Síndrome de la impostora: ¿por qué no me creo mis logros?
Si sientes con frecuencia que lo que has conseguido es fruto de la suerte y que, en un futuro no muy lejano, alguien descubrirá que no das la talla… Bienvenida al club de las impostoras: en realidad, no lo somos, pero nos sentimos así demasiadas veces. ¿Cómo es “así”? Lo descubrimos juntas
“Un día se van a dar cuenta de que no tengo ni idea de lo que hago y me van a desenmascarar”. ¿Alguna vez ha aparecido este pensamiento (intrusivo a todas luces) en tu cabeza, aunque sea con algo menos de “filtro drama queen”? Entonces, como tantas de nosotras, has sentido el llamado síndrome de la impostora.
Relacionado principalmente con lo laboral, se presenta como una suerte de Pepito Grillo que, desde algún lugar de nuestra cabeza, nos dice que nuestros logros son fruto de la suerte y que solo es cuestión de tiempo que los demás se den cuenta.
Pero, ¿quién se ha creído este síndrome de la impostora para hablarnos así? La falta de autoestima, la educación y los condicionantes sociales tienen mucho que ver en la desfachatez con la que ese síndrome de la impostora nos aborda sin previo aviso. Pero hoy nos toca a nosotras desenmascararlo a él.
¿Qué es el síndrome del impostor (o la impostora)?
El concepto síndrome del impostor fue acuñado en 1978 por dos psicólogas clínicas, Pauline Clance y Suzanne Imes, y nació para poner nombre a esa sensación de no ser capaces de asimilar nuestros logros. Suele hablarse de “personas exitosas a las que les cuesta creerse lo que han conseguido”, pero no hace falta ser una alta directiva para experimentarlo. Nos puede asaltar si conseguimos una beca, entramos en la carrera que queremos o comenzamos en ese trabajo para el que tanto nos hemos preparado.
Aunque se trata de un término con más de 40 años de historia, lo cierto es que ha cobrado relevancia y se ha popularizado en los últimos años. ¿Fruto de la obsesión de la era digital por poner etiquetas a todas las sensaciones? Quizá, pero ya hemos hablado de la importancia de llamar a las cosas por su nombre para identificarlas y hacerles frente.
En la última década, el papel de la doctora Valerie Young, experta en el síndrome del impostor y divulgadora de sus causas, consecuencias y manifestaciones, ha tenido mucho que ver. Publicó en 2011 el libro “Los pensamientos secretos de las mujeres exitosas: por qué las personas capaces sufren el síndrome del impostor y cómo prosperar a pesar de él”, y dibujó cinco subtipos de este síndrome.
- Perfeccionista. Se pone metas demasiado altas (y poco realistas), lo que se traduce en frustración y obsesión por pensar que podría haber hecho eso (de una presentación a un examen) mejor.
- Superwoman. Presión para mejorar y “dar la talla” constantemente en todos los roles de su vida, del laboral al familiar… con el agotamiento que eso implica.
- Inteligencia natural. Hay quienes se frustran (y cuestionan sus capacidades) si no consiguen algo en el primer intento. No hay margen de error, lo que supone un extra de presión.
- Individualista. Prefiere no pedir ayuda, pues esto supondría dejar en evidencia su incapacidad.
- Experta. Entran en este grupo quienes sienten que tienen que saberlo todo antes, por ejemplo, de empezar un nuevo proyecto o un trabajo, sin dejar margen al aprendizaje.
¿Una cuestión de mujeres?
Llegadas a este punto, nos toca abrir un nuevo melón, queridas: ¿el síndrome de la impostora afecta más a las mujeres? Desde su origen ha estado especialmente vinculado a nosotras, pues surgió cuando las mujeres comenzaban a incorporarse de forma masiva al mercado laboral y a ocupar puestos de responsabilidad.
Aunque afecta tanto a hombres como a mujeres, lo cierto es que hay un poso de educación social que hace que las mujeres lo padezcan de forma masiva. Esto es algo que explican muy bien las autoras Elisabeth Cadoche y Anne de Montarlot en el libro “El síndrome de la impostora. ¿Por qué las mujeres siguen sin creer en ellas mismas?”.
