Jugadoras de la Selección: por qué son el referente femenino que las chicas de los 90 no tuvimos
Reivindicando el patio y el balón: la importancia de tener figuras femeninas que nos recuerden que sí, que podemos hacer lo que nos propongamos, también en el deporte
Hace un tiempo hablaba con mi sobrina de 7 años por teléfono sobre su último partido de fútbol. Me dijo que había marcado un gol y que se lo había pasado genial, pero que no iba a seguir jugando en el equipo. “Es que soy la única niña”, admitió algo apenada. Le dije que eso era porque muchas niñas no sabían que ellas también podían jugar al fútbol, que lo veían como cosa de niños, pero que, quizá, si ella abría el camino, el año que viene habría más compañeras interesadas. “Eso dice mi padre también”, contestó. Sin embargo, no cambió de opinión sobre su decisión. No la culpo: demasiada presión para una niña tan pequeña.
Estos días he recordado aquella conversación. La actualidad nos ha dado recientemente un gran ejemplo de todo lo que nos queda por avanzar en materia de igualdad: más allá de la polémica sobre el sexismo y las actitudes cavernícolas masculinas empañando la victoria de las campeonAs, la Selección Femenina de Fútbol ha conseguido algo mucho más importante que alzarse con el trofeo: ahora mismo son el espejo en el que muchas niñas se mirarán. El deporte femenino se abre camino y, tras este gran hito, queremos pensar que ha llegado para quedarse. Que no hay vuelta atrás.
Modelos de referencia y construcción de la identidad
Durante la infancia y adolescencia, el entorno tiene una influencia enorme sobre nosotras. Somos 100% permeables: esponjas deseando empaparse de conocimientos y habilidades que vayan, sin querer, formando nuestra identidad. Es aquí donde los referentes entran en juego para ofrecernos imágenes tangibles de lo que podemos llegar a ser. Aprendemos de manera inconsciente qué actitudes son femeninas y cuáles masculinas, y a qué podemos aspirar unas y otros.
Por ejemplo, las niñas solemos pensar en convertirnos en maestras mientras que los niños sueñan con ser futbolistas o ingenieros. ¿Casualidad? En absoluto. Por una parte, se transmite que nosotras tenemos “mejor mano” para las tareas relacionadas con los cuidados, mientras que ellos son extraordinarios en las pruebas físicas. Si hablamos de ciencias y letras o de roles de mando también está claro: ellos quieren llegar más alto porque se sienten merecedores del éxito. Nosotras, más cautas, nos movemos en zonas más intermedias, intentando no destacar, no parecer mandonas, no conquistar lugares que no nos pertenecen. No, los espacios no mixtos no se refieren a eso. Los estereotipos de género funcionan definiendo qué puede y qué debe ser y hacer una persona.
Tal y como explica Fátima Seppi Viñuales, licenciada en Psicología y Máster en Estudios de Género, tener referentes femeninos y ver a personas realizar actividades distintas a las que prescriben los estereotipos de género significa ampliar el abanico de posibilidades. “Tiene un mensaje de esperanza y de cambio, de romper con el statu quo, con lo establecido”, señala. Y es que contar con estos modelos no es positivo únicamente para que las niñas puedan fijarse en ellas, sino también para que los niños aprendan otros tipos de masculinidades.
“Ellas aprenden que una niña jugando al fútbol o al rugby o haciendo ciencia no es un bicho raro o una excepción. Ellos escapan de esa idea de que los varones han de ser fuertes o de que hay algo raro en que jueguen con muñecas, por ejemplo”, expone.
Históricamente, la representación de género en los referentes ha estado sesgada, con una mayor visibilidad y reconocimiento para las figuras masculinas. Sin embargo, en una sociedad que busca la igualdad de género, es imperativo romper con estos estereotipos y proporcionar modelos a seguir igualmente valiosos y diversos para todos los géneros. La presencia de referentes femeninas no solo empodera a las niñas al mostrarles las posibilidades ilimitadas que tienen ante sí, sino que también educa a los niños al fomentar una percepción de igualdad desde temprana edad.
