
Cuando el «aftercare» es clave para mejorar el sexo
¿Alguna vez has pensado en la importancia de darse cuidados después del sexo?
Cuando hablamos de relaciones sexuales, seguramente se nos venga a la cabeza una imagen de contacto físico, placer, clímax. Pero el sexo es mucho más: es un proceso que involucra al cuerpo, claro, pero también a la mente, a las emociones y con vínculos muy profundos. Igual que hemos hablado muchas veces de la importancia de lo que sucede antes de tener relaciones –ese momento de buscarse, seducirse, etc.–, hoy queremos poner el foco en lo que sucede después. El concepto aftercare se ha colado en nuestro vocabulario para hacer referencia a ese espacio post sexo en el que hay cuidados mutuos, escucha, validación emocional. Se trata de asumir que la relación no acaba con el orgasmo, sino de poner en valor esa conexión afectiva.


¿A qué llamamos aftercare?
El término inglés aftercare puede traducirse como “cuidados posteriores”. Por paradójico que nos parezca, surgió en el contexto del BSDM, donde ese cuidado emocional y psicológico tras la práctica es esencial para garantizar el bienestar de las personas involucradas. Este concepto ha trascendido las fronteras de este tipo de encuentros sexuales y hoy lo aplicamos a todas las relaciones.
Según Júlia Pascual, psicóloga sanitaria y sexóloga, un buen resumen de lo que entendemos por aftercare “te cuido después de lo intenso”. Es decir, es ese conjunto de acciones, palabras, gestos… que tienen lugar después del sexo y que buscan crear un ambiente seguro de validación. Este after no solo se refiere al momento inmediatamente a continuación de las relaciones, sino que aplica (o debería) también a lo que sucede horas y días después.


Es especialmente importante en aquellas relaciones más esporádicas o casuales, el típico “aquí te pillo, aquí te mato”, que es donde, según la experta, tenemos más riesgo de que nuestra salud –en todos los sentidos– se vea afectada negativamente. Tanto las personas más narcisistas –que pueden rumiar acerca de si habrán estado a la altura–, hasta las más vulnerables, necesitan de esos cuidados. Tenemos que tener en cuenta que esas preguntas que pueden surgir después de las relaciones, nos hablan “no solo del sexo vivido, sino de las experiencias previas de esa persona”, indica Pascual.
Este aftercare puede incluir abrazos, palabras tranquilizadoras, hidratación, abrigo, o simplemente estar presente. Sirve para reconectar, cuidar y contener emocionalmente a la otra persona tras una práctica que haya implicado mucha intensidad física o emocional.
¿Es lo mismo que darse mimos después del sexo?
Podría parecerlo, pero el aftercare va un paso más allá. No es algo automático ni mucho menos genérico, sino que depende de las personas que comparten la experiencia, del vínculo que tienen (o no), de sus necesidades. Los mimos (las caricias, los besos, los abrazos), están genial, pero cuando hablamos de este momento tiene que abarcar algo más, tiene que ser un espacio y un tiempo en el que poder hablar, validar emociones, identificar malentendidos, reafirmar el consentimiento… Y es que, aunque el sexo sea deseado y placentero, puede suceder que después nos sintamos vulnerables, tristes o confusas. Quizá de repente nos asalte una experiencia desagradable anterior, quizá sean las hormonas las que nos hacen sentir así, quizá sea el propio impacto emocional del momento.
El aftercare no es una fórmula. No hay una única manera de hacerlo bien, sino que se construye con comunicación y empatía.


