Pornografía feminista: el impacto de la violencia audiovisual en la educación sexual
¿La pornografía nos empodera o es otro arma de coacción patriarcal?
La Casa Azul nos recuerda cada verano que va a suceder, el verano del amor, sé que va a suceder la revolución sexual, pero lo cierto es que este fenómeno tuvo lugar hace varias décadas. Fue en la segunda mitad del siglo XX, en los años 60, cuando la sociedad occidental desafió los códigos más tradicionales de moral sexual, sexualidad y relaciones sexuales para reivindicar el sexo como un fin en sí mismo.
En el momento en el que disociamos el sexo y la sexualidad de los fines reproductivos se empieza a hablar de placer, de igualdad, de feminismo, de infecciones de transmisión sexual y de anticonceptivos, por ejemplo, y surge la pornografía.
En esta primera época, conocida como la edad dorada del porno, la industria no tarda en darse cuenta del potencial de estos contenidos y, a la vez, surgen las primeras voces discordantes. ¿Es la pornografía un bien liberador para toda la sociedad o solo para los hombres? ¿Se representa a las mujeres de una manera justa e igualitaria, reclamando placer y disfrutando de su sexualidad, o son meros objetos a merced de lo que el hombre dispone?
‘Garganta profunda’ es la primera peli porno «con argumento»: la mujer, a quien interpreta Linda Boreman, es incapaz de llegar al orgasmo vía vaginal. Un médico descubre entonces la explicación: su clítoris no está en su vulva, sino en su garganta. Por tanto, si quiere sentir placer, tendrá que hacer «gargantas profundas»: es decir, no puede sentir placer sin dar placer a un hombre.
“Pornificación de la cultura”
Desde ese mismo momento, los medios de comunicación abrazaron fuerte la industrialización del porno. Basta mirar el imperio de Playboy, que pasó de ser algo clandestino a algo súper exclusivo que parecía enarbolar la bandera del sexo libre. Era solo el principio de lo que varias autoras coinciden en denominar “pornograficación” o “pornificación de la cultura”, un fenómeno que hace referencia a cómo imágenes, narrativas y lógicas en principio relegadas a la parcela del porno campan a sus anchas por la cultura mainstream.
Más allá de la total normalización de su consumo (más en la era de Internet), algunos ejemplos son la equiparación de la emancipación de las mujeres con la exhibición de su cuerpo (eso sí, solo en aquellos ámbitos donde ellos quieren), señalar la dominación masculina y la sumisión femenina como elementos erotizadores o identificar pornografía no solo con “sexo”, sino con “buen sexo”. La pornificación es heteronormativa y misógina y lo inunda todo: está presente en la ficción, en la música, en la publicidad, en la moda.
“Se ha normalizado que los artistas (varones) se rodeen en sus videoclips de mujeres semidesnudas que adoptan posturas y expresiones que proceden de la pornografía, lo cual supone un refuerzo de su masculinidad y, por tanto, de su poder. La otra cara de la moneda es que se ha normalizado que las artistas pornifiquen su estilo, siendo ellas las que, en sus videoclips y conciertos, adoptan esas posturas y expresiones propias de la pornografía: en la actualidad, gran parte de las posibilidades de triunfar de las mujeres en el mundo de la música pasan por pornificarse a sí mismas.”
Roles de género y estereotipos: el papel de la pornografía como agente socializador
¿Cómo permea esta pornificación cultural en los roles sexuales y estereotipos de género? La sexualidad humana es plástica y se forma a partir de experiencias y relaciones sociales, por lo que es imposible defender la idea de que la pornografía no tiene ninguna conexión con la construcción de roles y estereotipos en la sociedad actual.
Así lo explica Marina Pibernat, Doctora en Antropología social y Cultural, licenciada en Historia y especializada en investigación sobre género, juventud y nuevas tecnologías. ”Niños y hombres adultos están siendo socializados a través de contenidos mediáticos basados en la violencia contra las mujeres, desarrollando así una sexualidad no basada en el placer y deseo mutuos compartidos con otra persona, sino en la conseguir excitación sexual a través de un producto mediático que erotiza la violencia”, señala.
La imagen de la mujer que ofrecen, si no todos, la mayoría de estos contenidos, responde a una visión 100% patriarcal: la mujer está al servicio sexual de los hombres, está sometida al varón y, además, disfruta de esa sumisión porque es su razón de ser. Encontramos, por tanto, una construcción de la sexualidad hetero y masculina basada en la desigualdad, donde no importa ni la reciprocidad ni el deseo femenino y la violencia está justificada.
Del otro lado, vemos cómo la socialización femenina más tradicional -basada en los cuidados y el mito del amor romántico- impregna también la sexualidad. Así la mujer es para otros, su bienestar depende del bienestar ajeno y prioriza el placer del otro porque su deseo es ser bella y deseada.
¿Está la pornografía disfrazándose de educación sexual?
Silvia Sanz es psicóloga experta en sexología y terapia sexual individual y de pareja. En su consulta, ella sí propone el consumo de pornografía en determinados casos. Según ella, puede ayudar a estimular el deseo sexual en parejas que lo han perdido, por ejemplo. No obstante, admite que genera unas expectativas poco realistas del sexo y, en muchos casos, insatisfacción.
