
¿Cuánto cuesta la regla? Spoiler: mucho dinero
Productos de higiene desechables, sostenibles, antiinflamatorios, días en cama, noches en vela… ¿cuánto nos cuesta realmente menstruar?
Cuando hablamos de gastos superfluos asociados supuestamente a las mujeres que pueden afectar a nuestra economía en el día a día siempre recurrimos a lugares comunes: ropa, cosméticos, cafés de especialidad… Sin embargo, durante la mayor parte de nuestra vida tenemos un gasto mensual recurrente e inevitable: la menstruación.
Según datos de ONU Mujeres, cada mes somos unas 2.000 millones de personas en todo el mundo las que menstruamos. Los productos de higiene, sean sostenibles o desechables, así como otros suplementos y medicamentos que quizá necesitamos para la hinchazón o el dolor nos acompañan desde la adolescencia hasta la menopausia. Pero no solo afecta a nuestro bolsillo de esa manera directa, también tiene un coste físico, emocional y, en muchos casos, laboral. Y esto, en lugares con acceso a una gestión menstrual digna y en casos en los que este gasto no supone compensar con otros igual de necesarios.
Sin embargo, aunque afecta a la mitad de la población y tiene una frecuencia periódica, rara vez está presente en las políticas públicas.


La regla: una factura mensual que no se discute
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) estima que, en España, cada una de nosotras gastamos de media entre 35 y 50 euros al año en productos relacionados con la menstruación: compresas (de 13 a 59 euros/año), tampones (de 11,5 a 54 euros al año), bragas menstruales (de 20 a 53 euros/año) y copa menstrual (estimando que se cambia cada cinco años, estaríamos hablando de unos 5 euros/año). Si multiplicamos este gasto por los 40 años de vida que dura de media nuestra vida fértil, estaremos hablando de unos 2.000 euros. Esto sin tener en cuenta otros gastos adicionales, como analgésicos, antiinflamatorios, infusiones, y todo aquello que muchas de nosotras podemos necesitar para aliviar los dolores y síntomas asociados. Quedaría fuera, por no poderse cuantificar económicamente, el precio emocional que a menudo pagamos por tener la regla: noches de insomnio, anular planes, etc.
Aunque algunas alternativas como la copa menstrual o las bragas reutilizables se presentan como soluciones ecológicas y económicas a largo plazo, su inversión inicial puede ser una barrera para muchas mujeres.
El Servicio Nacional del Consumidor de Chile (SERNAC) ha hecho pública recientemente una herramienta digital para valorar estos costes. Esta calculadora tiene en cuenta que lo que se analiza es un gasto obligatorio, no opcional. Para ello, divide los productos de higiene en dos grandes grupos: reutilizables (como es el caso de la copa, las bragas…) y desechables (tampones, compresas, salvaslip…). En el primer caso, se tiene en cuenta cada cuánto conviene renovarlos. En el segundo influyen los días de flujo y la cantidad. Porque no todas menstruamos de la misma manera, claro.


Además, se añade otra variable acerca del uso de medicamentos específicamente formulados para tratar el dolor menstrual. Se trata de una manera interesante no solo de encontrar opciones más económicas (hay un comparador de productos y marcas también), sino de poner el foco en lo que cuesta tanto mensual como anualmente tener la regla. Según un reporte anual de este mismo organismo, combinando productos menstruales desechables y reutilizables, el gasto anual de las mujeres chilenas oscila entre los $79.560 y los $773.640 (entre unos 75 y unos 700 euros anuales).
¿Es posible abaratar o eliminar los costes de la gestión menstrual?
En 2022, Escocia se convirtió en el primer país del mundo en declarar el acceso gratuito a productos de higiene para la regla, como tampones y toallitas sanitarias, después de varios años promoviendo el acceso gratuito en escuelas,colegios, universidades y espacios públicos en general. Con la Ley de Productos para la Menstruación, se obliga a las autoridades y centros educativos escoceses a facilitar el acceso gratuito a estos productos a aquellas personas que lo necesiten, así como ofrecer una variedad razonable de opciones, ya que, según el Gobierno que lo puso en marcha, es fundamental para la igualdad y la dignidad.


