Por un verano sin FOMO: ¿y si lo que nos estamos perdiendo -de verdad- es nuestra propia vida?

En un mundo donde las redes sociales dominan nuestra vida es fácil caer en esta trampa

junio 18, 2023 Escrito por Sara G. Pacho

Redactora de Bloom especializada en salud femenina, estilo de vida y feminismo. Licenciada en Sociología por la Universidad de Salamanca y en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Máster en Comunicación como Agente Histórico-Social, especialidad en Lenguaje Audiovisual por la Universidad de Valladolid.

Revisado por el equipo de expertas de Bloom, plataforma especializada en salud femenina.

El impacto de la tecnología en nuestro día a día es innegable. Igual que pasó hace décadas con la llegada a los hogares de electrodomésticos como la lavadora o la nevera, las conexiones vía Internet del siglo XXI han revolucionado nuestra vida. Su potencial es infinito, pero, ¿cuál es la cara b de vivir en un mundo permanentemente interconectado? Hoy queremos hablarte sobre la ansiedad que puede producir tener esa ventana abierta al exterior permanentemente. Lo conocemos como FOMO y seguro que alguna vez lo has sentido. 

FOMO: qué es

FOMO es el acrónimo de la expresión inglesa fear of missing out, que se traduce por “miedo a perderse algo”. El diccionario de Cambridge da esta explicación: “Es una sensación de preocupación por perderse acontecimientos emocionantes a los que van otras personas, sobre todo por lo que se ve en las redes sociales”. Es un término que empezó a usarse en 2004 y que seguramente ahora mismo está más de moda que nunca. Tanto, que seguro que ya se te han ocurrido varias situaciones en las que te hubieras autodiagnosticado FOMO. No obstante, afinemos un poco más el concepto. 

que es fomo

El punto de partida es la “nomofobia”, un término ya un poco old que señalaba que el teléfono móvil se había convertido en una extremidad más de nuestro cuerpo. Esta palabra, cuyo origen en inglés es no-mobile-phone phobia, alude al miedo irracional a estar sin el teléfono móvil. Todo esto cuando llevar un móvil encima significaba poder hacer y recibir llamadas, enviar SMS y jugar a la serpiente, un espejismo de conexión en comparación con lo que vivimos actualmente. 

Con la llegada de Internet a los celulares y la expansión de los smartphones, esa nomofobia se quedó a la altura del betún. De hecho, emitir o recibir llamadas es lo de menos (para mucha gente incluso es de mal gusto): en nuestro teléfono móvil llevamos nuestra vida. Lo utilizamos para pagar en establecimientos, para escuchar música y ver series, para hablar a través de mensajería instantánea y, por supuesto, para actualizar nuestras redes sociales y revisar las de los demás. 

¿Sabías que el FOMO también afecta a nuestra manera de consumir contenidos, especialmente audiovisuales? Estamos ante una época dorada para las series que también implica mucha exigencia. ¿Cómo no vas a ver el último capítulo de la serie de moda?

Cuando hablamos de qué es FOMO hablamos, en realidad, de dos procesos. El primero hace referencia a la ansiedad de no estar allí donde “deberías”, ya sea el último y multitudinario concierto o un velero en Ibiza durante el mes de julio. El segundo, la obsesión de mantener las conexiones sociales. A pesar de lo normalizado que está el hecho de revisar las redes sociales casi en cualquier momento y situación, esta necesidad de verlo o vivirlo todo se asocia con un apego problemático a las redes. 

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FOMO: ¿la nueva ansiedad social? Explorando sus efectos en nuestra salud emocional

Es jueves por la noche. Ha sido una semana realmente dura, por lo que has rechazado la idea de ir a tomar algo y has preferido preparar algo de cena en casa. Te dispones a ver un episodio de la serie que sigues ahora, pero tu teléfono te envía señales constantes para que veas lo que están haciendo tus contactos. Así que entras en Instagram y ves que el plan ha seguido sin ti. Tus amigos sonríen y brindan para la foto. “¿Se lo están pasando bien? ¿Debería estar ahí? ¿Será una de esas noches épicas de las que se hable durante meses?” De repente verte en pijama a punto de tomarte una sopa no te parece el plan reparador que tu cuerpo necesitaba, sino el que se llevará el premio a la loser del año. Una extraña angustia se apodera de ti. Diagnóstico: FOMO de libro. 

Lejos de pasarte solo a ti, esa sensación de no estar viviendo algo forma parte del modelo de negocio actual de muchas apps. Cuanto más tiempo estemos conectadas, más dinero consiguen, básicamente. ¿Qué mejor manera de fidelizar a tu público que generar una adicción? El FOMO es una de las mejores estrategias para mantenernos enganchadas y funciona porque apela a sentimientos muy básicos del ser humano: pertenecer a un grupo, no sentirse excluida, satisfacer necesidades que entendemos como básicas…

El FOMO es un constructo relativamente nuevo que se asocia a un uso problemático de las redes sociales y que se manifiesta en una serie de emociones y sentimientos negativos relacionados con la necesidad de pertenencia.

