
Vacaciones en el pueblo: ¿nostalgia, refugio o nuevo lujo?
Cada vez más personas eligen pasar el verano en pueblos. ¿Por qué esta vuelta al origen se ha convertido en la alternativa a los destinos masificados?
Como cada verano, para un montón de familias, parejas o personas que viajan solas, el pueblo es la mejor opción. Calles tranquilas, casas con persianas bajas para mantener el fresco, cenas al aire libre, sabor y olor a hogar y familia… ese tiempo que parece alargarse y nos recuerda a los veranos de la infancia.
Durante años, la playa ha sido el destino preferido de los veraneantes, símbolo de descanso, desconexión, fotos de postal y vacaciones soñadas. Pero, por fin, algo está cambiando, porque frente a los destinos masificados e instagrameables, el turismo rural gana cada vez más fuerza. Y no solo como escapada puntual o un plan alternativo, sino como la elección principal para muchas personas que buscan algo más que sol y tumbona.
El pueblo está de moda y el algoritmo lo sabe: frente a la saturación de fotos de playas abarrotadas, las imágenes rurales transmiten aire fresco y una calma que debería estar prescrita por un médico para bajar los niveles de cortisol después de un invierno duro. Por eso, creadores de contenido como Carla Rivas @carlarivaas, María Luipión @merylurural, Miriam Delgado (@jovenes_agricultoras) o el archiconocido mallorquín de ‘hostia pilotes’, Miquel Montoro (@montoromiquel) muestran a diario en las redes su maravillosa vida entre gallinas, los secretos para ordeñar una vaca o arar el campo, las meriendas en la plaza y el día a día de las fiestas patronales y no paran de sumar followers.
A esto se suma un factor de peso: veranear en zonas de moda es cada vez más caro y el pueblo se presenta no solo como un refugio emocional, sino también como una opción económicamente viable.
No importa si el pueblo al que viajamos es el de toda la vida o si lo hemos elegido entre un millón. Las vacaciones en el pueblo son ya mucho más que un destino, son una elección ética y, en muchos casos, una forma de reconectar con lo que de verdad importa. Lejos del ruido, del calor extremo y de las multitudes, el verano rural ofrece descanso, vínculo, paisaje y (mucha) comunidad. Puede que no sea tan espectacular como viajar a Mikonos, a Bali, a Cádiz o a Santander, pero se vive más despacio, se descansa y tiene alma. Y quizás eso, hoy, sea el verdadero lujo.
¿Qué explica este regreso al pueblo?, ¿Por qué cada vez más gente elige volver al pueblo en verano? Analizamos porque el turismo rural vive su época dorada.


¿Por qué cada vez más gente elige volver al pueblo en verano?
La vuelta al pueblo responde a una combinación de factores prácticos, emocionales y culturales que, en conjunto, están transformando nuestras vacaciones.
Por un lado, el turismo tradicional que se enfocaba especialmente a las zonas de costa o viajes de turismo cultural, se ha encarecido de tal forma que resulta prohibitivo y nos obliga a reducir el número de días que podemos disfrutar del destino. España cada vez recibe más turistas extranjero y eso ha producido una subida de los precios de los alojamientos, la restauración y el transporte en temporada alta. En el primer semestre de 2025, los vuelos nacionales se encarecieron un 22,5% según el IPC del Instituto Nacional de Estadística (INE). En definitiva, viajar es un lujo que ya no todo el mundo está dispuesto a asumir.
Al problema económico se suma la saturación. ¿De verdad es un placer acudir a playas abarrotadas, hacer colas para absolutamente todo, asumir un atasco para salir a cenar, reservar para tomarte algo en el chiringuito y veranear sin derecho a intimidad? Por contra, el turismo rural ofrece un pueblo tranquilo, donde las noches son más frescas, no hay aglomeraciones y el ritmo es más lento.
También hay una transformación en nuestra forma de viajar en general. Cada vez más personas priorizan decisiones sostenibles, es decir, reducir en la medida de lo posible el impacto medioambiental, apoyar las economías locales y evitar destinos sobreexplotados. Esta toma de conciencia no siempre se traduce en grandes gestos, pero sí en pequeños cambios que suman, como escoger un alojamiento rural en lugar de un gran hotel de cadena o comprar pan y fruta en la tienda del pueblo en lugar de hacerlo en una gasolinera de paso.
El cambio climático también está haciendo que cambiemos de tendencias. El verano se ha vuelto más impredecible y, en algunos puntos del país, directamente abrasador. Muchas personas buscan huir del calor extremo y, los pueblos del interior, especialmente aquellos a media o alta altitud, se han convertido en verdaderos refugios climáticos que ofrecen noches fresquitas que permiten dormir sin aire acondicionado, piscinas municipales con sombra, senderos que atraviesan bosques y muchas actividades al aire libre.