Un poco más cerca, tanto en espacio como en tiempo, tenemos la iniciativa de la Generalitat de Cataluña de facilitar en las farmacias productos de higiene menstrual reutilizables de forma gratuita. Se trata de una iniciativa en el marco del Plan Integral de Equidad menstrual y climaterio 2233-2025, dirigida a todas las personas que menstrúan. En Canarias también se destinan fondos a distribuir compresas y tampones sin límites en los centros de educación secundaria, mientras que Baleares, Murcia, Navarra, País Vasco, Aragón, La Rioja, Galicia, Ceuta y Melilla aseguran que siguen esta misma medida y que son los propios centros los que se encargan de distribuirlos. En Andalucía se reparten solo en aquellos ubicados en zonas consideradas vulnerables a través de una colaboración entre una marca de compresas y una entidad sin ánimo de lucro.
La Unión Europea permite desde 2022 que los estados miembros comercialicen productos menstruales sin IVA. A día de hoy, Irlanda es el único que lo ha eliminado. La mayoría ha reducido sus impuestos, como es el caso de España, que pasó del 10% al 4%, considerándolo por fin, un bien de primera necesidad. Sin embargo, según FACUA, un mismo producto puede costar casi un 300% más que otro según la marca y el lugar donde lo compremos.
En República de Níger, ONU Mujeres y las entidades con las que trabaja a nivel local, pusieron en marcha un plan de apoyo al gobierno para integrar la higiene menstrual en la política nacional de género para lo que se destinaron más de 72.000 euros. El resultado fue la implementación de 14 planes de agua, higiene y saneamiento, además de romper el tabú de la menstruación en este país.


Algo está cambiando, pero nos queda un gran camino por recorrer. Según el portal de estadísticas Statista, 27 países en el mundo tienen tasa cero o eliminaron los impuestos en este tipo de productos, y otros 16 lo redujeron, pero no es suficiente. Se estima que 500 millones de personas sufren lo que se conoce como “pobreza menstrual”, un término que, si bien puede parecernos novedoso, refleja una problemática histórica: la imposibilidad de acceder a productos, educación e instalaciones adecuadas para gestionar la menstruación de forma digna.
Según UNICEF, la gestión menstrual digna implica mucho más que una toalla sanitaria: incluye acceso a agua, jabón, lugares seguros para cambiarse, y conocimientos básicos sobre el ciclo menstrual.
Menstruar no debería ser un lujo
En pleno siglo XXI, tener la regla no debería ser una barrera para estudiar, trabajar o vivir con dignidad en ningún lugar del mundo. Sin embargo, en Gambia, muchas niñas pierden hasta cinco días de clases al mes por no tener acceso a toallas higiénicas o baños adecuados. En Reino Unido, casi dos millones de adolescentes entre 14 y 21 años pierden días de escuela cuando están en su fase menstrual, lo que señala que este es el principal motivo de ausentismo escolar. Mes a mes, esto se traduce en una pérdida de oportunidades educativas que puede marcar para siempre sus vidas.


Pero las consecuencias de la pobreza menstrual trascienden a las aulas. En Kenya, algunas niñas se ven obligadas a recurrir al sexo transaccional para conseguir productos menstruales, lo que las expone a la violencia sexual, a los embarazos no deseados y a infecciones.
Otra forma de pobreza menstrual es alargar el tiempo de uso de los productos menstruales para reducir el gasto, ignorando las recomendaciones sanitarias. Según el Banco Mundial, el 74% de mujeres admite cambiarse menos veces de las que debería. Esto supone un riesgo para la salud, ya que puede provocar infecciones vaginales e incluso de sufrir el síndrome del shock tóxico.


Hacia una economía menstrual justa
Con motivo de la celebración del Día de la Higiene Menstrual el 28 de mayo,queremos hacer hincapié en aquellos aspectos que nos acercan a una verdadera equidad de género. Es necesario continuar avanzando hasta conseguir la gratuidad total de productos de higiene menstrual para todas las personas que los necesiten en todo el mundo, así como haciendo campañas de educación para niños y niñas, formando a los profesionales sanitarios en salud menstrual, dolor pélvico y trastornos asociados, y garantizando el acceso al diagnóstico y tratamiento de enfermedades como la endometriosis o el síndrome de ovario poliquístico, que tantas mujeres tienen que sufrir en silencio.


Mientras se nos sigue señalando por invertir, supuestamente, demasiado dinero en pequeños placeres, el impacto de la menstruación es real sobre la economía personal, la salud pública y la productividad. Los números y las historias de vida hablan alto y claro: menstruar no es una opción, y por lo tanto, no debería ser un lujo.