensamientos suicidas. “Por eso es tan importante que existan espacios seguros donde sabes que no te van a juzgar para poder sanar”, concluye Durán. 

¿Te ha gustado este post?

¡Queremos saberlo!