Los referentes femeninos actúan como portavoces de mensajes que legitiman a las mujeres en esos roles, desafían la discriminación y promueven la equidad. Ahora bien, como puntualiza Seppi Viñuales, no podemos pretender que únicamente las mujeres tengan tal responsabilidad: “No hay que olvidar que para que tenga lugar un cambio a gran escala, un cambio estructural, debe haber una articulación entre distintos actores, sectores y políticas públicas”.
Muchas veces nos encontramos con mensajes que contienen un doble sentido: “Hazlo, pero quizás te quedes sola”, “puedes hacerlo, pero será difícil”, “puedes hacerlo, pero es un ambiente masculino”. De este modo, ¿cuántas personas son capaces de omitir esas “advertencias” y siguen adelante? Más de una niña habrá quedado a mitad de camino de sus sueños.
Construyendo quiénes somos
Durante nuestros primeros años de vida estamos en permanente construcción. Somos pequeños trozos de barro que van adquiriendo forma poco a poco. Se trata de un proceso de aprendizaje constante: nos vamos adaptando a las expectativas que nuestro entorno más cercano y la sociedad en general tiene de nosotras, y recopilando información que nos dice cómo tenemos que ser y cómo debemos comportarnos para ser aceptadas.
Según nos explica Bárbara Zorrilla Pantoja, psicóloga experta en violencia de género, dependencia emocional y autoestima, este proceso es diferente según el género. Es lo que se conoce como socialización diferencial de género, que no solo influye en la asignación de roles a desempeñar, sino que determina nuestras oportunidades y limitaciones.
¿Cómo se transmite este conjunto de normas y valores? A través de agentes socializadores y referentes, como la familia, la escuela, el grupo de iguales y los medios de comunicación. “Desgraciadamente vivimos en una sociedad machista en la que los principales referentes de la juventud reproducen las desigualdades de género e incluso la tolerancia a las diversas manifestaciones de violencia machista, lo que genera que vayamos normalizando la diferencia de trato e incluso la violencia hacia las mujeres”, afirma Zorrilla Pantoja.
Niños y niñas recibimos un trato diferente y nos ofrecen diferentes mensajes. Por ejemplo, es más probable que a las niñas las vistan de rosa, les digan lo guapas que están y reciban juguetes relacionados con el cuidado o el trabajo doméstico. A los niños es más probable que les inciten a la acción con juguetes bélicos o coches, y comenten lo grandes o fuertes que son.
Aspirar a un desarrollo pleno, libre e igualitario pasa, por tanto, por rechazar cualquier forma de desigualdad y machismo, lo que incluye señalar comportamientos reprobables y no dejarlos impunes, poner nombre a los abusos y agresiones y, por supuesto, promover un comportamiento alternativo. Para Zorrilla Pantoja es esencial aportar mensajes positivos hacia la igualdad, conseguir que en el currículum haya referentes femeninos y analizar las razones de su ausencia en distintas materias y campos de estudio desde una perspectiva de género.
También es importante que quienes tienen responsabilidad en la educación de las niñas, niños y adolescentes eviten hacer un uso sexista del lenguaje, fomenten experiencias de juego y convivencia satisfactorias para todos y amplíen el abanico de roles que tanto unos como otras pueden desempeñar en la vida. “Tenemos que respetar la diversidad y dejar de responder a un único modelo hegemónico de hombre o de mujer, educar en el buen trato, en la resolución pacífica de conflictos y en la inteligencia emocional”, concluye la psicoterapeuta.
El deporte como plataforma de empoderamiento
Si prestamos atención a aquello que sucede en una esfera más pública, más allá de la casa, el grupo de amigas o la escuela, el papel de los referentes es especialmente peliagudo. Mara Amor López, psicóloga clínica, destaca cómo influyen las figuras públicas o celebrities a la hora de que las niñas, niños y adolescentes establezcan sus propias metas y habilidades sociales. El éxito de la Selección Femenina de Fútbol de España es un buen ejemplo: “Las niñas las ven y pueden pensar que, si lo han conseguido, ellas también podrán hacerlo con perseverancia y esfuerzo. Hace que se sientan capaces y fuertes en cualquier ámbito de la vida”.
