Cómo pasé de odiar la gimnasia a disfrutar del gym: beneficios del deporte para la salud

A algunas nos cuesta conectar con la actividad deportiva, pero integrar el entrenamiento en las rutinas diarias no es misión imposible. Esta es nuestra experiencia y nuestros consejos

octubre 7, 2022 Escrito por Eva Gracia

Coordinadora web de Bloom. Graduada en Periodismo por la Universidad de Zaragoza. Redactora especializada en salud femenina, salud mental, estilo de vida y temas sociales. Ha colaborado en el Observatorio BLOOM sobre ITS en mujeres en España.

Revisado por el equipo de expertas de Bloom, plataforma especializada en salud femenina.

Cuando estaba en 2º de la ESO (si nos lees desde Latinoamérica, es el curso a mitad de Secundaria, con 13-14 años), un trimestre de la asignatura de Educación Física consistía en dar volteretas y hacer el pino. Literalmente, mi peor pesadilla: que mi aprobado (y mi nota media) dependiese de ser capaz o no de ponerme boca abajo en vertical o rodar lateralmente como una cheerleader de High School Musical.

Pasé el trimestre atenazada por los nervios, sintiendo que mi espalda tenía la rigidez de un tronco de roble y sobredimensionando la importancia de las dichosas volteretas. Se me instaló en el cuerpo una suerte de contractura que me recorría desde la coronilla hasta el coxis y que, casi como por arte de magia, desapareció el día que terminó el trimestre y vi un 5.0 en mis notas de Educación Física.

De aquel trance aprendí dos cosas. La primera, que mi capacidad de somatizar el estrés con síntomas físicos roza, casi, el superpoder (pero esa es otra historia). La segunda, que tendría que haber otra forma de relacionarse con la actividad física, una que no fuese sinónimo de angustia y que me permitiese sentir en carnes propias los beneficios del deporte, esos de los que hablaba la parte teórica de la asignatura de Educación Física -y gracias a la que yo aprobaba.

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Quince años después, sigo somatizando emociones -aunque no de una forma tan paralizante- y no sé hacer el pino ni dar volteretas laterales. Pero sí he sentido en mi piel esos beneficios del deporte para la salud. Hay esperanza, amigas.

beneficios del deporte

De ser una hater de la gimnasia a entender los beneficios del deporte

Podéis imaginar el alivio, la felicidad o, mejor dicho, el éxtasis que experimenté cuando la gimnasia dejó de ser una asignatura obligatoria para mí. Adiós al test de Cooper y al test Course Navett: nunca le vi aplicación práctica en la vida a eso de correr 12 minutos sin parar después de un calentamiento que también consistía en correr ni a ¿competir? por ver quién aguantaba más en carreras con intervalos de tiempo cada vez más breves y marcados por un pitido que aún me da escalofríos.

Hasta nunqui, potro (de tortura) y barra lateral: no tengo ánimo de ser una Simone Biles. See you never, espalderas: no volveré a sufrir intentando hacer una dominada, por supuesto, sin levantarme más de 10 centímetros. Podría seguir así, despidiéndome amargamente de todo lo que me amargó dos horas escolares a la semana durante años. Pero ese no es el objetivo de este artículo.

Sé que el propósito de la Educación Física no es avergonzar en el patio y frente a una veintena de compañeros de clase a quienes no tenemos unas grandes cualidades para el deporte por obra y gracia de la genética. Sé que el objetivo es -o debería ser- inculcar desde la infancia la importancia de mantenerse activa y de llevar un estilo de vida saludable, además de aprender los beneficios del deporte. A saber:

  • Mejora la salud cardiovascular
  • Reduce la presión arterial
  • Ayuda a evitar el sobrepeso (si tienes dudas sobre cómo saber si tienes sobrepeso, te contamos cómo calcular tu IMC)
  • Reduce el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2
  • Ayuda a controlar el colesterol
  • Fortalece el sistema inmunológico
  • Previene la osteoporosis
  • Mejora la resistencia y la fuerza muscular
  • Ayuda a ganar flexibilidad (unos deportes más que otros, obviamente)
  • Ayuda a controlar el colesterol

En salud mental, los beneficios del deporte no se queda atrás:

  • Ayuda sobremanera a regular las emociones. Cuidado, tenemos que encontrar el deporte más adecuado para nosotras si perseguimos este fin: para la chica que derrocha energía, el running será ideal, pero para la que tiene un espíritu más calmado, el yoga será su nirvana.
  • Reduce el estrés
  • Reduce la ansiedad
  • Favorece el sueño y un descanso placentero
  • Favorece la concentración

Si es tan importante y tiene tales beneficios para la salud, ¿por qué termina siendo, en el entorno escolar, una ‘escuela’ de personas antifitness (como yo)? Sé que las generalizaciones son siempre inexactas, pero, tras años de vida adulta debatiendo con amigas sobre esto mismo, tengo claro que mi experiencia personal no es solo mía.