“¿Por qué en el colegio las chicas creen que no han estudiado lo suficiente y en cambio los chicos piensan que «el examen era muy difícil»? ¿Por qué la mayoría de mujeres sienten que son un fraude en su trabajo y que sus éxitos son solo fruto de la buena suerte? Esto es lo que se conoce como el síndrome de la impostora: una falta de autoestima que te lleva a dudar constantemente de tu potencial”, resumen Cadoche y Montarlot.
Con esta carta de presentación, el libro ahonda en cómo mujeres influyentes como Michelle Obama o Margaret Atwood han tenido que hacer frente al síndrome de la impostora. Sobre esto habló recientemente, y con conocimiento de causa, la empresaria Lucía Benavente, fundadora de la firma de moda y accesorios Lucía Be.
En un interesantísimo directo de Instagram, contó desde su experiencia cómo conectan el acoso cibernético y el síndrome del impostor, de cómo cuando emprendes ese Pepito Grillo se empeña en decirte que “no tienes ni idea de lo que estás haciendo” y de la importancia de hacerle caso a tu intuición.
¿Cómo saber si tengo el síndrome del impostor?
Tan importante como saber en qué consiste es saber identificarlo cuando nos afecta a nosotras. ¿En qué red flags debemos fijarnos? Aquí van algunas de las más típicas:
- Crees que lo que has conseguido es fruto de la suerte
- Te sientes un fraude y temes que todos lo descubran
- No reconoces tu propio esfuerzo y tu trabajo
- Eres tan autoexigente que tienes bloqueos mentales o periodos de ansiedad
- Te sientes presionada por cómo “deberías” ser en tu posición y tiendes a compararte constantemente
Y, puestas a desenmascararlo, ¿cuáles son las causas del síndrome de la impostora? Los expertos hablan de dos tipos, internas y externas, aunque suelen relacionarse y a estar interconectadas.
En el grupo de las internas podemos hablar de falta de confianza en una misma y de una baja autoestima; en el de las externas, de roles familiares y sociales, estereotipos, cuestiones educativas (íntimamente ligadas a la baja autoestima o falta de confianza) e incluso circunstancias personales concretas, como presión en el entorno de trabajo.
No hay una única causa del síndrome de la impostora, y eso, a veces, hace que acabar con él sea todo un reto, pero no una misión imposible.
¿Cómo evitar el síndrome de la impostora?
Hay pequeños cambios que podemos hacer en nuestras rutinas para frenar el síndrome de la impostora, gestos de autocuidado emocional (tan importante como el físico) para trabajar en mejorar nuestra autoestima.
Di adiós a las frases hechas con las que te boicoteas: “Bah, si me ha costado un momento”, “no ha sido para tanto”, “esta vez ha salido bien, a ver qué ocurre a la próxima”.
¿Te suenan? Son pensamientos que siembran dudas sobre tus capacidades y que allanan el camino al síndrome de la impostora.
Aceptar los cumplidos con gratitud y, de nuevo, sin restar importancia a tus logros, es otra de las claves. Cambia (poco a poco, no es cuestión de un día) tu objetivo: la meta no es la perfección, sino hacer las tareas lo mejor que puedas en cada momento, disfrutando y aprendiendo del proceso.
Y, quizá uno de los tips más útiles, evita procrastinar. Dejar sin hacer lo que tienes en tu lista dará alas al síndrome de la impostora y a esa sensación de “fraude”.
Por último, si en algún momento ese síndrome de la impostora se vuelve limitante, es decir, afecta a tu día a día y se traduce en ansiedad continuada, bloqueos o incapacidad de afrontar ciertas tareas, no dudes en pedir ayuda a una profesional para que te dé las mejores herramientas según tus circunstancias. Recuerda: pedir ayuda no te hace más débil -ni confirma que seas una impostora-, sino todo lo contario.