Así ha cambiado mi relación con la regla después de usar la copa menstrual
«Tras tres años usándola no volvería atrás» Una review de la copa menstrual en primera persona que te animará a probarla si todavía no lo has hecho.
Tres años de copa menstrual. No es tanto, aunque si pensamos que llevo 14 años teniendo la regla, 3 son más de un 20% del total. Se podría decir que 1 de cada 5 ciclos que he pasado ha sido con la copa menstrual. ¿Y el 80% restante? Compresas, tampones y “bragas de la regla” condenadas a morir por culpa de despistes. D.E.P. Y así dicho, solo puedo pensar en la cantidad ingente de basura que he estado generando durante todo este tiempo a.C.: antes de la Copa.
a.C.: Periodo que va desde la primera regla al día que estrené la copa menstrual
Recuerdo el día de mi primera menstruación como un acontecimiento familiar. Yo me asusté y diría que hasta lloré un poco. Mi madre, con su característico tacto, no tardó ni un minuto en llamar por teléfono a mi abuela. “Hija mía, lo siento, ya eres una mujer” fueron las palabras con las que aún no sé si me dio la enhorabuena o el pésame.
Por aquel entonces, yo nadaba dos veces a la semana. Martes y jueves. Martes y jueves a las 19:00 horas. Martes y jueves a las 19:00 estaba en el agua hiciera frío o calor, tuviera o no la regla. Esto significa que yo, que no fui de las primeras entre mis amigas en tener la menstruación, sí fui de las primeras en llevar tampones.
A mí la regla no me solía doler. No me alteraba los planes y, desde luego, no me impedía nadar dos veces a la semana. Lo cuento porque, en mi caso, mi madre me enseñó a ponerme un tampón desde el principio sabiendo que eso me haría libre. Pero no me contó nada más, probablemente porque ella tampoco conocía otra opción.
Una década más tarde, una compañera de trabajo me introdujo a la copa menstrual. Coincidió con que ella iba a renovar la suya, que cumplía ya 10 años, casi el mismo tiempo que yo llevaba atada a los tampones. Hice cuentas y por algo más de 20€ tenía una copa que además de no generar residuos me liberaba de comprar tampones y compresas durante otra década. Merecía la pena probar el invento.
Mi primera vez con la copa menstrual
No recuerdo haber tenido ganas de que me baje la regla nunca, salvo una vez y fue para estrenar la copa. Yo elegí la pequeña de entre dos tallas, indicada para quienes no han dado a luz, han tenido relaciones, tienen un flujo medio y su cérvix está a altura medio-alta. (Esto último fue lo menos decisivo para mí puesto que por aquel entonces ni sabía que era un factor a tener en cuenta). Lo primero que me llamó la atención fue lo suave que era la silicona, en mi caso opté por una de silicona médica hipoalergénica.
Antes de utilizarla hice todo un ritual: la herví durante 3 minutos como mandaban las instrucciones, la mojé un poco justo antes de insertarla (hay quien usa un poco de hidratante vaginal o lubricante), hice un pliegue con forma «U» y la introduje en mi vagina sin saber a qué altura sería suficiente. Recorrí con el índice los bordes para ver que se había desplegado y que no había ningún espacio por donde la sangre pudiera escapar. Después me incorporé.
Al principio parece que la copa menstrual se puede salir si estornudas. Yo sentía que mi vagina no estaba muy cómoda, como si mi cuerpo activase una alarma: Objeto Vaginal No Identificado (OVNI). Pensé que me la había puesto mal, así que la saqué, primero tirando del agarre que tiene en la parte baja (error: hace efecto ventosa) y ya después haciendo pinza en la copa y arrastrándola hacia afuera.
No quise rendirme a la primera. «Yo, que llevaba tampones hasta para dormir, ¿no iba a soportar la copa menstrual?» Repetí el proceso, esta vez subiendo la copa un poco más arriba, rodeando con los dedos para ver que se abriese, y terminando de acomodarla en mí moviendo la zona con los músculos del suelo pélvico. Di unos saltitos, me agaché y me levanté. No sentía nada.
Esta segunda vez me dio más esperanza. Hablé con Isabel, mi compañera de trabajo, para constatar si lo había hecho bien. Me dijo que sí, que la incomodidad al sacarla era normal, pero que una vez aprendes, va como la seda. Quizá la copa menstrual sí era para mí.