El FOMO ataca nuestra vulnerabilidad. Por eso, son más susceptibles de sufrir este miedo las personas inseguras o con baja autoestima y tiene más incidencia en etapas especialmente sensibles, como la adolescencia. El miedo a no estar presente es el miedo al olvido o al abandono, y las redes sociales, la vía donde se propaga. 

fomo redes sociales

¡Alerta FOMO! 

Constante revisión de redes sociales, comparación infinita e incluso dificultad para tomar decisiones. El FOMO va mucho más allá de la necesidad de estar permanentemente conectadas y puede tener consecuencias graves para nuestra salud mental, sobre todo si tenemos en cuenta que a través de las redes sociales vemos una parte muy sesgada de la vida de los demás. Aunque también algunos perfiles están sacando tajada de compartir desgracias, lo habitual que es ver desayunos apetecibles, playas increíbles, éxito social… Un combo de aspiraciones que pueden llevarte a pensar que tu vida es una basura. 

 ¿Quieres aprender a manejar tu FOMO antes de que él te maneje a ti? Te damos algunos tips para escapar de esta tiranía digital:

  • Auto observación

    Reconoce tus emociones, qué es lo que te hace  revisar las redes constantemente, qué te suscita conocer la vida de los demás, cómo te comportarías si no pudieras abrir esa ventana al mundo ficticio de Instagram.

  • Establece límites

    Decide qué tiempo quieres dedicar a las redes (puedes ayudarte de tu propio teléfono). Al principio puede que te resulte raro, pero poco a poco irás normalizando tu rutina y disfrutando del tiempo que empleas en otras actividades.

  • Puesta de sol digital

    A partir de cierta hora, ¡fuera pantallas! Además de vivir tu real life te ayudará a dormir mejor.

  • Las comparaciones son odiosas

    Es difícil salir de esa rueda cuando formas parte de ella, pero conviene recordarse una y mil veces que lo que vemos de los demás es una mínima parte de su vida.

  • Encuentra tu equilibrio

    Decide cuáles son los planes que realmente quieres hacer y por qué. Es imposible participar en todo y, en realidad, muchas veces ni siquiera es lo que genuinamente quieres. Haz aquello que te guste y presta atención plena.

  • Busca apoyo

    El FOMO puede causar malestar porque, como te decía, señala partes muy vulnerables de nosotras mismas. La terapia te ayudará a sanar esas partes de ti.

fomo instagram

Bonus track: ¿y si lo que realmente nos estamos perdiendo es nuestra propia vida?

Las redes sociales nos conectan. Hasta ahí ok. Sin embargo, conviene preguntarse de vez en cuando si realmente nos provocan sentimientos positivos o si, por el contrario, están alimentando una ansiedad conocida o, incluso, generando una nueva. Aquí va una mini experiencia personal al respecto.

El verano pasado yo tenía que hacerme cargo de una situación complicada en casa, por lo que seguramente mis viajes iban a ser anecdóticos. Es algo que tenía asumido, aceptado y respetado. No suponía ningún esfuerzo para mí tener que cuidar de alguien. Al revés. Sin embargo, en las redes ya empezaban a asomar los primeros veleros, los primeros mojitos, las primeras piernas cogiendo colorcillo en la playa.

Decidí que no era bueno para mí vivir aquello a través de la pantalla de mi teléfono. Que me iba a poner ante un escenario de alegría que no reflejaba mi situación. Que me iba a hacer sentir angustiada, triste y tonta. Decidí entonces borrar Instagram. Desde junio hasta septiembre. Vacaciones. Detox digital. Lo que sucedió a continuación me sorprendió tan gratamente que este año repetiré. Sorry, Chalmeta: este año no verás mis posaditos. 

  1. No vi la cara amable de las vacaciones de gente con la no hablo nunca one to one. Evité entonces sentirme más desgraciada que personas cuya vida apenas conozco.

  2. Me sentí honrada con cada foto que mis amigas viajeras me enviaron por Whatsapp. Una foto para mí, con un texto para mí, no una story para todo el camping. Un atardecer en la playa y un “te encantaría”, un “me acuerdo de ti en este momento”. Fabuloso.

  3. Disfruté mucho más de mis días. No tuve tampoco la presión digital de narrar cada paso, ni de publicar lo que consideraba extraordinario. Atesoro momentos realmente felices en mi retina, en mi cabeza y sí, en mi carrete de fotos, pero que solo compartí con quien quise. “Estoy aquí y me acuerdo de ti”.

Te propongo que te enfoques en ti misma para acabar con el FOMO y utilizar las redes a tu favor. Así, cuando aparezca -porque aunque pensemos que estamos curadas a veces pasa-, tendrás herramientas para reconocerlo y manejarlo de manera saludable. Yo aprendí que mi vida es única y tengo que vivirla de acuerdo a lo que me gusta y quiero, lejos de comparaciones y miedos. ¿Te animas a intentarlo?

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