¿De tal palo, tal astilla? Desmitificamos el vínculo maternofilial y su relación idílica
¿Qué pasa si no te llevas bien con tu madre? ¿Puede esto afectar a tu futura maternidad? Hablamos de este vínculo madre e hija en profundidad.
Sin lugar a dudas, para muchas mujeres su madre es un referente, un apoyo incondicional y un espejo en el que mirarse, pero no para todas. Con mucha frecuencia, se dan relaciones maternofiliales que, simplemente, no funcionan y queremos poner el foco en ellas. Aunque sean buenas, las relaciones entre madres e hijas son complicadas y fluidas, porque atraviesan momentos difíciles en los que se impone la distancia y otras de mucho acercamiento, en función de las circunstancias y los momentos vitales que afectan a cada una. ¿Crees que el trato que tienes con tu madre influirá en la manera en qué vas a relacionarte con tus hijos? Resolvemos dudas.
Derribando mitos: la relación madre-hija no siempre es perfecta
El primer mito a derribar en este asunto es la idea de que una hija es igual que su madre, el manido “de tal palo, tal astilla”. Cada persona es diferente y no tienes por qué parecerte en nada a tu madre, ni en el físico, ni en el carácter, ni en la forma de afrontar la vida. Resulta demasiado frustrante, tanto para una niña como para una mujer adulta, tener la obligación de parecerse a su madre y estar a su altura o a la altura de sus propias exigencias, por eso es importante desprenderse de esa carga y sentirse libre para pensar y decidir como una persona independiente.
Por supuesto, eso no quiere decir que, si te aporta y lo valoras, tengas en cuenta los criterios de tu madre a la hora de tomar decisiones o que escuches sus consejos.
Una madre es una madre, amiga, cómplice, un referente y un apoyo incondicional para muchas hijas. Pero esto no siempre es así. No todos los vínculos entre madres e hijas son perfectos. E incluso, cuando lo son, también atraviesan baches complicados en algún momento y es muy natural que surjan conflictos, distanciamientos y reencuentros, una relación sana entre madre e hija debería ser así.
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Pero, ¿qué pasa si no te llevas bien con tu madre, por incompatibilidad de caracteres, por un trato desafortunado, por circunstancias irreconciliables o porque tienes una madre tóxica? Pues ocurre con mucha frecuencia que las madres y las hijas no se entienden y tienen el trato justo y necesario porque no conectan o tienen una relación tóxica que les hace sufrir. Lo mejor en estos casos es poner tierra de por medio.
En el otro extremo de las madres ausentes se sitúan las relaciones entre madre e hija demasiado intensas, cuando el vínculo es tan fuerte que llega a ser insano para las dos partes. Tampoco podemos hablar entonces de relaciones perfectas. Una buena relación entre madres e hijas en la edad adulta debe basarse no solo en el amor, sino también en la comprensión y en el respeto por el espacio de la otra.
Una buena relación entre madres e hijas en la edad adulta debe basarse no solo en el amor, sino también en la comprensión y en el respeto por el espacio de la otra.
Etapas naturales del vínculo entre madre e hija
En circunstancias normales, lo cierto es que la relación entre una madre y su hija pasa por muchas etapas distintas a lo largo de la vida.
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Primera etapa: EMBARAZO
Parte de una relación de dependencia absoluta en el embarazo y en la primera fase de la maternidad. Salvo en algunas excepciones, el tipo de relación es de amor, cuidados y cariño por ambas partes.
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Segunda etapa: INFANCIA
Después, la hija forja su carácter y, poco a poco, se convierte en una persona independiente y con sus propios criterios y necesidades durante la niñez. Como bien sabemos, la adolescencia es la peor época para la relación madre e hija, una prueba de fuego llena de conflictos y obstáculos complicados de saltar en la que el trato se basa en un continuo tira y afloja.
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Tercera etapa: EDAD ADULTA
En la edad adulta es cuando una mujer se siente, por regla general, más identificada con su madre y la comprende mejor, especialmente si ella misma se convierte en madre. Suele ser un momento de mayor complicidad y empatía.
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Cuarta etapa: VEJEZ
En una inevitable última etapa, la relación de dependencia se transforma y son las madres las que necesitan los cuidados de sus hijas. La comprensión, el amor y la paciencia son las claves para mantener el tipo durante esta fase.