Pero junto a los aspectos más prácticos, está claro que hay algo mucho más profundo y es que volver al pueblo también significa volver a lo esencial, al origen. Para muchos, significa reencontrarse con los abuelos, con las raíces, con las costumbres y con las fiestas patronales y las familias urbanitas prefieren que sus hijos jueguen en la calle, sean libres por unos días y se encuentren de tú a tú con la naturaleza.
Por eso, la vuelta al pueblo responde a un tipo de bienestar emocional que sencillamente está ligado a lo cotidiano, a pequeños gestos que son oro como tomar un vermú en la plaza, charlar con vecinos a la fresca con un botellín, dormir la siesta al aire libre, bañarse en el río o en la piscina municipal y observar las estrellas por la noche en el silencio más profundo.
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El verano rural está de moda
Hasta hace bien poco, los que vivían en grandes ciudades, se acercaban a la vida de pueblo y a la cultura rural de nuestro país solo gracias al cine con películas como Verano 1993, Amanece que no es poco o libros como Panza de burro o Viaje a la Alcarria, que muestran la vida rural en crudo con esa mezcla de belleza, dureza y realismo que resulta familiar y magnética.
Hoy, son las redes sociales las que nos abren una gran ventana al mundo rural. Carla Rivas @carlarivaas, vivía en Madrid una vida como las demás: Largas horas de oficina, gastos que no permiten ahorrar para proyectar el futuro y una vida que corre más deprisa de lo esperado. Hasta que decidió dejar colgado su trabajo indefinido y volver a su pueblo en Huesca. Según ella, aún sigue demasiado presente en el imaginario popular la idea de que ir a la ciudad es viajar hacia el éxito y eso es lo que hace que muchos jóvenes no se queden en los pueblos. Ella no cambia por nada su vida rural y por eso cada día en sus redes lucha por deshacer esa idea absurda de que la felicidad no puede llegar si vives en un pueblo con pocos habitantes.
¿Se puede marcar tendencia desde un tractor? Se puede. Miriam Delgado (@jovenes_agricultoras) es agricultora y ganadera en Villaquirán de la Puebla (Burgos) y, sobre todo, una mujer todoterreno que refleja en su TikTok los pros y contras de una vida de campo. Desde sus redes, trata de dar visibilidad al enorme trabajo que los jóvenes realizan en el medio rural y se ha convertido en una voz influyente dentro del sector primario por su defensa del campo, en un ámbito mayoritariamente masculino. La vida de ganadera y agricultora es muy sacrificada y no siempre gratificante, pero la meta es ser agricultora y no la mujer del agricultor y acabar con los prejuicios.
Este escaparate digital no solo inspira escapadas, también impulsa cambios vitales. De hecho cada vez son más los teletrabajadores que se trasladan al medio rural y los emprendedores que han descubierto que vivir el pueblo es un gran trampolín para implantar su negocio. El pueblo se convierte en la mejor alternativa para vivir, teniendo en cuenta que la cesta de la compra continúa por las nubes y el precio de la vivienda en España creció un 11,7% interanual en abril de 2025 según datos de Fotocasa. Esto, sin duda, explica que los españoles nos planteemos el éxodo a los pueblos para teletrabajar y vivir a otro ritmo más lento y con un poder adquisitivo más alto.
Lo que antes era una escapada improvisada se ha convertido en una elección meditada y deseada. Según la Encuesta de Ocupación del Instituto Nacional de Estadística de junio de 2025, las pernoctaciones en alojamientos de turismo rural aumentaron un 9,6 % respecto al mismo mes del año anterior. Este auge del turismo rural impulsa mucho la economía local porque en provincias como Teruel, Soria o Ourense, el sector ya supone más del 20 % del gasto turístico anual, revitalizando comercios, generando empleo y sirviendo como motor de desarrollo rural sostenible. Sin embargo, el éxito trae sus retos y es que algunos pueblos no tienen infraestructuras para absorber picos tan heavys de visitantes y, en ocasiones, se percibe una falta de respeto hacia sus costumbres. No se trata solo de ir al pueblo, también hay que vivirlo y cuidarlo.
El resurgir del turismo rural no es una moda pasajera, sino la consecuencia lógica de un momento histórico de precios urbanos disparados, estrés crónico colectivo, calores extremos, conciencia medioambiental y una búsqueda cada vez más clara de lo auténtico. Para muchos, ir al pueblo es una elección muy consciente, un espacio seguro donde la vida no se escapa entre reuniones y atascos, donde siempre hay calma y lo valioso no siempre tiene precio.