Muchas nos sentimos hinchadas constantemente, pero ¿qué es, realmente, estar inflamada?
Hablamos de un proceso que tiene que ver con el envejecimiento, pero también con el estilo de vida
No es una novedad: en los últimos años la inflamación se ha convertido en trending topic. Miles de publicaciones tanto en Instagram como en Tik Tok hablan del tema. A veces son nutricionistas y otros perfiles dedicados a la salud; otras veces influencers de lifestyle o gurús del bienestar quienes nombran la inflamación como la gran villana de nuestros tiempos y dan consejos generales para evitarla. Entre tanta información profesional y no profesional estamos un poco perdidas.
Por eso hemos decidido escribir un post apoyándonos en lo que nos han contado dos nutricionistas al respecto para entender qué significa realmente estar inflamadas, si se trata de una mera tendencia o tiene su base científica y, sobre todo, si tenemos que preocuparnos y ponerle remedio.
¿Qué es la inflamación?
Según nos contó la nutricionista Carla Romagosa en el taller Bloom sobre menopausia y nutrición, la inflamación es un proceso totalmente natural que sucede desde que nacemos. A medida que envejecemos, terminamos desarrollando de manera inevitable una inflamación crónica de bajo nivel que se traduce en un sistema inmune debilitado, mayor vulnerabilidad a enfermedades de todo tipo y tendencia a una menor actividad.
En el intestino, muy conectado con el cerebro y donde suceden procesos que afectan a todas las zonas del cuerpo, se produce una disminución de las enzimas digestivas, sustancias necesarias para sintetizar elementos clave en el organismo como el calcio, a medida que cumplimos años.
Se habla de alimentos que “inflaman” o dietas para “desinflamar”, pero el panorama es más complejo de lo que parece.
“Cuando hablamos de inflamación no es solo tener la barriga hinchada, es mucho más que no se ve”, apunta Romagosa. Además de que lo que pasa en el sistema digestivo impacta en el resto de nuestro cuerpo, esta inflamación es una respuesta a un estilo de vida “tóxico” a muchos niveles. No solo tiene que ver con lo que comemos, que también, sino con cómo gestionamos el estrés, el sedentarismo, un mal descanso, falta de músculo e incluso la contaminación de las ciudades.
Factores que contribuyen a una inflamación crónica
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El estrés prolongado genera un exceso de cortisol, la hormona del estrés, que puede desequilibrar el sistema inmunológico y mantener al cuerpo en un estado de alerta inflamatoria.
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El consumo excesivo de alimentos ultraprocesados, ricos en azúcares y harinas refinadas y grasas trans, está vinculado a niveles más altos de inflamación. Al contrario, una dieta rica en frutas, verduras, grasas saludables y alimentos integrales puede ayudar a reducir la inflamación.
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Las hormonas. Ya sea durante el ciclo menstrual como en la menopausia.
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Enfermedades autoinmunes como el lupus, la artritis reumatoide y la enfermedad de Hashimoto, que son más comunes en mujeres, están relacionadas con una inflamación crónica descontrolada.
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La falta de actividad física regular puede aumentar los marcadores de inflamación en el cuerpo. Mantenerse activa, incluso con ejercicios como caminar, yoga o el entrenamiento de fuerza, puede marcar la diferencia.
¿Qué relación existe entre la microbiota y la inflamación?
Acudimos a Patricia Alonso Lovera, farmaceútica y nutricionista especializada en disbiosis, para que nos explique por qué no tener una microbiota sana contribuye a la inflamación. “La microbiota juega un papel clave en la regulación del sistema inmunológico y, por ende, en los procesos inflamatorios del cuerpo”, explica.
Una microbiota equilibrada ayuda a mantener la barrera intestinal intacta, lo que impide que bacterias patógenas y toxinas entren en el torrente sanguíneo y desencadenen respuestas inflamatorias. Además, se comunica con el sistema nervioso a través del eje intestino-cerebro, lo que influye en la respuesta inflamatoria del cuerpo.
Una microbiota saludable puede «entrenar» al sistema inmunológico para que responda adecuadamente a las amenazas, reduciendo el riesgo de inflamación crónica. Por el contrario, un desequilibrio produce disbiosis, que está asociado con enfermedades inflamatorias en el intestino, la artritis reumatoide y algunas enfermedades metabólicas.
¿Hay alimentos prohibidos desde un punto de vista inflamatorio?
Sí, existen algunos alimentos que son más más propensos a producir inflamación, como los que hemos mencionado anteriormente, así como sensibilidades o intolerancias específicas que tengan esa respuesta en el cuerpo, como los lácteos, el gluten o ciertos aditivos alimentarios. Es por eso que, aunque hay ciertos tips que pueden aplicarse de manera más o menos general, como consumir frutas, verduras, grasas saludables (como el aceite de oliva y los frutos secos) y alimentos ricos en omega-3, no podemos perder de vista que una dieta individualizada y pautada por un profesional será siempre más acertada y exitosa.
“Puede que una persona intente comer sano, pero, por ejemplo, no haga nada de deporte porque confía 100% en esa dieta antiinflamatoria, lo que le hace perder el foco y olvidar otros factores”, explica Alonso Lovera.
Aunque una dieta antiinflamatoria puede ser beneficiosa para todas, cada persona debe saber qué alimentos son los menos adecuados para ella. Las generalizaciones en nutrición denotan poca profesionalidad. No todo vale para todos, hay que estudiar muy bien cada paciente y eso lleva tiempo y dedicación para poder realizar una buena prescripción dietética.
Ciclo e inflamación
No podemos obviar que, además, como mujeres estamos sujetas a cambios hormonales prácticamente durante toda nuestra vida, y también tienen mucho que ver con la inflamación. Estos son algunos de los posibles motivos que menciona la nutricionista especializada en disbiosis:
Por qué te sientes hinchada (o no) en algunas fases de tu ciclo
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Justo antes de la menstruación, los niveles de progesterona aumentan y luego disminuyen, lo que puede afectar a la retención de líquidos y provocar hinchazón.
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Durante la menstruación, el cuerpo libera prostaglandinas, que son compuestos similares a las hormonas que ayudan a contraer el útero para expulsar su revestimiento. Sin embargo, las prostaglandinas también pueden causar inflamación y retención de líquidos.
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Algunas mujeres, además, experimentan cambios en la digestión durante el ciclo menstrual, como estreñimiento o gases, lo que puede aumentar la sensación de hinchazón.
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Los niveles de inflamación pueden aumentar durante ciertas fases del ciclo menstrual, lo que puede intensificar la hinchazón y otros síntomas premenstruales.