Si hablamos de utilizar la pornografía como material “educativo” en niños y adolescentes, Sanz recuerda que no puede hacer las veces de educación sexual bajo ningún concepto. No responde de manera realista a la curiosidad sobre anatomía o fisiología pero es que, además, deja fuera temas tan importantes como el consentimiento, el respeto hacia una misma y hacia los demás y las infecciones de transmisión sexual.
Sin embargo, los niños y adolescentes no solo acuden a este tipo de contenidos para saber más sobre sexualidad, sino que lo hacen cada vez a una edad más temprana. María del Mar Venegas acaba de ser nombrada Vicerrectora de Igualdad, Inclusión y Compromiso Social en la Universidad de Granada, donde es profesora del Departamento de Sociología. Su principal línea de investigación tiene que ver con educación y sexualidad. Actualmente lidera un proyecto de investigación sobre relaciones afectivosexuales, cultura del romance y éxito/fracaso escolar.
Según los estudios que han llevado a cabo en el marco de esta investigación, los menores tienen su primer contacto con la pornografía en torno a los 8 años, cuando ni siquiera tienen aún un cuerpo adulto. “A la mayoría de las niñas ni siquiera les ha venido la regla y ya está influyendo [el porno] en la construcción de su sexualidad”, indica.
Según Venegas, la intención de estos menores es conocer el sexo de una manera más práctica, es decir, quieren saber cómo se hace sexo oral o cómo “tiene que ser” el coito. Piensan que es el acceso más realista al “sexo de verdad”. Aunque muchos son conscientes de que lo que ven es ficción y coinciden en indicar, por ejemplo, la cosificación de la mujer, toman estos contenidos como referencia hasta tal punto que influye de manera determinante en su autoestima.
Hemos detectado problemas muy graves relacionados con la inseguridad corporal. En algunos casos se llega incluso a la autolesión. Al ver estos contenidos, se miran en un espejo que les dice cómo tienen que ser al tener relaciones, cómo tienen que ser sus cuerpos. Las niñas, por supuesto, salen peor paradas.
Violencia sexual y cultura de la violación
La mayoría de los vídeos más vistos de Pornhub en España tienen que ver con situaciones de violencia sexual donde las mujeres no muestran una resistencia activa. Quienes consumen estos contenidos -en su mayoría hombres que entienden que, a pesar de no haber ningún tipo de consentimiento explícito ni de deseo por parte de la mujer, si no hay resistencia activa no se considera violencia– no solo normalizan estos contenidos, sino que los erotizan e invisibilizan este tipo de violencia.
Si un usuario de Internet tiene ganas, curiosidad o estómago para investigar, basta con que escriba «porno» en un buscador. Las miles de webs disponibles (998.000.000 para «porno»; 1.720.000.000 para webs en inglés) muestran imágenes de mujeres, mejor dicho, de orificios de mujeres, para satisfacer los más diversos gustos. Toda la parafernalia de las fantasías clásicas y de no pocas aberraciones se despliega ante el mirón. Pero hay un denominador común: las imágenes transmiten dosis extremas de humillación, vejación y violencia sobre las mujeres.
Tanto es así que en estas webs hay apartados específicos para ver sexo con mujeres ebrias, drogadas, que están dormidas o que no saben que están siendo grabadas. Es decir, violaciones. En muchos casos se trata de actrices. Otros muchos no: son mujeres reales. Según Fight The New Drug (FTND), “si alguien es engañado, manipulado o coaccionado para la producción de pornografía, eso se califica legalmente como tráfico sexual. Por ejemplo, si una actriz porno se presenta en el plató y descubre que la escena es mucho más agresiva o degradante de lo que le habían dicho, y su agente la amenaza con cancelar sus otras contrataciones si no sigue adelante con esta, se califica legalmente como tráfico sexual”.
National Human Trafficking Hotline asegura que el porno es la tercera forma más común de tráfico sexual de adultos y menores
¿Puede el porno ser feminista?
Pibernat contesta así de rotundamente a esta cuestión: “No puede ser feminista ninguna forma de explotación sexual o comercialización del cuerpo o de la sexualidad (incluso con el consentimiento de la persona explotada) por parte de grandes industrias que se lucran con ello. Quien defiende la supuesta libertad individual de una mujer para ejercer la prostitución grabada que es el porno no es feminista, sino que responde a la lógica ultramercantilizadora del ser humano en la actual fase neoliberal de capitalismo”.
Al oponer la defensa de la pornografía al puritanismo, al conservadurismo y a la represión sexual, aquella toma la connotaciónde ser moderna, progre, transgresora, de ir contra lo establecido. Esta connotación de la pornografía como transgresora, desde posiciones que además la definen como sinónimo de «sexo», hace que muchas personas tengan miedo a posicionarse contra ella por la posibilidad de que se las tilde de puritanas o de «antisexo». Un análisis profundo de la pornografía muestra que esta no solo no es nada de eso, sino que es todo lo contrario: no solo no va contra las estructuras de poder establecidas, sino que responde a ellas y las refuerza. No solo es reaccionaria: hace apología de la violencia contra mujeres y niñas.
Queridas bloomers, saquen sus propias conclusiones… En cualquier caso, lo que queda patente es que la pornografía en ningún caso puede sustituir a la educación sexual, sea en adolescentes o en mujeres adultas que buscan seguir aprendiendo sobre su cuerpo y su sexualidad.