
El coste de la vida se dispara y la salud mental paga el precio
El dinero pesa más de lo que imaginamos. Insomnio, ansiedad y culpa marcan la salud de muchas mujeres. Así impacta el estrés financiero.
Los problemas económicos no se quedan en no llegar a fin de mes o acumular deudas ni se resuelven con una hoja de Excel. Se meten contigo en la cama, se sientan a la mesa a la hora de cenar y se cuelan en todas las conversaciones del día a día. Quienes atraviesan una racha complicada saben bien que no es solo cuestión de pagar facturas a tiempo: es un ruido de fondo que no cesa, un peso que desgasta la energía, el humor y, poco a poco, la salud. Cuesta dormir, cuesta pensar y cuesta mucho disfrutar.
El estrés financiero puede ser tan paralizante como una enfermedad, porque lo contamina todo. Y cuando se alarga en el tiempo, el cuerpo y la mente lo terminan notando. Se duerme peor, se discute más, se pospone lo importante y se descuida lo esencial.
El contexto económico actual desde luego no ayuda. Vivimos en un momento de consumismo patológico, el coste de la vivienda es inalcanzable, los precios de los alimentos están por las nubes y existe mucha inestabilidad laboral. Además, los salarios no crecen al ritmo de los gastos, y los pagos aplazados o los créditos rápidos ofrecen alivios que pronto se vuelven condenas .Todo esto hace que que llegar a fin de mes se haya convertido en una carrera de fondo para muchos.
Entender cómo influye la economía en nuestra salud es el primer paso para cuidarla. Cuidar tus finanzas también es una forma de cuidar tu cuerpo y tu mente. Porque cuando la economía se tambalea, todo lo demás se mueve con ella.


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Qué es la salud financiera y por qué es tan importante
Tener salud financiera no significa tener mucho dinero, sino más bien el hecho de poder vivir sin miedo a no llegar. Es tener la posibilidad de cubrir los gastos esenciales del mes, asumir un imprevisto sin entrar en pánico y planificar el futuro con cierta tranquilidad.
Mantener ese equilibrio, sin embargo, se ha vuelto una tarea difícil. Los gastos básicos crecen más rápido que los sueldos. Según el INE, la inflación acumulada en vivienda, energía y alimentación sigue presionando mucho los presupuestos domésticos. Solo el precio medio del alquiler subió un 7 % interanual en 2024, y en muchas ciudades destinar más del 30 % del salario a la vivienda ya es habitual. Cuando el lugar donde vivimos se come medio sueldo, el resto de la vida se resiente.
Cuando los presupuestos son más bajos, también la salud se ve afectada. La inercia obliga a invertir el dinero en lo esencial y urgente y eso hace que a menudo se dejen de lado las visitas a los médicos, las revisiones se aplazan, los tratamientos se abandonan y el cuerpo paga la factura. Si nos llega justo para pagar el carro de la compra, difícilmente vamos a mantener el ritmo económico de una familia en salud dental o problemas de audición o vista, por ejemplo.
Además, el miedo, el estrés y la incertidumbre desgastan, confunden y empujan a veces a decisiones impulsivas. Es muy frecuente que, cuando las cosas van mal, se llegue a caer en créditos, aplazamientos, préstamos que alivian el mes y permiten un pequeño desahogo pero complican el futuro. El clásico «pan para hoy, hambre para mañana», es un bucle silencioso que agota la mente y mina la confianza.
Y, en medio de todo, una brecha evidente. Las mujeres seguimos cobrando menos, cuidando más y cotizando peor. La brecha salarial en España ronda el 18 %, según los últimos datos del Organismo estadístico oficial de la Unión Europea, Eurostat. Lo que significa que, de media, las mujeres ganamos casi una quinta parte menos por hora trabajada que los hombres. Cada renuncia profesional o interrupción por cuidados deja una huella que se arrastra hasta la jubilación, con pensiones más bajas y menos autonomía económica. El complemento por brecha de género, fijado en 35,90 euros al mes por hijo o hija (hasta un máximo de cuatro), intenta compensar parcialmente ese desequilibrio, pero claramente su alcance real sigue siendo limitado.
La salud y el dinero van de la mano más de lo que nos gustaría. Es fundamental que las nuevas generaciones cuenten con educación financiera para poder planificar su presente y su futuro con éxito. No es cuestión de ambición, sino de equilibrio. La salud financiera es, al final, mucho más que una cuestión de números. Es bienestar, descanso y capacidad de elección. El dinero no compra la salud, pero su ausencia sostenida la debilita.


