
La generación Z que elige el celibato: ¿libertad, contexto o estrategia?
Cuando “no tener relaciones” deja de ser tabú y se vuelve una forma de replantear el deseo, la intimidad y las prioridades personales
Durante muchas décadas, la narrativa dominante sobre la juventud aludía a la exploración sexual como una parte esencial del paso a la edad adulta. Sin embargo, algo parece estar cambiando en los últimos años: buena parte de los jóvenes de hoy pretenden escapar de esa imposición por decisión propia. Esta especie de celibato, que hasta ahora seguramente solo habíamos asociado a la religión, implica, más que una abstinencia sexual per se, un reconfiguración de lo íntimo, una forma de rebelarse contra una cultura altamente sexualizada e incluso una respuesta frente a un agotamiento emocional derivado de las problemáticas típicas de la edad.
Con la ayuda de Silvia Sanz, psicoterapeuta experta en sexología y terapia de pareja, exploramos el marco psicológico que sostiene la abstinencia sexual y las implicaciones sociales que conlleva optar por no tener relaciones en una sociedad en la que la sexualidad muchas veces parece (o al menos, parecía) un mandato inevitable.


Relaciones sexuales en jóvenes en 2025: Datos
En 2025, algunos estudios sobre relaciones sexuales entre los jóvenes tanto a nivel nacional como internacional apuntan a una tendencia: cada vez tienen menos relaciones y hay más personas solteras. ¿Qué factores se asocian a este fenómeno? El estrés y la crisis económica tiene mucho que ver con el interés por la intimidad o, en este caso, por el desinterés. Sí, aunque nos pueda parecer muy loco, el clima social, política y económico, impacta en nuestra manera de relacionarnos.
También influye, por supuesto, la forma en la que nos vinculamos: hacerlo prioritariamente de manera online y no cara a cara contribuye a disminuir el deseo sexual. También, sobre todo entre las chicas, es una forma de autocuidado, de protegerse de posibles relaciones tóxicas e incluso no consentidas. Por último, la falta de educación sobre la transmisión de ITS o los embarazos no deseados también son razones para optar por mantenerse célibes: en lugar de usar protección, se elimina 100% el riesgo.
Hay una rebeldía contra esta presión social, por lo que muchos jóvenes reaccionan de esta manera. Siempre que sea algo voluntario y alejado de miedos, no tiene por qué ser negativo. Al revés.


¿Qué entendemos por celibato hoy?
El término “celibato” nos lleva a connotaciones religiosas o morales clásicas. Sin embargo, en el debate contemporáneo hay que matizarlo: no es simplemente abstinencia sexual, entendida como no mantener relaciones. Puede incluir también la supresión o moderación de prácticas sexuales solitarias, la renuncia temporal o parcial, o una redefinición de intimidad no sexual. Tampoco implica necesariamente la negación del deseo o de la sexualidad, sino una decisión de encauzarla de modo distinto, o de posponerla frente a otras prioridades. Según Sanz, “si la decisión realmente es libre y se hace como forma de autoexploración de otras facetas estaríamos hablando de algo tan positivo como es construir una identidad al margen de los mandatos sociales”.
¡Ojo! No confundir este fenómeno con la asexualidad. No tiene que ver con la falta de deseo sexual, sino que es una postura reflexiva al respecto.


¿Por qué más jóvenes dicen “no” al sexo?
“Ha habido un cambio que está vinculado a la religión ni a la moral, sino en la manera de entender el sexo como una decisión y no una obligación”, indica la psicóloga. Muchos de estos jóvenes relatan haber experimentado relaciones insatisfactorias, abusivas, vacías o dominadas por expectativas negativas. Es decir, que si el sexo se presenta más como una obligación emocional que como una forma de disfrute personal y compartido, renunciar a ello es una forma de redefinir los límites personales.
Según explica la experta, la presión por tener experiencias sexuales –amplificada por las redes sociales– ha hecho que surja una especie de movimiento “a la contra” que, si bien no está cuantificado, sí que está marcando una tendencia en cuanto a la manera de entender tanto las relaciones como la propia identidad personal. “Es una forma de reafirmar su autonomía y dejar de entender el sexo, o tener pareja, como una meta que hay que alcanzar”, señala.


Frente a la sobreexposición digital, la omnipresente pornografía y la cultura del rendimiento (que también impacta en la sexualidad), algunos jóvenes están diciendo “basta”. Basta a entender el deseo desde un mandato externo. Basta a las expectativas impuestas. Basta a identificar relaciones sexuales con éxito o estatus. Decir que no, según Sanz, supone en muchas ocasiones, simplemente, posponer la decisión en pro de la libertad individual para tener una experiencia mucho más auténtica.
Vivimos en una cultura saturada de estímulos eróticos, de pornografía, de idealización de la actividad sexual y de normativas de pareja. Decir “no” puede leerse como un gesto crítico: una forma de enfrentar la idea de que quien no tiene sexo está incompleto o se está quedando atrás.
Cuando el celibato no es elección: soledad, contexto y azar
No obstante, no podemos obviar un porcentaje de jóvenes que no toman esta decisión como una forma de autocuidado o rebeldía, sino como una reacción. No todo celibato es reivindicado. En muchos casos, la ausencia de relaciones es producto de circunstancias poco deseadas que tienen que ver con la soledad estructural (digitalización de las relaciones, dificultad para socializar cara a cara), barreras que tienen que ver con la autoestima (como inseguridad corporal), experiencias traumáticas y falta de tiempo y oportunidad por las largas jornadas de trabajo, la crisis habitacional, etc.
En estos casos, el celibato se puede interpretar más como un límite impuesto o incluso una carencia más que como una opción elegida de forma libre, y, como tal, sus implicaciones emocionales son distintas (culpa, frustración, resignación).


Estrategias de celibato: autocuidado, foco y nuevas prioridades
En los casos en los que el celibato es una estrategia consciente, es habitual definir un periodo (en el caso de que sea algo temporal, como por ejemplo, un año de pausa), así como reforzar otras formas de intimidad, como son los abrazos y las conversaciones con las personas queridas. Y es que, la renuncia al sexo tiene mucho que ver con un cambio en la manera de entender las relaciones, según insiste Sanz. Entre los más jóvenes hay más flexibilidad en cuanto a sexualidad, a identidades, a la forma de relacionarse con una misma y con los demás. “No es un rechazo al sexo, sino como una apuesta por el propio bienestar al margen de las exigencias culturales”, recalca.
La tendencia del celibato voluntario entre jóvenes no es solo una moda pasajera. Es un síntoma complejo de la época, de personas que buscan huir de lo superfluo y reclaman el deseo como un territorio propio.


Lo que nadie cuenta: consecuencias emocionales de no tener sexo
¿Tiene consecuencias negativas no tener sexo? Existen algunos riesgos que merecen la atención, como la posible sensación de aislamiento, la idealización excesiva o inseguridad si se decide volver a tener relaciones, y un impacto en la salud mental si esta elección se lleva por delante otras formas de relacionarse con los demás. Si bien la autonomía personal incluye la libertad de no actuar bajo la urgencia sexual, los costes emocionales están ahí y requieren conciencia y, en algunos casos, acompañamiento.