¿Cómo puede impactar en la relación de pareja?
“El acto sexual ni empieza ni termina con las relaciones íntimas. Las emociones, el cuerpo y la mente siguen activas, vulnerables y abiertas”, recalca la sexóloga en referencia a la importancia de integrar el aftercare como parte de la experiencia. En el caso de una relación ocasional, nos permite cerrarla de forma cuidada y consciente, es una forma de decirle a la otra persona “me importa que estés bien”. En las parejas más estables ayuda a cuidar el vínculo de pareja, dando a entender que lo que hemos vivido va más allá del propio acto físico, que es una práctica compartida que merece nuestra atención y respeto.
Ayuda a consolidar la confianza, a bajar la intensidad emocional y a evitar sensaciones de vacío, desconexión o malestar que pueden surgir si uno de los dos se siente desatendido o descartado después del acto.
Desde un enfoque feminista, el aftercare también implica desarmar la idea patriarcal del sexo como una conquista y replantear ese escenario como un encuentro de cuidados mutuo (especialmente si hablamos de relaciones heterosexuales, donde históricamente se ha puesto en el centro el placer masculino).


Este cuidado posterior ayuda a que los encuentros sexuales no se vivan como algo aislado o mecánico, algo que “toca”. Actúa como puente de conexión: “fortalece la intimidad porque transmite que el vínculo importa más allá del placer físico; cuando cuidamos al otros después del sexo, validamos su experiencia y sus emociones”, explica Pascual. Gracias a este espacio podemos evitar malentendidos comunes como pensar que el otro ya no está interesado, sentirse utilizada o sentir una bajada emocional sin apoyo (post sex blues).
Cuidados y comunicación para un sexo más placentero
Buena parte de un aftercare “exitoso” reside en la comunicación. Y es que muchas veces no sabemos qué es lo que necesita la otra persona en ese momento. Es por eso que es importante crear un ambiente seguro, íntimo, donde haya espacio para preguntar por las necesidades y expresar las propias, ofrecer opciones, mostrarse disponible.


Algunas formas de aftercare que menciona la psicóloga y que no son físicas incluyen palabras de afirmación (“me encantó estar contigo”, “me he sentido muy bien), escucha activa, dar(se) permiso para expresar emociones sin juicio, pequeños gestos de atención (ofrecer agua, una manta, preguntar si la otra persona quiere charlar o prefiere el silencio…) y cuidado del entorno para que la desconexión no sea abrupta. “Cada persona necesita algo diferente, y lo ideal es preguntar o ir aprendiendo juntos qué necesita cada uno”, concluye, especialmente si estamos en proceso de recuperar el deseo en la relación.
¿Qué NO hacer después de tener sexo?
¿Alguna vez has tenido una relación sexual que fuera en lo que se refiere a placer físico genial pero que haya sido enturbiada por otras razones? Así como hay cosas que pueden mejorar la parte más física del sexo, también hay actitudes que pueden echarlo por tierra todo. Algunas de ellas las tenemos muy naturalizadas –hello again, patriarcado–, pero son señales de desconexión emocional que nos pueden hacer sentir rechazadas, abandonadas o ignoradas.


Aquí van algunos errores frecuentes que pueden generar distanciamiento o incomodidad según la psicóloga:
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Desconectarse de forma brusca.
Levantarse de la cama sin decir nada, ponerse a mirar el móvil, cambiar de tema…
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Evitar el contacto físico o emocional.
Especialmente si antes del encuentro físico y durante ha habido mucha intimidad, esa frialdad posterior se vive como rechazo.
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No preguntar cómo se siente la otra persona.
Al dar por sentado que la otra persona ha vivido la experiencia de igual manera estamos invisibilizando sus emociones.
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Hacer comentarios críticos o bromas fuera de lugar.
Incluso sin mala intención con idea de pasar un rato divertido, pueden genera inseguridad o vergüenza. Es muy común terminar hablando del cuerpo después del sexo y eso genera una gan vulnerabilidad.


Evitar estas actitudes y optar por la presencia, la escucha y el cuidado ayuda a que la experiencia sea completa y saludable para ambos.
El aftercare es una revolución íntima. Quizá no es lo que más hemos visto en las películas, ni tampoco se enseñe en la educación sexual más tradicional, pero cambia radicalmente nuestra manera de habitar el deseo y vivir las relaciones sexuales. Nos invita a pensar que el placer ni llega ni termina con un orgasmo, sino que la ternura, la escucha y el cuidado pueden ser, también, increíblemente eróticos.