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Cuando la falta de dinero se siente en el cuerpo: insomnio, ansiedad, fatiga
El estrés económico no solo se piensa, también se siente. Vivir con el miedo constante a no llegar y la falta de vías de escape y de ocio, mantiene el sistema nervioso encendido y el cortisol en todo lo alto, y ese estado de alerta prolongado termina notándose en lo físico con síntomas claros como problemas de estómago, bruxismo por apretar la mandíbula, contracturas, dolores de cabeza, problemas de insomnio, irritabilidad, falta de memoria, dificultades para concentrarse….
Otra de las graves consecuencias de la falta de salud financiera es el empobrecimiento de la alimentación. Cuando el dinero falta, se prioriza lo barato y lo rápido. Especialmente en momentos como el actual en los que la cesta de la compra alcanza máximos históricos, se recorta en alimentos frescos como la carne, el pescado o la fruta y la verdura y en productos como el aceite. Todas esas restricciones y el aumento de productos de peor calidad o ultra procesados hacen que al final el cuerpo se resienta. Aparecen la fatiga, la pérdida de defensas, los desequilibrios.
Y con los años, la precariedad pesa más, y no solo porque el cuerpo acumule achaques o enfermedades crónicas que exigen constancia, revisiones y medicación. También porque las diferencias económicas se hacen más visibles según vamos cumpliendo años. Quienes llegan a la madurez con un buen respaldo financiero pueden cuidar su salud, asumir imprevistos, tener ocio y completar su pensión; quienes no, viven pendientes del calendario y de los precios. Las pensiones más bajas, los alquileres que no perdonan y el aumento del coste de vida convierten la vejez en una etapa de equilibrio inestable para muchas personas.
Las ayudas públicas pueden aliviar algo esta problemática, pero no siempre llegan a tiempo. Según el IMSERSO, en marzo de 2025 había 182.532 personas en lista de espera para recibir una prestación o valoración de dependencia. Mientras llegan esas ayudas, son las familias quienes asumen el cuidado, una tarea que desgasta el cuerpo y agota el ánimo.


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Cómo aliviar el estrés financiero sin perder la calma y la dignidad
El objetivo es tener unas finanzas saneadas y un futuro planificado para no pasar apuros. Pero cuando se está pasando por un bache económico la prioridad es sobrevivir. No existen fórmulas mágicas, pero sí pasos concretos que pueden ayudar a tomar las riendas en nuestras finanzas y proteger la salud física y mental mientras recuperamos nuestro equilibrio económico.
10 tips para aliviar el estrés financiero:
- Prioriza lo esencial: La vivienda, la alimentación básica y la salud deberían ser la prioridad.
- Haz una radiografía de tus finanzas: Anota los ingresos, los gastos fijos, los gastos variables y también los gatos prescindibles, los gastos hormiga y las deudas que hay que pagar. Poder anticiparse a la situación reduce mucho la sensación de caos.
- Sé honesta con tus límites: Reconocer que no llegas no es un fracaso, es una forma de cuidarte. No intentes mantener un ritmo de vida que no puedes sostener porque ajustar las expectativas ayuda a aliviar la presión.
- Pon tu salud en la agenda: Distingue entre lo que no puede esperar y lo que puede aplazarse. Cuidarte física y mentalmente no es un lujo, es una necesidad.
- Valora bien tus opciones: En seguros de salud, odontología u óptica, asesórate bien y compara presupuestos. Busca alternativas de calidad a mejores precios.
- Crea un pequeño fondo de emergencia. Ahorrar una pequeña cantidad de dinero cada mes no te hará rica, pero te ayudará a solventar los imprevistos futuros.
- Negocia las deudas. Empieza por la que más te penaliza y busca acuerdos. Afrontar las cifras con tiempo es mejor que esconderse de ellas.
- Planifica con horizonte, no con miedo: Define pequeños objetivos alcanzables, como saldar una deuda, ahorrar un 5 % mensual o revisar concienzudamente los gastos de cada trimestre.
- Pide ayuda antes de colapsar:. Los centros de salud y los servicios sociales cuentan con personas que pueden orientar y derivar a recursos psicológicos o económicos.
- Trátate bien: Pasar por una mala racha económica no te define. Háblate como lo harías con una amiga que está atravesando lo mismo porque cargar con la culpa desgasta mucho la salud.