
Infantilización en la tercera edad. ¿Por qué tratamos como niños a las personas mayores?
Descubre cómo la infantilización en la vejez refuerza el edadismo y qué consecuencias tiene en el bienestar y autonomía de las personas mayores.
Vivimos en una sociedad que valora más que nunca la productividad y el alto rendimiento, (sobre todo de las mujeres) en el que prácticamente, si no rozas la excelencia, no sumas porque no te esfuerzas lo suficiente.
En este clima altamente competitivo y trepidante, dejamos con demasiada frecuencia a las personas de cierta edad en un segundo plano. Porque la vejez suele verse como una etapa de pérdida progresiva de capacidad, de autonomía y de relevancia social y se asume con mucha frescura que, al llegar a cierta edad (y especialmente al superar los 70 o 80 años) la persona deja de ser valiosa, útil o digna de respeto pleno.
Hace tan solo unas décadas las personas mayores eran los jefes del clan, quienes tomaban las grandes decisiones y velaban por los demás. Eran escuchados con admiración y no había consejos más valiosos que los que venían de boca de alguien con una amplia experiencia en la vida. Pero las cosas han cambiado y esta tendencia a menospreciar la vejez es un prejuicio silencioso, profundamente arraigado, que conocemos como edadismo y que se traduce en formas cotidianas de discriminación, desde actitudes paternalistas hasta decisiones que ignoran la voz y el criterio de las personas mayores.
Uno de los síntomas más visibles de esta discriminación a los senior es la infantilización, es decir, tratar a mayores como si fueran niños. Hablarles con diminutivos, asumir que no comprenden o que necesitan que se les decida todo, limitar su autonomía, o hacerlos invisibles en conversaciones y decisiones que les afectan. Muchas veces no somos conscientes de que este trato condescendiente, a veces bienintencionado, no sólo les humilla y frustra, sino que erosiona su bienestar emocional, su autoestima y su dignidad.
Hemos hablado con Lourdes Charles, presidenta de SomSeniors, una asociación española que combate el edadismo y promueve un envejecimiento activo y respetado, para que nos ayude a profundizar en el concepto de edadismo y en el hecho de que la sociedad valore a las personas según su productividad económica y actividad laboral provocando que con la jubilación, muchos mayores queden relegados a un segundo plano social, especialmente a partir de los 80 años, cuando pasan de ser “personas con trayectoria” a ”personas frágiles” en la percepción colectiva.


¿Qué es el edadismo?
Es hoy un concepto muy manido pero, ¿qué significa exactamente? El edadismo es una forma de discriminación basada en la edad, que puede afectar tanto a personas jóvenes como mayores, aunque en el caso de las personas de más edad, los efectos son especialmente perjudiciales. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo define como “los estereotipos, prejuicios y discriminación hacia las personas por su edad” y advierte que es una causa invisible de desigualdad social con impacto directo en la salud y calidad de vida.
Si hablamos de datos, en España, un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) muestra que un 68,9% de la población percibe que las personas mayores de 65 años tienen “muchos o bastantes problemas” que van desde la insuficiencia económica hasta la soledad no deseada y la falta de acceso a servicios adecuados. Evidentemente esta percepción, aunque esté basada en algunas realidades objetivas, alimenta un estereotipo de vulnerabilidad y dependencia que refuerza mucho el edadismo.
El edadismo está muy presente en nuestra sociedad pero quienes no lo sufrimos, no somos conscientes.
Se trata de esa terrible sensación de que un día estás integrado completamente en la sociedad y se tienen en cuenta tus opiniones y al siguiente ya no. A las personas mayores se les presupone menos competentes para decidir, se les excluye de debates públicos y decisiones políticas, y se limita su autonomía personal en el día a día.
De lo que no somos conscientes es de que el edadismo no solo afecta a las personas mayores, sino que nos empobrece como sociedad porque nos estamos perdiendo la riqueza de su experiencia, su memoria y su mirada crítica. Tal y como señala Lourdes Charles, presidenta de SomSeniors, “Excluir la voz de quienes han construido este mundo nos hace más inconsistentes como colectivo. La vejez no es el problema; el problema es cómo estamos gestionando el proceso natural de envejecer en la sociedad actual. Necesitamos repensar el envejecimiento como una etapa de derechos, dignidad, poder ciudadano y participación. Desde SomSeniors animamos a todas las personas, jóvenes o mayores, a cuestionar sus propios prejuicios y a construir una cultura del respeto mutuo, del diálogo entre generaciones y del valor de la experiencia humana más allá de la edad”.