Estas deportistas no solo han demostrado una habilidad excepcional en el campo, sino que también han utilizado su plataforma para abogar por la igualdad de género, la justicia social y los derechos humanos. Sus logros y su activismo han reforzado la noción de que las mujeres pueden triunfar en cualquier campo y catalizar el cambio social.
Las mujeres deportistas han desafiado estereotipos y han tenido que demostrar que la excelencia y la dedicación no conocen límites de género. En los últimos años, la afición por el fútbol femenino no solo ha crecido de manera exponencial, sino que ha batido récords de audiencia. Si hablamos de hacerse ver, Alexia Putellas, centrocampista del Fútbol Club Barcelona femenino y jugadora de la Selección Española, tiene mucho que decir.
Es la primera persona española en obtener dos Balones de Oro. Tanto ella como sus compañeras de la Selección, que recientemente se han hecho con la Copa del Mundo, han roto barreras. Gracias a ellas muchas jóvenes tendrán un modelo a seguir que otras generaciones no disfrutamos.
Cuando yo era pequeña, en los años 90, el profesor de lo que aún mal llamábamos gimnasia casi siempre nos separaba por sexos en sus clases. Los chicos se hacían con todo el patio para jugar al fútbol por equipos. Él paseaba cerca de ellos, les prestaba atención, les gritaba indicaciones. No era especialmente dulce, al revés. Promovía actitudes agresivas e intolerantes. Sé que no todos estaban cómodos con aquello. Mientras tanto, la otra mitad de la clase, las chicas, improvisábamos juegos en la minúscula parcela que nos correspondía. El pañuelo, el escondite inglés, la goma… Lo que se nos iba ocurriendo, sin ningún tipo de instrucciones ni el más mínimo interés por parte del profesor. ¿Fútbol? ¿Nosotras? Eso era cosa de chicos.
Con 11 años unas cuantas decidimos que queríamos formar un equipo de baloncesto, entrenar por las tardes y jugar contra otros colegios los fines de semana. Los chicos tenían su equipo de fútbol desde siempre y nosotras también queríamos vivir esa experiencia. Apuntarnos a la liga escolar correspondía al mismo profesor de gimnasia que nos despreciaba e ignoraba, así que la respuesta fue «no». No quiso federarnos. El argumento fue -y os juro que esto es real- que “el deporte no era cosa de niñas, que nosotras no podíamos competir”.
Ante nuestro desaliento infantil salieron en tropa nuestras madres, que decidieron no permitir esa injusticia. Así, se organizaron para apuntarnos a esa liga escolar y nos compraron ellas mismas las camisetas. También las llevaron a una empresa de serigrafía para estampar el número de cada una de nosotras. Nada de equipaciones pagadas por el colegio, con sus colores y su nombre. Nuestras camisetas eran de algodón azul, compradas en unas galerías locales.
Aún conservo mi camiseta, con el número 15 en la espalda. Es una especie de recordatorio de lo bien que lo pasamos aquellos años jugando al baloncesto al margen del machismo de aquel nefasto ¿educador? Me hace pensar que las cosas han cambiado mucho en estos últimos 20 años, ¡menos mal!, pero también que queda mucho por hacer.
El triunfo de la selección ha conseguido terminar -al menos por unos días- con la invisibilización del deporte femenino, por lo que este triunfo puede, a su vez, hacer que muchas niñas se vean reflejadas en esas deportistas y se planteen que pueden jugar al fútbol o a lo que ellas quieran. “No solo en el deporte, tenemos que seguir luchando por lograr un tratamiento igualitario en el discurso mediático en todas las esferas para visibilizar a las mujeres y combatir la desigualdad”, concluye Zorrilla Pantoja.