Tras la experiencia, recomendaría probar a colocarla por primera vez fuera de los días de sangrado.
La llevé puesta todo el día. Se supone que la puedes utilizar hasta 12 horas, algo perfecto para mí porque solía estirar los tampones ignorando la amenaza del shock tóxico. Por la noche, me puse un salva-slip precisamente por miedo a que tumbada la copa tuviese alguna fuga. A decir verdad, un poco sí se salió, pero apenas dio para marchar el salva-slip con algún roce.
Y así pasé la semana, fiel a la copa en los días de más flujo pero también en los últimos momentos de sangrado menor y más marroncito.
3 Años y varias lecciones más tarde….
Mi relación con la copa menstrual empezó así y ha ido creciendo y haciéndose más fuerte. Incorporarla a mi vida ha sido una experiencia que ha contribuido a normalizar mi relación con la menstruación y por el camino me ha enseñado varias cosas.
Lección nº1: mi regla no da asco (y la tuya tampoco)
En mi caso, lo primero que aprendí, y quizá lo más importante, es que la regla no da asco ni hay que esconderla.
No me dio asco tener mi regla delante. De hecho, me sorprendió que tampoco oliese mucho (cuando con los tampones el olor no era especialmente agradable). Ver tu regla dentro de una copita, tocarla, tirarla por el váter y darte cuenta de cómo es realmente es algo reconciliador. Además de informativo. Mientras el tampón lo absorbe todo y termina siendo un algodón negruzco de lo que deshacerte cuanto antes, la copa recoge el flujo y permite analizar su color, su textura y la cantidad. Es muy simple, pero la copa es un pasito más en el autoconocimiento del cuerpo. Gracias a ella, menstruar ha pasado a ser algo natural para mí.
Lección nº2: no sangras tanto, de hecho, no vas a llenar tu copa menstrual fácilmente
Esto fue lo que más me sorprendió. Yo pensaba que el día más fuerte de regla sangraba a litros. Y no, ni siquiera en ese momento lleno la copa menstrual. Ahora ya lo sé. Si coindice con que tengo una jornada muy activa, inserto la copa limpia por la mañana, me pongo un salva-slip y trato de no sacarla hasta volver a casa. Aguanta todo el día sin salirse nada y me evito el riesgo de mancharme al vaciarla.
Lección nº 3: bueno para ti, bueno para el planeta
Nunca he hecho la cuenta de lo que llevo ahorrado en tampones desde que utilizo la copa, pero seguro que asciende a más de 100€. Y todavía me quedan años de rentabilizarla. A esto se suma la satisfacción de estar eliminando de mi vida mucho plástico de un solo uso y generando menos residuos cada mes. La copa menstrual junto a las bragas para la regla o un salva-slip de tela es un combo Zero-waste con el que no necesito nada más. Si te funciona… win-win para ti y para la naturaleza.
Lección nº 4: tengo menos propensión a la cistitis y la sequedad
En la composición de los tampones convencionales aparecen químicos como lejía y pesticidas. Algo que pensado fríamente no apetece meterse en la vagina cada mes. Al sustituirlos por la copa, personalmente he notado que han desaparecido la irritación, el picor y la sequedad que seguían a la semana de regla. Además, no sé si está directamente relacionado pero andar tocando menos la zona también ha contribuido a reducir de forma importante las veces que tengo infecciones de orina.
Lección nº 5: la higiene de la copa es esencial
No todo es fantasía: la copa menstrual debe limpiarse a conciencia. No es suficiente con enjuagarla un poco y guardarla en una bolsa de tela. Hay que hervirla al principio y al final del periodo menstrual (en un recipiente para microondas o en una olla que destines solo para ese uso). Entre medias no es necesario hacerlo, pero al vaciar la copa yo aprovecho para aclararla con agua. En mi caso, la utilizo también entre ciclos cuando tengo mucho flujo y quiero estar seca y cómoda durante el día. No hay problema, pero es importante seguir el mismo proceso de higiene para que no guarde olores. Cuanto más cuides y limpies la copa, más durará.
Todas estas lecciones se han convertido en razones por las que yo no volvería atrás. Tanto es así, que se podría decir que me he convertido en evangelizadora en grupos de amigas donde, para mi sorpresa, todavía no había llegado la copa menstrual a sus vidas. Solo me queda decir que si estás cómoda con tus métodos habituales, los mantengas, pero si tienes curiosidad, la copa se merece una oportunidad. O dos.