Maternidad real: la losa de las expectativas sobre ser madre (con lo bueno y lo malo)
La maternidad es muy bonita, pero está lejos de ser solo un camino de rosas. Indagamos en las diferencias entre las expectativas a la hora de ser madre y la realidad que se impone.
Ni el embarazo ni la maternidad en cualquiera de sus etapas es un camino de rosas. Ser madre es genial, pero está tan idealizado y las expectativas son tan altas que, casi siempre supone una decepción para nosotras.
Por supuesto, ser madre, sobre todo si las circunstancias te acompañan, es maravilloso y una experiencia irrepetible, repleta de momentos impagables y de sentimientos muy intensos (también el miedo, por ejemplo, a que tu bebé se atragante cuando empieza a comer). Pero ya es hora de dejar a un lado el romanticismo y asumir que la maternidad no es perfecta, que somos humanas y que, a veces, desearíamos volver al punto de partida para empezar de nuevo y pensarnos, dos veces o tres, lo de la maternidad.
El embarazo y el parto: seamos realistas
Desde el mismo momento en que te quedas embarazada o incluso desde el mismo momento en que decides ser madre, si tu embarazo es planificado, cambia el orden de prioridades y tu mundo empieza a orbitar alrededor de tu hijo. Afortunadamente, las cosas suceden de forma gradual y hay 9 meses de tiempo para hacerse bien a la idea.
En el embarazo hay dos escenarios claros: el que viven quienes tienen una gestación normal, sin altibajos y sin grandes síntomas, y el que padecen algunas mujeres cuando el embarazo es complicado por problemas de salud de la madre o el feto o porque sufren síntomas graves todo el tiempo (dolores musculares, náuseas, vómitos…)
Sea cual sea el caso, lo cierto es que el embarazo te hace empezar a aterrizar en lo que supone la maternidad porque tu cuerpo deja de ser tuyo para convertirse en un recipiente, en una incubadora. Puedes vivirlo como una etapa preciosa, pero es normal que existan los contrapuntos. Estás expectante ante la llegada de tu bebé, pero al mismo tiempo estás aterrada por todo lo que va a suponer; te encanta estar embarazada y sentir a tu bebé, pero estás incómoda y apenas puedes moverte, comer con normalidad o dormir; te encanta aprender cosas sobre la crianza, pero te abruma la incertidumbre de si sabrás hacerlo bien, y así, un largo etcétera.
Después llega el parto y el bofetón de realidad es épico. Por fin conoces a tu bebé y eso es algo impresionante, un momento bonito que jamás olvidarás, pero, ¡por Dios, qué carnicería! El parto es, con mucha frecuencia, una experiencia muy dura en la que ocurren cosas que nunca hubieras imaginado, y, sin embargo, está rodeado de un ideal romántico en el que, aparte de las contracciones, todo es paz y amor. Poco se habla de la rotura de la bolsa, el pinchazo de la epidural, el descontrol de los esfínteres al empujar y de la, digamos, pérdida de dignidad (entiéndase el concepto) en general. Quienes lo han vivido ya lo saben, el parto, al final, tiene mucho de bueno, pero también mucho que es mejor olvidar.
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Hablemos de la maternidad real
La maternidad es un viaje físico y emocional muy heavy, sobre todo cuando eres madre primeriza. Lo malo es que, sí o sí, el principio de la maternidad está íntimamente ligado a las vertiginosas complicaciones emocionales y físicas del posparto, y por eso, es complicado disfrutarlo como se merecería.
El exceso de información, los consejos de los demás, las ideas preconcebidas y el exceso de responsabilidad forman un cóctel complicado de manejar para una madre, tanto en el principio de la maternidad como en la niñez, la adolescencia y la edad adulta de los hijos.
Ser madre es un aprendizaje constante, una carrera de fondo en la que el gran reto no es solo conocer, apoyar y acompañar a tu hijo de la mejor manera posible, sino también aprender a tratarte bien a ti misma, sin caer en la trampa de la maternidad obsesiva y de tu propio abandono.
Hablar claro de los aspectos más complicados de la maternidad es una herramienta necesaria para que podamos entender cómo nos sentimos. De lo mejor de ser madre no hace falta tener más información, porque es una maravilla descubrirlo poco a poco, pero en Bloom , queremos contarte qué sensaciones es natural que afloren en algún momento de la maternidad y no deben hacerte sentir una mala madre:
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Rechazar tu cuerpo
Aunque no les ocurre a todas las mujeres, el embarazo y el parto suelen traer consigo cambios físicos que, a veces, son complicados de digerir.
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Sentirte incomprendida
Puede que la gente que te rodea no empatice con tus sentimientos encontrados y te juzgue por no estar pletórica por la llegada de tu bebé.
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Tener muchos altibajos emocionales
Sobre todo en el posparto, al principio de la crianza y después en la etapa de la menopausia, la revolución hormonal tiene mucho que ver en eso.
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Abandonar tu propia personalidad
Amas a tu hijo o hija, y eso es genial, pero es un error centrarse solo en el papel de madre y abandonar el propio yo.
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Desesperarse por la falta de apoyo
Las mujeres vivimos la responsabilidad de ser madres muy intensamente, pero también el resto de nuestras tareas dentro y fuera de casa. Si la conciliación y la corresponsabilidad no están de tu lado, la falta de apoyo de tu entorno puede convertirse en un problema en la crianza.
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Echar de menos tu vida de antes
La vida te da un vuelco al ser madre y es completamente normal que, en algunos momentos, eches mucho de menos tu vida anterior por aspectos como tu vida social o en lo que concierne a tu relación de pareja.
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Cómo superar las expectativas de la maternidad
Te damos algunos consejos para sobrellevar el lado más oscuro de la maternidad sin caer en la desesperación ni en tu propio abandono:
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Reserva un espacio para ti
Parece inviable, pero es completamente necesario que te reserves un tiempo para hacer algo que no tenga que ver con ser madre.
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No abandones tu salud
Es normal que tu bienestar pase a un segundo plano en algún momento, pero si esa situación se prolonga en el tiempo y dejas de cuidarte y de acudir a tus revisiones, podrías poner en peligro tu propia salud.
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Habla con franqueza sobre la maternidad
Habla con alguien que esté en tu misma situación vital o haya pasado por eso. Te ayudará muchísimo a relativizar lo que te ahoga en este momento.
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No compares
No te compares con otras madres ni compares a tus hijos con los de los demás. Haces lo que puedes y como puedes y las comparaciones las carga el diablo.
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Déjate ayudar
Pide ayuda y déjate ayudar en las tareas concernientes a la crianza y en todo lo demás. Nadie puede con todo y es fundamental poder descansar.
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Sin culpas
Si no todo está perfecto, fallas en algo, te sientes desbordada por tu momento vital o tienes sentimientos complicados de manejar respecto a la maternidad, deja a un lado la culpabilidad porque es completamente normal.
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Desahógate
Quéjate cuando lo necesites y desahógate si para ti es necesario. No eres peor madre por dejar fluir todo lo malo que te supone la maternidad.
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Valora lo bueno
Pon en valor las cosas buenas de ser madre y guarda como tesoros esos momentos felices junto a tu hijo o hija para no olvidarlos el día de mañana.
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Haz una lista
Apunta en una lista, aunque sea en el móvil, cosas que no quieres olvidar de esta etapa. Un día, repasarás esa lista y te hará feliz.
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Paciencia
Ten paciencia y asume que lo que estás viviendo es tan solo una etapa más de tu vida y que pasará más rápido de lo que te esperas.
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Ayuda profesional
Si sientes que la situación te supera demasiado emocionalmente, acude a un profesional.