Prevención suicidio: rompiendo tabúes, de la paradoja de género al mito del “efecto contagio”
Desestigmatizar el suicidio es un paso clave para su prevención. Hablamos con expertos sobre las falsas creencias que lo rodean y cómo podemos ayudar a alguien en una situación vulnerable.
Unas 4.000 personas se suicidan cada año en España. El dato sobrecoge y asusta -¿qué falla en nuestra sociedad para que 4.000 personas decidan quitarse la vida?-, pero, sobre todo, evidencia que el suicidio es una cuestión infravalorada e infrarrepresentada en el debate público, en los medios de comunicación y en tantas otras esferas.
Quizá parte de esa infravaloración proceda de que el suicidio sigue siendo algo estigmatizado. Un tabú. Algo que no puede ser nombrado. En Bloom estamos dispuestas a hablar de todo, siempre de forma respetuosa e informada, y este melón no iba a ser menos. En el marco del día para la prevención del suicidio, que se celebra cada 10 de septiembre, queremos romper tabúes y mitos. Este no es un tema fácil de abordar, pero sí necesario. Allá vamos.
Las cifras: infraestimación de los suicidios en España
Aunque se calcula que las cifras de suicidio rondan las 4.000 anuales en España (3.941 muertes por esta causa en 2020, para ser exactas), los expertos señalan que el volumen total es, seguro, mucho mayor.
“En algunos casos no es fácil esclarecer si la causa del fallecimiento es suicidio o un accidente. Y, si hay dudas, se indica accidente. Eso dificulta mucho saber los casos reales. Estamos seguros de que las cifras oficiales ofrecen datos a la baja, es decir, hay una infraestimación de las muertes”, nos cuenta Daniel López, psicólogo y presidente de Papageno, Asociación de profesionales en prevención y postvención del suicidio.
Además, las cifras oficiales se ofrecen de forma bianual (es decir, en 2021 se divulgaron las de los dos años anteriores), “algo que dificulta y entorpece los planes de las asociaciones que nos dedicamos a la prevención”, añade Daniel.
Y, si buscamos información sobre los intentos de suicidio, nos topamos con un desierto de datos. “No existen estadísticas oficiales, pero se calcula que hay 20 intentos por cada muerte”, indica el experto. La cuenta, efectivamente, es escalofriante.
Zoom a los datos: la paradoja de género
Si observamos en detalle las cifras oficiales, vemos que la tasa de suicidio por cada 100.000 habitantes es de 12,625 en el caso de los hombres y de 4,187 en mujeres. “Pero aquí debemos hablar de la paradoja de género”, apunta Daniel. “Es algo común a la mayoría de los países: aunque el número de intentos es mayor en mujeres, el volumen de muertes por suicidio es mayor en hombres”, explica. Hay tres causas que explican esta paradoja, según el psicólogo:
Los métodos empleados por los hombres son más violentos, en ellos la impulsividad es mayor y, además, tienen más dificultad para pedir ayuda.
Un par de datos -sobrecogedores, once again– más: en los trabajos más masculinizados, el número de suicidios es mayor. En aquellos sectores en los que hay más acceso a métodos letales, léase cuerpos de seguridad o entorno sanitario, la tasa también es más alta.
Paradoja de género, también en las redes sociales
Esa paradoja de género tiene su réplica en las redes sociales. Las mujeres mandan más señales que los hombres a través de sus perfiles en internet cuando de posible ideación suicida se trata: un 55%. Esta cifra alcanza el 84% en el universo de los TCA y el 58% en la depresión (dos mundos, el de la depresión y el de los trastornos de la conducta alimentaria, íntimamente ligados al suicidio).
Estos datos nos los ha proporcionado Ana Freire, doctora e ingeniera en informática y directora del departamento de operaciones, tecnología y ciencia de UPF Barcelona School of Management. Ella, que también impulsó el proyecto Wisibilízalas para fomentar la visibilidad de las mujeres en el ámbito tecnológico, lidera el proyecto Stop. Se trata de una interesantísima iniciativa que, empleando inteligencia artificial, estudia desde 2017, de forma anónima y con el foco en España, cómo se comportan en redes sociales los usuarios que hablan de los tres temas citados más arriba, la depresión, los TCA y la ideación suicida.
Tras ese estudio, elaborado en colaboración con psicólogos y terapeutas, desde Stop elaboran campañas en Instagram y en Facebook enfocadas a esas personas vulnerables y en las que les muestran teléfonos de ayuda específicos, como el teléfono de la esperanza, el 024 u otros similares.
