Vaginismo: qué hay detrás de este trastorno doloroso
Para algunas mujeres, la penetración no es sinónimo de sexo y placer, sino de dolor y de ansiedad. Pero, con la terapia y ayuda adecuadas, el vaginismo puede quedar atrás
Para muchas mujeres, el sexo significa disfrute y placer. Pero, para algunas, cuando implica penetración, es todo lo contrario: angustia, ansiedad y dolor. ¿Es tu caso? Puede que esas sensaciones de tensión en la zona pélvica y de estrés ante el sexo sean vaginismo.
El concepto suena imponente y abrumador, pero se trata de una afección que, con el acompañamiento adecuado, se puede solucionar en cuestión de semanas o meses. ¿Primera vez que lees el término vaginismo? Has llegado al lugar adecuado, estamos aquí para contártelo todo sobre él, incluyendo cómo hacerle frente.
¿Qué es el vaginismo? Bloqueo y contracción muscular
Cuando sabemos qué es y cómo funciona aquello que nos angustia, tendemos a perderle el miedo. Quizá ese sea el primer paso para despedir al vaginismo, así que empecemos teniendo claro qué es.
El vaginismo es una contracción involuntaria de los músculos que rodean la vagina, lo que provoca su “cierre” y se traduce en dolor o sensación de ardor en el momento de la penetración. A veces, el bloqueo y contracción de los músculos de la vagina es tal que la penetración no es que sea dolorosa, es que es imposible.
Aunque tendemos a asociar el vaginismo (no es una afección muy común, pero eso no le resta importancia) únicamente a las relaciones sexuales, puede limitar la vida de las mujeres más allá del sexo: en gestos tan sencillos y cotidianos como ponerse un tampón o una copa menstrual, o incluso en exámenes ginecológicos. Sí, para una persona con vaginismo, una ecografía vaginal puede ser un reto, algo muy incómodo y duro de afrontar.
¿Cuáles son los síntomas del vaginismo?
Aunque la dificultad de penetración y dolor en relaciones sexuales o pruebas ginecológicas son síntomas en sí mismos, el vaginismo puede traducirse en que el mero hecho de rozar tu vagina te tense y active la musculatura de tu suelo pélvico.
Además, si padeces vaginismo, es probable que solo con pensar en la penetración te pongas ansiosa, te suden las manos, te bloquees y sientas rigidez (no solo lo notará la musculatura de tu suelo pélvico, sino también la de la espalda, que se arqueará como la de Kim Kardashian en esa famosa sesión de fotos).
Y todo esto suele ser un círculo vicioso: ese estrés y ansiedad te tensan y bloquean, lo que hace que la penetración sea cada vez más difícil… y eso te provoca todavía más estrés y ansiedad.
En un momento así, es normal que la sensación de angustia te sobrecoja, pero ¿sabes qué? El vaginismo es una disfunción que presenta un buen pronóstico y porcentajes de superación muy altos. Hay esperanza, y es importante que des tiempo a tu cuerpo y tu mente para reconectar, coordinarse y entenderse.
Vaginismo: sus causas y tipos
Si estamos en una situación de bloqueo tan potente, puede que nos invada la sensación de que “hay algo que no funciona” en nuestro cuerpo. Pero, y aquí va un mensaje de tranquilidad, si hablamos de las causas del vaginismo, el peso de las razones psicológicas suele ser superior al de las físicas. Eso sí, acudir a una revisión ginecológica para comentar el problema con una o un especialista es totalmente recomendable, y te dará el push de confianza que necesitas en momentos así.
En este sentido, desde el Instituto de Suelo Pélvico hacen una clara diferenciación e indican que, mientras que en el vaginismo la causa es psicológica y genera reacciones físicas, en la dispareunia (dolor durante las relaciones sexuales, algo que puede afectar tanto a hombres como a mujeres) la causa tiene un punto de partida físico.
Llegadas a este punto, tenemos que diferenciar dos tipos de vaginismo, el primario y el secundario. El vaginismo primario es el que afecta a quienes nunca han mantenido relaciones sexuales, mientras que el vaginismo secundario se da en mujeres que, pese a haber practicado sexo -penetración incluida- sin problemas, desarrollan los síntomas que antes hemos comentado a partir de un momento concreto de su vida.
¿A qué se deben ambos tipos? La historia personal de cada una es algo muy íntimo, pero un entorno represivo, miedos arraigados (pensar que el sexo será doloroso al principio, por ejemplo) o episodios de abuso o acoso sexual están estrechamente relacionados, muchas veces, con el porqué del vaginismo primario.
En el caso del vaginismo secundario, el componente físico es más común. Tras un parto traumático o una cirugía, esa experiencia puede bloquearnos, llevar a nuestro cuerpo a asociar penetración con dolor y provocar en nuestra vagina esas contracciones involuntarias. Cambios en la vida de pareja, un aborto (ya sea natural o voluntario) o falta de lubricación -algo muy común en la etapa de la menopausia– son otras de las causas más comunes.
¿El vaginismo se cura? De los dilatadores a la terapia
Lo decíamos unos párrafos más arriba: con el acompañamiento adecuado, el vaginismo puede quedar atrás y, con él, una etapa en la que hasta gestos cotidianos como ponerte un tampón te resulten dolorosos.
Lo ideal es contar con el apoyo de expertos en ginecología, fisioterapeuta y psicología. Y, lo más importante, estar con ellas o ellos en un ambiente de confianza y en el que te sientas plenamente cómoda: no olvidemos que se trata de una cuestión muy íntima, en la que se combina tu dolor físico con tus vivencias personales y tus emociones.
De manera paralela a la terapia psicológica, es muy común que los fisios y especialistas en suelo pélvico den unas pautas o ejercicios para “reeducar” a los músculos de la vagina. También es habitual que recomienden el uso de dilatadores vaginales. El objetivo será que emplees progresivamente distintos tamaños para que, poco a poco, pierdas el miedo a la penetración, seas capaz de relajarte (eso que parece tan sencillo en boca de tus amigas, cuando les cuentas lo que te ocurre y te dicen “pero si solo te tienes que relajar”) y de disfrutar.
Mientras eso llega, recuerda que cada una tiene sus ritmos y que es importante respetar los tiempos que nos marca nuestro cuerpo. Habrá quienes tardarán semanas en solucionar su vaginismo y quienes necesitarán meses: se trata de un proceso de aprendizaje diferente para cada una y en el que autoconocimiento es fundamental para establecer hábitos duraderos.