Nunca me he entendido con mi madre, ¿me llevaré mal con mis hijos?
Independientemente de cómo haya sido la relación con tu madre durante toda tu vida, cuando llega el momento de ser madre es inevitable echar la vista atrás hacia la infancia y reflexionar sobre lo positivo y lo negativo que te aportó tu madre en esa época clave de tu vida. No se trata de juzgar, es más la sensación de querer hacerlo mejor.
El vínculo súper especial y complejo que existe entre las madres y las hijas tiene siempre un componente emocional muy fuerte. Puede que tu madre fuera omnipresente en tu vida, demasiado protectora, miedosa y controladora, puede que tu infancia esté marcada por una madre demasiado ausente que echaste de menos en momentos importantes de tu vida o puede que te hayas pasado toda tu infancia sintiéndote muy juzgada por tu progenitora. El modelo de apego, la manera de dirigirse a ti y a los demás, el nivel de exigencia, la actitud ante los problemas de nuestra madre… todo eso queda grabado en nuestro recuerdo para siempre.
No cabe duda de que el tipo de madre que conociste va a marcar de alguna manera tu personalidad, tu forma de relacionarte con tu entorno y con tu pareja y, por supuesto, tu papel como madre en el futuro. Pero el hecho de que tengas muy presente la forma de actuar de tu madre y tengas muy interiorizados los sentimientos que viviste no implica que vayas a comportarte tú de la misma manera con tus hijos. Si pones empeño en corregir aquello que no fue bueno para ti, conseguirás mejorarlo.
Está en nuestra mano no dejarnos llevar por malos comportamientos o rectificar a tiempo para mejorar nuestro papel en la maternidad. Aunque no hay que aspirar a ser la madre perfecta y más bien dejar que fluyan las cosas, aquí van algunos tips que te ayudarán a no dejar que una relación tóxica con tu madre arruine tu maternidad:
- Si sientes que no has conseguido sanar las heridas provocadas por la mala relación con tu madre, pide ayuda de un profesional.
- En caso de que tengas una relación tóxica con tu madre, evita coincidir demasiado con ella para mantenerte en calma.
- Que no te lleves bien con tu madre no implica que ella no vaya a ser una fantástica abuela para tus hijos. Puede que no funcione, pero merece la pena intentarlo.
- Fomenta la comunicación con tus hijos. Aprende a escucharles y a hablarles con naturalidad de cualquier cosa. La comunicación es la base de una relación sana.
- Trata a tus hijos siempre desde la empatía y el respeto, sin juicios. Son personas independientes que necesitan tu apoyo.
- No des por hecho las cosas, puede que el psique te esté traicionando, para y reflexiona antes de actuar, sobre todo ante los conflictos.
¿Qué heredamos de nuestras madres?
Que la relación que tienes o has tenido con tu madre está escrita a fuego en tu psique es un hecho, pero, además, hay otros muchos aspectos de tu cuerpo y mente que están directamente vinculados con tu madre.
El ADN es muy poderoso y hay muchos aspectos de nuestro físico, de nuestro valor emocional y de nuestra predisposición genética que vienen marcados por la herencia de nuestros padres. Aunque tiene mucho de aleatorio, algunos aspectos de ti están directamente vinculados con los genes heredados, como la propensión a sufrir ciertas enfermedades, la tendencia a tener arrugas u otros problemas cutáneos, los problemas mentales o la forma en la que se va modelando el cuerpo en la edad adulta.
En este punto, tienes que saber que tener cierta predisposición física o emocional heredada de nuestros padres no es una condena de por vida. Puedes, y está en tu mano, tomar las medidas para evitar parte de la herencia negativa. Una alimentación correcta, unos hábitos de vida saludables, control médico y ejercicio podrían evitar en gran medida temas como la obesidad o la diabetes y los problemas de la piel, por ejemplo, podrían también tener solución a tiempo. En cuanto a los desequilibrios emocionales, como la tendencia a padecer depresión, la prevención y la detección a tiempo podría evitar que se agravaran los problemas.
Algo que hemos hablado muchas veces en BLOOM es que los genes heredados de nuestras madres marcan claramente nuestra edad fértil. Aunque interfieren otros factores también, el momento en que llega la pubertad que desencadenará en la primera regla (menarquia) viene muy determinado por la herencia de nuestra madre y, en consecuencia, también la edad a la que llega la menopausia.