Embarazo anembrionario o útero vacío: cuando no hay nada en la pantalla de la ecografía
El embarazo anembrionario ocurre cuando el embrión no se desarrolla en la primera etapa del embarazo y deja un saco gestacional vacío. Te contamos más.
Quizás nunca habías oído hablar del embarazo anembrionario o de útero vacío y, sin embargo, es una complicación que ocurre con más frecuencia de la que pensamos y es una de las causas más habituales de aborto, tanto en embarazos naturales como en los conseguidos mediante técnicas de reproducción asistida. Te explicamos en qué consiste el embarazo anembrionario, por qué se produce, cómo se trata y qué consecuencias puede tener a corto y largo plazo.
¿Qué es el embarazo anembrionario y por qué se produce?
Cuando el óvulo fecundado se implanta en el útero de forma normal, pero no contiene embrión en el saco gestacional, hablamos de un embarazo anembrionario o embarazo con huevo vacío o huevo huero. A veces, el embrión no llega a crearse y, en otras ocasiones, llega a aparecer el embrión, pero no consigue crecer ni desarrollarse.
El embarazo anembrionario es una complicación bastante habitual que lleva inevitablemente al aborto. De hecho, en la mayoría de los casos, el aborto se produce de forma espontánea incluso antes de que nos demos cuenta de que estamos embarazadas o en las primeras semanas de gestación de forma natural o inducida.
Este problema en el desarrollo del embrión se genera fundamentalmente por algún “error de cálculo” en el momento de la fecundación, es decir, una anomalía genética en los cromosomas producida en la fecundación, ya sea por problemas en los espermatozoides, en el óvulo fecundado o en ambos.
Es importante estudiar cada caso de forma exhaustiva para encontrar el origen de la malformación, pero debes saber que el hecho de que una mujer pase por un embarazo anembrionario no quiere decir que sea incapaz de llevar a cabo una gestación normal en el futuro.
¿Cómo se detecta un embarazo anembrionario?
Lo más habitual en el caso de un embarazo anembrionario es que en un primer momento se sientan los síntomas normales del embarazo (ausencia de regla, náuseas, sensibilidad, molestias pélvicas…) y no seamos conscientes del problema hasta que pasemos por la primera ecografía, que es la forma en que se confirma que el saco embrionario está vacío y el embarazo no será viable.
También existe la posibilidad de que los síntomas normales del embarazo vayan transformándose hacia la semana 10 o 12 de embarazo en dolor pélvico fuerte, malestar y sangrado vaginal, que pueden desembocar en un aborto espontáneo antes de la primera visita al ginecólogo o antes incluso de saber que estamos embarazadas.
En el caso de mujeres que se han pasado por algún proceso de reproducción asistida, el embarazo está ultracontrolado desde el principio, por lo que la detección de un embarazo anembrionario suele ser muy temprana mediante ecografía transvaginal.
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¿Qué hay después de un embarazo anembrionario?
Una vez confirmado el embarazo anembrionario, la gestación es inviable e incluso podría ser peligrosa para la mujer. Por eso, si el aborto y expulsión del saco embrionario no se producen de forma espontánea, lo más común es que se administren medicamentos para este fin o se proceda a un legrado para forzar la expulsión del tejido de la placenta.
Como en cualquier aborto, asumir la pérdida de un bebé es muy duro y solo quien lo ha experimentado en primera persona comprende el duelo por el que una mujer pasa para superarlo.
En el caso de los embarazos anembrionarios, el hecho de que se dé ese problema no implica que tenga que volver a pasar, puede tratarse perfectamente de un hecho aislado y, en condiciones normales, tu médico especialista te recomendará buscar de nuevo el embarazo, si así lo deseas, después de dejar pasar dos o tres ciclos menstruales normales.