Tipos de apego: así influyen en nuestra vida adulta los vínculos de la infancia
Del apego seguro al ansioso: repasamos los cuatro tipos que existen, a qué se deben y cómo configuran nuestra personalidad. ¡Toma nota!
Cuando una empieza a ir a terapia, se encuentra a sí misma con mucha frecuencia hablando de su infancia, analizándola y repasando cómo ciertos hechos, relaciones y tipos de apego influyeron en la mujer que es ahora. Y, entonces, le sobrecoge la importancia que los primeros años de vida tienen en una persona. Next question: ¿y si algún día soy madre, seré capaz de tener todo esto en cuenta? Pensamiento intrusivo a la vista, darling.
Si de vínculos, infancia y edad adulta hemos venido a hablar, entonces demos paso al apego, estrella invitada en este artículo. ¡Que comience el show!
¿Qué es el apego? Un vínculo esencial en la infancia
Cuando hablamos de apego, nos referimos al vínculo afectivo entre un niño o niña y su cuidador principal, generalmente su madre, padre o ambos. Es una relación fun-da-men-tal, que se establece desde el momento en que nacemos, toma forma en los primeros meses y años de vida y marcará nuestra forma de relacionarnos y nuestra personalidad en la etapa adulta.
El apego está íntimamente relacionado con la forma en la que los padres (o cuidadores principales) responden a las necesidades de sus hijos y conectan con su emocionalidad. Y, si bien son muchas las variables que influyen en la construcción de un apego seguro, las principales son la protección y la autonomía de un niño o niña: lo ideal es que estén perfectamente equilibradas, y no haya exceso o defecto de ninguna.
La teoría del apego y la aportación de Mary Ainsworth
La teoría del apego es esencial en la psicología, pero, cuando se habla de ella, se tiende a citar al psicólogo John Bowlby. Pero lo cierto es que el papel de la psicóloga Mary Ainsworth en la investigación y desarrollo de este concepto fue igualmente crucial. Wait a second, ¿una mujer y sus aportaciones a la ciencia quedando en un segundo plano y eclipsadas por nombres masculinos? Esta historia nos suena… y tiene al orgasmo femenino como protagonista.
Ironías aparte, esta psicóloga estadounidense, criada en Canadá y con una interesantísima vida que la llevó a vivir en Reino Unido y en Uganda, dedicó su vida a la investigación. Y realizó una gran labor de divulgación sobre la importancia para los niños de desarrollar una relación sana con sus cuidadores principales. Y, bonus track, fue una pionera en reclamar avances en conciliación. ¡Toda una referenta!
Tipos de apego adulto: del seguro al inseguro
Con las aportaciones de John Bowlby y Mary Ainsworth y la teoría que ellos definieron en los años 60 y 70 se han definido (y consensuado) cuatro tipos de apego: uno seguro (el deseable, el que todas querríamos para nuestra prole si un día la tenemos) y tres inseguros. ¡Descubrámoslos!
Apego seguro: el ideal del apego
Cuando en la crianza se establece un apego seguro, las niñas y niños se sienten queridas y valoradas, y tienen la sensación de que su cuidador (esa persona con la que tienen el vínculo especial) no les va a fallar. Hablamos de padres que proporcionan en la misma medida protección y autonomía, y que conectan de forma rápida, efectiva y proporcionada con las necesidades físicas y emocionales de esa niña o niño.
¿Cómo es en la vida adulta una persona que ha tenido un vínculo de apego seguro? Establece relaciones duraderas y de confianza con otras personas, busca el apoyo de los demás, no tiene miedo a ser abandonada y es capaz de expresar con asertividad sus emociones y necesidades.
Apego ansioso: sin ti no soy nada
¿Recordáis esa canción de Amaral que decía Sin ti no soy nada y que, la verdad, conviene revisitar con las gafas violetas puestas? Pues podría ser un buen resumen del apego ansioso o ambivalente. En la vida adulta, una persona con este tipo de vínculo tiende a establecer relaciones de dependencia emocional, muestra miedo al abandono, siente que su pareja no le quiere como “debería” y basa en exceso su felicidad en sus relaciones sentimentales.
Esto se debe a una infancia en la que los padres o cuidadores han sobreprotegido a su hija o hijo y, por otro lado, han sido inconsistentes e inconstantes con sus respuestas a las necesidades de esa niña o niño. A veces están y a veces no, lo que genera una sensación de inseguridad constante en la infancia.
Apego evitativo o la sensación de no necesitar a nadie
En el otro extremo se sitúan las personas con apego evitativo, que suelen establecer relaciones superficiales, tienen dificultad para identificar y expresar sus emociones, temen al compromiso, se muestran distantes y frías…
¿Y esto a qué responde? A una infancia en la que no han sentido esa protección tan necesaria, y sí un exceso de autonomía. De algún modo, han sentido que no pueden contar con sus cuidadores de referencia y sus emociones tampoco han sido correctamente validadas y entendidas.
Apego desorganizado o desorientado: ni contigo ni sin ti
Quizá el más complejo de los cuatro tipos de apego, que se traduce en la edad adulta en relaciones conflictivas, de amor y odio, en inestabilidad emocional y en una fuerte desconexión entre sus sentimientos y sus actos. Sí, auténticas red flags tanto si hablamos de parejas como de amistades: estas señales nos pueden indicar que estamos en una relación (sentimental o no) tóxica y que debemos salir de ella.
Estas personas han vivido en su infancia abandono temprano o han sentido miedo hacia sus cuidadores de referencia. Quizá sus padres no les han aportado protección ni autonomía o se han criado en un hogar carente de amor, donde han afrontado situaciones traumáticas y se han sentido desprotegidas y desprotegidos.
Reorientar el estilo de apego, ¿es posible?
¡Por supuesto que sí! Nuestros orígenes e infancia nos condicionan y nos conforman como personas adultas, pero tenemos toda una vida por delante para redefinirnos y reaprender. ¡A tope de resiliencia!
Rodearnos de relaciones de amistad, laborales y de parejas sanas, que nos aporten vínculos seguros, nos ayudarán a reorientar el estilo de apego que hemos desarrollado en nuestros primeros años de vida. Y, si lo consideramos necesario porque, por ejemplo, nos hemos dado cuenta de que mostramos una dependencia emocional excesiva con nuestra pareja o amigas, siempre podemos acudir a terapia para trabajar en esta línea y reconfigurar nuestros apegos… hacia un modelo más seguro, sano y feliz.
¿Eres mamá o te planteas cómo establecer un vínculo seguro con tus hijes si algún día tienes? Todas, en algún momento, nos relacionamos con nuestros padres, hijas o hijos de las cuatro maneras que hemos comentado, pero lo importante es que la forma más habitual y dominante sea aquella que nos encamina hacia un apego seguro, en el que la empatía, la proporcionalidad, la protección y la autonomía se conjuguen armoniosamente. Debemos recordar que hay factores psicosociales (como la dificultad para conciliar) que no siempre permiten a las mamás y papás estar con sus peques tanto tiempo como les gustaría o dedicarles toda su atención.
No somos perfectas (¡y tampoco buscamos serlo!), pero nos esforzamos para dar lo mejor de nosotras, también en esa creación de vínculos y apegos.