«Todas mis amigas están en su ‘botox era'»: por qué no debemos banalizar los ‘pinchacitos’

¿La idea de que se note que envejecemos nos da más miedo que quedarnos sin wifi?

marzo 3, 2024 Escrito por Sara G. Pacho

Redactora de Bloom especializada en salud femenina, estilo de vida y feminismo. Licenciada en Sociología por la Universidad de Salamanca y en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Máster en Comunicación como Agente Histórico-Social, especialidad en Lenguaje Audiovisual por la Universidad de Valladolid.

Revisado por el equipo de expertas de Bloom, plataforma especializada en salud femenina.

La cultura de la imagen y la promesa de la eterna juventud ocupan nuestras conversaciones cada vez desde más jóvenes. Si incluso hay niñas obsesionadas con qué rutina de cuidados llevar a cabo para no envejecer, ¿cómo no vamos a estarlo quienes ya hemos perdido buena parte de nuestro colágeno natural? 

A partir de los 30 estamos en nuestro mejor momento: somos más conscientes de lo que queremos y de lo que no, hemos ganado seguridad en todos los ámbitos de la vida, quizá tenemos un proyecto en común, con suerte tenemos trabajo y algo de dinerito para dedicar a planes de ocio. Sin embargo, los inputs que recibimos de la publicidad, nuestro entorno o la sociedad en general es que nuestro reloj biológico ahora corre el doble de rápido (todo lo contrario que nuestro metabolismo) y que nuestra piel empieza a perder firmeza y elasticidad. 

Detrás de la búsqueda de esa (imposible) eterna juventud se esconden riesgos que van más allá de lo meramente estético.

Es lógico que vivamos atemorizadas ante la aparición de una cana o de las temidas líneas de expresión. Si a esto le añadimos la supuesta democratización de la medicina estética, es muy habitual que quien más o quien menos se plantee tirar de inyecciones de bótox para preservar esa ansiada juventud. Pero, ¿se trata de una intervención banal o tiene más riesgos de lo que pensamos?

Inyecciones de juventud: los efectos secundarios del botox

Si hace unos años nos hubiera extrañado muchísimo que alguien de nuestro entorno mencionara su próxima cita para inyectarse bótox -ya que era un territorio reservado para las celebrities-, hoy en día las conversaciones sobre tirar de este tratamiento para reducir las líneas de expresión y arrugas se han vuelto tan comunes como hablar del tiempo.

El bótox es el nombre comercial que recibe la toxina botulínica tipo A y, a día de hoy, el tratamiento estrella de las clínicas de estética. Actúa bloqueando las señales nerviosas que provocan la contracción muscular. Esto se traduce en que es capaz de reducir esas líneas de expresión y dar una apariencia más suave y rejuvenecida a la piel, especialmente en áreas como la frente, el entrecejo y el contorno de los ojos. Sus efectos duran en torno a 3-5 meses, dependiendo del tipo de piel, la edad o la dosis aplicada.

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Esta democratización del boótox puede llevar a una trivialización del procedimiento y llevarnos a no elegir bien dónde hacer este tratamiento ni los riesgos involucrados.

botox efectos secundarios

Pero, ¿sabemos realmente el coste que tiene tratar de preservar la juventud para siempre? No hablamos solo del dinero, sino de las consecuencias tanto físicas como psicológicas que trae de la mano esta banalización del bótox.

La presión constante por alcanzar un estándar de belleza absolutamente irreal puede llevar a una pérdida de autoestima y a la eterna insatisfacción. Además, aunque generalmente es seguro, no está exento de riesgos: el más común es el hematoma, pero también pueden surgir otros “efectos secundarios” como la debilidad muscular, la asimetría, la falta de expresión o la parálisis facial. 

El llamado «baby botox» ha ganado popularidad en los últimos tiempos porque promete resultados más sutiles y naturales, pero esto no quiere decir que sea tan inofensivo como un masaje facial.

¿Es bueno ponerse botox en la cara?

Con resultados prácticamente instantáneos y mínimamente invasivos, se ha convertido en el arma secreta de muchas personas para combatir las arrugas y rejuvenecer su apariencia. Entonces… ¿botox sí o botox no? Tenemos que tener en cuenta, además de los riesgos ya mencionados, que no es una solución universal. Por otra parte, puede ser efectiva para arrugas de expresión como las patas de gallo o las líneas del entrecejo, pero no para la parte inferior de la cara, por ejemplo. 

Lo más importante en cualquier caso es acudir a una profesional de confianza que sepa asesorarte de manera personalizada, además de tener en cuenta algunas contraindicaciones médicas.

Bótox en medicina: cuando llega por prescripción médica

Aunque es muy difícil desvincular la palabra bótox de la estética, lo cierto es que tiene otras aplicaciones donde sus propiedades están demostrando ser muy eficaces y transformadoras. 

¿Quién habría pensado que una toxina asociada previamente con el botulismo se convertiría en una herramienta terapéutica en el siglo XXI? Se descubrió en los años 70 como tratamiento para el estrabismo, y a partir de 2002 se lo “adueñó” la estética, pero eso no quiere decir que no haya continuado su carrera en la medicina.

botox medico

Desde trastornos oculares como el ya mencionado estrabismo o el blefaroespasmo (contracción persistente de la musculatura de alrededor de los ojos) hasta problemas tan complejos como la migraña y la hiperhidrosis (sudoración excesiva) o la sialorrea (salivación excesiva), las inyecciones de bótox se están usando a favor de ciertas patologías en las que un bloqueo de las señales nerviosas a nivel muscular puede resultar realmente beneficioso. 

Además, también se utiliza para tratar la incontinencia urinaria en personas parapléjicas y ya se está probando para tratar la depresión. 

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