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Infantilización de las personas mayores: cómo y dónde ocurre realmente
La infantilización es una expresión concreta y palpable del edadismo que consiste en tratar a las personas mayores con la misma actitud condescendiente con la que se trataría a un niño pequeño, negándoles la autonomía y el respeto que antes tenían y que siguen mereciendo. Pero, ¿dónde ocurre esta práctica y en qué momento empieza?
Mientras una persona está en activo, la sociedad la valida como útil pero pocos años después de la jubilación se presume el declive humano. Existe una frontera invisible a partir de los 70 años y, sobre todo en la década de los 80, que condena a los mayores al edadismo y, poco a poco, a la infantilización.
Esta infantilización es especialmente alarmante en el ámbito sanitario. Lourdes Charles explica a este respecto que “es muy común que los profesionales de la salud se dirijan a los familiares en lugar de hablar directamente con la persona mayor, asumiendo que no puede entender o decidir sobre su propia salud.” Esta práctica, que puede partir de una intención protectora y sin mala intención, termina anulando la voz de la persona mayor y vulnerando derechos básicos como el consentimiento informado.
En las residencias de ancianos, por ejemplo, la infantilización de los mayores está demasiado presente con patrones habituales de trato paternalista, decisiones tomadas sin consultar a los residentes y comunicaciones simplificadas en exceso, lo que resulta en pérdida de autonomía y daño emocional para las personas. Esta dinámica crea un ambiente que puede ser humillante y desmoralizador, incluso cuando los cuidadores actúan con buena voluntad.
En el entorno familiar, la infantilización se manifiesta sigilosamente en forma de la desautorización de opiniones, la exclusión en las decisiones importantes y el uso de un lenguaje con diminutivos o frases simplificadas, como si la persona mayor no comprendiera o no tuviera criterio. “En muchas ocasiones se da por sentado que ya no entienden el mundo en que viven o que solo necesitan cuidados como si fueran niños”, asegura Lourdes Charles.
Pero el hecho es que esa injusta infantilización de los senior campa a sus anchas en mil entornos, en el banco, en el supermercado, en un restaurante, en el uso de la tecnología… y, sobre todo en los medios de comunicación y la publicidad que indudablemente juegan un papel importante en perpetuar estos estereotipos retratando a las personas mayores casi siempre como pasivas, dependientes o incapaces, y reforzando una imagen que justifica la infantilización social y limita la percepción de su valor real.
“Nos estamos perdiendo mucho más que su voz: nos estamos perdiendo su memoria, su mirada crítica, su capacidad de reflexión a largo plazo y su experiencia vital. Y, sin lugar a dudas, ese vacío va empobreciendo cada vez más el diálogo colectivo».
Lourdes Charles, presidenta de SomSeniors


Reconectar, escuchar y empoderar a los mayores como respuesta al edadismo
Combatir la infantilización y el edadismo pasa necesariamente por devolver a las personas mayores su lugar en la conversación pública. No se trata solo de escucharlas con atención, sino de integrar su experiencia en los debates que están moldeando nuestro presente y nuestro futuro.
Como explica Lourdes Charles, “nos estamos perdiendo mucho más que su voz: nos estamos perdiendo su memoria, su mirada crítica, su capacidad de reflexión a largo plazo y su experiencia vital. Y, sin lugar a dudas, ese vacío va empobreciendo cada vez más el diálogo colectivo».
En cuestiones concretas como las políticas de la longevidad la exclusión de las personas mayores del debate resulta especialmente alarmante. “Es edadismo institucional. ¿Cómo es posible que se hable de derechos de las personas mayores sin contar con quienes están envejeciendo?. No basta con legislar para ellas: hay que legislar con ellas, cuestiona Charles.
La marginación de las personas mayores está en la palestra recientemente con reivindicaciones sobre el uso abusivo de la tecnología y la despersonalización de la atención al público. Aunque en el imaginario social sigue asociando a los mayores con la desconexión digital, muchas personas senior utilizan activamente herramientas digitales y tienen, además, una perspectiva valiosa sobre los impactos sociales de la innovación. “Pueden aportar una mirada más ética, intergeneracional e inclusiva, basada en la experiencia. Y es una mirada que necesitamos”, subraya la presidenta de la asociación contra el edadismo.
Desde la asociación SomSeniors llevan años impulsando ese cambio de mirada a través de iniciativas concretas que promueven el empoderamiento sénior: espacios de participación ciudadana donde las personas mayores pueden proponer mejoras en urbanismo, vivienda o movilidad; proyectos de alfabetización digital con enfoque crítico; campañas de sensibilización y formación intergeneracional; e incluso grupos de activismo sénior que inciden en políticas públicas. Todo ello con un principio claro: “No se puede decidir nada sobre personas mayores sin contar con las personas mayores”. Y es que si aspiramos a una sociedad democrática de verdad, necesitamos asegurar que todas las voces cuenten.