“El resultado de estas campañas es que se han incrementado en un 60% las llamadas a estas líneas. Esto denota, por un lado, la necesidad de ayuda que existe y cómo quienes la necesitan la aprovechan. Por otro lado, evidencia que la tecnología no solo tiene el poder de generar problemas, sino también de ofrecer soluciones”, detalla Ana.
Si te estás preguntando cuáles son esas señales que envían en redes sociales (y en la vida offline) las personas que pueden tener pensamientos suicidas, te lo contamos en este artículo.
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Suicidio y adolescencia, ¿hay una correlación?
Últimamente, se habla de un aumento de las tentativas de suicidio entre adolescentes, especialmente entre las chicas. Sobre eso también le hemos preguntado a Daniel López, que nos cuenta:
“Hay cierto mito en eso. En los últimos años, y la pandemia lo ha evidenciado, pues el aislamiento es una conducta de riesgo, han crecido los intentos, pero en todas las franjas de edad, no solo entre adolescentes. Lo que pasa es que, si hablamos de personas tan jóvenes, la alarma social que se genera es mucho mayor que si hablamos de personas de 60 u 80 años, donde están las tasas de suicidios más altas”.
Más allá de los datos, ¿cómo podemos explicar la relación entre suicidio y adolescencia? El experto nos habla de tres factores de riesgo: los TCA (diagnosticados en mayor medida en chicas), el juego patológico y la tecnología. A estos hay que añadir las autolesiones no suicidas, “que tienen como objetivo el control emocional”.
Esas autolesiones pueden darse en mayor volumen en mujeres. Y eso también tiene una explicación. “La adolescencia es una etapa de cambios y en la que la gestión de las emociones es muy difícil. Las mujeres suelen tener una riqueza emocional mucho mayor, una gran complejidad de sentimientos que, en un periodo de la vida así, no siempre se saben encauzar”, sostiene.
El papel de la sociedad en la prevención y desestigmatización del suicidio
Como sociedad, ¿qué podemos hacer para desestigmatizar el suicidio y colaborar en su prevención? Hay, según Papageno, dos entornos en los que es vital crear estrategias preventivas, y son el escolar y el laboral. Además, las entidades especializadas reclaman que haya un plan nacional de prevención del suicidio, como recomienda la OMS.
En paralelo, el papel de los medios de comunicación es clave. La teoría periodística dice que no se informa de los suicidios para evitar el “efecto contagio”. “Pero el ‘efecto contagio’ es otro mito. Solo se genera en el caso de personas famosas, y ahí sí que se cuenta”, sostiene López. Evitar identificar a las víctimas, así como dar detalles de lugares o métodos, son otras de las máximas que se deberían seguir.
La importancia de pedir (y dar) ayuda
Como insistía Ana Freire, las pruebas demuestran que, una vez se activan los mecanismos de ayuda, quienes están pasando por un momento complicado y vulnerable los emplean. Lo mismo ocurre con el teléfono 024, de atención a la conducta suicida, que recibió en su primer mes de actividad más de 15.000 llamadas.
Ahora bien, ¿cómo pedir ayuda cuando se está en lo que se siente como un pozo o un túnel sin final? Sabemos que no es fácil, pero expertos como Daniel o Ana recomiendan, primero, acudir al entorno cercano. Si ahí no encontramos la ayuda que necesitamos, es importante buscarla en otro lugar, como uno de estos teléfonos especializados o nuestro centro de salud, desde el que nos podrán ofrecer las herramientas y recursos necesarios.
“Se suele pensar en hospitalización cuando se habla de conducta suicida, pero no siempre es necesario, depende de cada caso y del grado de ideación”, incide el presidente de Papageno.
¿Y si tenemos cerca a alguien en esta situación? Daniel es muy claro: “Es importante preguntar de forma directa: ¿te encuentras bien, estás sufriendo, has pensado en hacerte daño? Esas son algunas preguntas que podemos hacer. Es un mito eso de que quienes se van a suicidar no lo cuentan. En la gran mayoría de los casos sí envían señales, sean más o menos sutiles. Ahora bien, para preguntar de forma directa hay que crear un clima de confianza y empatía. Y, en ningún caso, tener una actitud paternalista con comentarios como ‘eso es una tontería’, ‘no tienes motivos’ o ‘piensa en tus padres’”.
También podemos apoyar a esa persona en la búsqueda de ayuda profesional, sea recurriendo a asociaciones especializadas o a los servicios sanitarios.
Escuchar, no juzgar y estar atentas a las señales son algunas de las claves para identificar que alguien puede necesitar nuestra ayuda. Y, de nuevo, si somos nosotras quienes estamos en esta situación, pidamos ayuda. Siempre habrá, a nuestro lado o al otro lado del teléfono, alguien dispuesto a acompañarnos.