Y hay mucho trabajo que hacer ahí, empezando, también, por conseguir que no sea un territorio en el que siempre (y a veces solo) brillen los chicos. Hay chicas que también son unas cracks en el deporte y cuyo potencial, por valorar el rendimiento y no el esfuerzo, queda en ocasiones en un segundo plano. Perspectiva de género también en la Educación Física, por favor.

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Cómo pasé de ser una anti fitness a una habitual del gimnasio

“Chica, qué pesada con tu traumita escolar”, pensaréis. Y no os faltará razón, pero es importante acudir a la raíz del problema para resolverlo y, muchas veces, nuestra desconexión con el universo fitness viene de aquella época. Crear hábitos que nos lleven a desarrollar un estilo de vida saludable y activo es importante desde la infancia y la adolescencia.

Dicho esto, ¿cuál es mi actual relación con el deporte? Lo cierto es que hace tiempo que dejé de ser una persona antifitness. Ahora voy al gimnasio varias veces a la semana y me siento (bastante) cómoda entrenando. Si trazase una línea del tiempo de mi relación con la actividad física, diría que un punto de inflexión lo marcó el regreso de mi semestre de Erasmus en Noruega.

Con 7 kilos más que cuando me marché -el peso no era tanto mi objetivo como sentirme bien y cómoda en mi cuerpo- y dos amigas en el mismo momento vital que yo, me apunté a un gimnasio. Never forget mi look de aquel día, que dejaba claro a todo el que se cruzase conmigo que yo era una auténtica anti fitness: leggings y camiseta de algodón que no transpiraban, un sujetador con bien de aros y unas zapatillas pidiendo la jubilación.

Contra todo pronóstico, fui constante durante más de un año -ir con amigas ayudaba- y, desde entonces, el deporte siempre ha estado en mi vida con mayor o menor intensidad. Ahora, incluso, lo echo de menos cuando paso unas semanas sin entrenar. Jamás pensé que escribiría esto y, de algún modo, la Eva adolescente que se contracturaba con solo pensar en volteretas se siente orgullosa: había formas de integrar el deporte en nuestra vida.

beneficios del deporte

Sharing is caring y en Bloom somos muy de compartir, así que aquí van mis tips para, de verdad, sentir los beneficios del deporte:

  1. Prueba disciplinas deportivas hasta encontrar ESA en la que te sientes cómoda

    Probé el pádel empujada por mis amigas y, aunque me puedo divertir, no es lo mío. Nadar siempre, incluso en mi infancia, me ha hecho sentir bien. El yoga me permite bajar revoluciones. El cyclo o spinning es el ‘golpe’ de energía que necesito muchos días y en una clase puedo sentir que he superado un reto. Y tengo la intuición de que el body balance y el ballet fit me gustarán: están en mi wishlist deportiva (sí, ahora soy una persona que tiene una)

  2. Respeta tus tiempos

    Si el hábito de entrenar no está creado, costará semanas, meses o incluso años integrarlo en tu día a día. Y habrá periodos de altibajos, unos en los que estarás a tope y otros en los que no querrás ponerte las zapatillas, pero eso no significa que debas desistir. Creo firmemente que hay una disciplina para cada una, una forma de sentirnos cómodas entrenando y podemos dar con ella.

  3. ¿Sola? ¿Acompañada? Lo que te pida el cuerpo

    Lo que te pida el cuerpo. Hay quienes necesitan ir al gym en grupo y quienes prefieren hacer deporte solas con sus auriculares. Y ambas opciones están bien.

  4. Sitúa el deporte entre tus prioridades

    Es muy sencillo encontrar excusas para no practicarlo, pero, si lo situamos como uno de nuestros imprescindibles de la semana, tendremos ya buena parte del camino recorrido. Por supuesto, podemos modular la autoexigencia: hay deportes más o menos adecuados para practicar con la regla y, a veces, basta con dar un paseo largo para sentir esos beneficios del deporte de los que hablábamos más arriba.

  5. Cambia el chip

    Deja de pensar que no eres “una persona deportista”. Para mí, esta fue la clave del cambio junto a otro pensamiento: el deporte no es un ‘castigo’ por comer (“como este finde salí y cené fuera, tengo que compensar en el gimnasio” puede ser un planteamiento tóxico e incluso ligado a los TCA), sino un mimo a nuestro cuerpo. Una inversión en nuestro yo del futuro y, también, del presente.

Lo que nos decimos a nosotras mismas importa y debemos cuidar ese diálogo interno. Claro que las etiquetas con las que hemos crecido nos condicionan, pero, casi siempre, está en nuestra mano desprendernos de ellas. Eso no quiere decir que, de repente, soñemos con competir en las Olimpiadas. Ese nunca fue el objetivo de las chicas anti fitness: solo queremos que el deporte también sea cosa nuestra.

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